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LA ODIADA IGLESIA

Semana
21 de septiembre de 1998

La Plaza de Bolívar, que yo recuerde, no tenía palomas. Fue tal vez a su remodelación, al transformarse de animado entorno de fuentes y de autos en un desamoblado patio a desnivel, cuando se pensó en copiar la Plaza de San Marcos de Venecia, y en animarla con las primeras palomas. Bastaron dos.Hoy se antoja desplazarlas y se ha apelado para ello a la colo-cación de una 'alambrada de garantías hostiles', apenas como la que le instaló Alberto Lleras a Turbay Avinader, porque se dice que deterioran el frontis de la catedral, en cuyas cornisas y nichos se posan, ya en cantidad. Muy cruel desalojo, como suelen serlo todos los desalojos, lo mismo en las urbanizaciones piratas que en zonas de guerrilla y contraguerrilla, ocasionándose en estos casos el fenómeno mucho más dramático de las migraciones humanas. Estas aves se reproducen como curíes. Sin embargo, coincido con Oscar Collazos en que la pátina ocasionada por sus detritus se recicla en belleza arquitectónica, si alguna le es dada a la plana fachada de la catedral, sin oquedades, sin nichos profundos, sin volúmenes embovedados. La hiperestesia colectiva ha llevado a pensar que la antipática medida de su desalojo ha sido una decisión del más alto nivel. Se ha pensado en el arzobispo. No sé si en la Conferencia Episcopal y no en que ha podido ser una medida atolondrada de algún funcionario de menor rango, al cuidado del aseo y conservación del edificio. El caso de las palomas asesinadas, como de Agatha Christie, merecería algún debate, pese a su relativa levedad. Las decisiones que tomamos los seres humanos sobre la vida animal son para mí, desde siempre, desconcertantes. Todos los días comemos pollos asesinados y vemos que se acuchillan cerdos en las fiestas patronales y se riñen gallos o se los descabeza por diversión, o se matan los toros o se los colea por tradición. Nada de eso me parece aceptable, ni muy comprensible; pero Jesús mismo freía peces asesinados, para dar de comer a sus discípulos, a la orilla del Tiberíades o comía de corderos sacrificados para la Pascua. Lo de las palomas, de tan mal aspecto, ¿fue una masacre? o se pretendió únicamente desalojarlas y que buscaran otros nidos. Las agujas, sin embargo, delatan una intención perversa. Había, sin duda, otras formas de sacarlas del lugar, si ya no se las quería: o bien , construirles habitáculos disimulados en las inmensas cubiertas para que no tuvieran que posarse todas en las cornisas. Las asociaciones protectoras hablan de esterilizarlas. Según la prensa, la sensibilidad del grupo que protestó por las horribles púas llegó al punto de casi linchar a un ciudadano que no estuvo de acuerdo con los símbolos de sangre y depredación que se estaban colocando en el portalón de la basílica (porque creo, además, que es basílica). Lo cual de haberse consumado no habría sido un colombicidio, del que han hablado escritores amigos, sino un mero colombianismo. Matar a los seres humanos es aquí corriente; asesinar a las aves es realmente escandaloso. Y el dicterio prende fácil cuando están de por medio clérigos y prelados, que son 'objetivo militar' para la difamación y el descrédito. Este caso de las palomas, y el más contundente de los desplazados de la violencia, con los cuales se pretendió acosar a la misma Iglesia y hacer sonar el mismo aldabón catedralicio, han sido utilizados como estímulos, que no secundo, para buscarles el pierde a los pastores católicos. Lo dice quien ha sido crítico de algunos jerarcas por sus nexos con el poder, pero también respetuoso admirador cuando han sabido denunciarlo, corriendo graves consecuencias personales y riesgos. Sinceramente no creo que un templo sirva para albergar a tanta gente, como la que han sacado corriendo la guerrilla y el paramilitarismo de sus lugares de origen. Allí no hay agua corriente, sino la estancada y bendita del bautisterio; ni hay más fuego que el que arde en la lámpara del sacramento. Y no hay retretes, no hay retretes. Sospecho que ha habido una intención desestabilizadora de estos recintos, con el interés de desacralizarlos y desacondicionarlos para el servicio de los fieles, para el cual están hechos. Hay saboteo en la propuesta de ocupar los templos _porque se ven vacíos_, amén de terrible ironía en quienes secuestran y dan lecciones de Evangelio. En los lugares sagrados hay a veces mayor dimensión hacia arriba que en la planta. Y no faltan colectivistas y agrupadores sociales que los miren codiciosamente para fines que son ajenos a su concepto original. Les sobrarían, entonces, las dimensiones de altura, revestidas, en otras épocas, con vitrales y adornos, no por boato, sino para elevar el espíritu. Porque eran, y siguen siendo, sitios de oración.

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