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La quiebra próspera

Los señores Nannetti, que no han cumplido con las obligaciones con sus trabajadores, pudieron donar una plata y prestarle otra a la campaña de Andrés Felipe Arias, de cuyo ministerio derivaron beneficios.

Daniel Coronell
15 de octubre de 2011

Si un ciudadano corriente se atrasa en las hipoteca pierde su casa. Si deja de pagar el arriendo lo ponen en la calle. Si no cumple con las cuotas le quitan el carro. En cambio, en Colombia, si unos multimillonarios incumplen las deudas con trabajadores, con proveedores y con el propio Estado, terminan pagándolas los contribuyentes mientras ellos se dan la gran vida.

Se llaman Andrés y Nicolás Nannetti y quizás sea bueno conocerlos considerando que con las retenciones a los sueldos y los impuestos, estamos ayudando a solventar a estos caballeros.

La historia empieza invocando a los más necesitados, quizás lo hayan oído. Nos venden la moto asegurando que se deben destinar recursos del Estado para proteger a las empresas generadoras de riqueza que generosamente prodigan miles de empleos.

El Grupo Nannetti, llamado también América Flor y Floramérica, fue un gigante de la floricultura que llegó a controlar al menos once compañías y cuyos activos llegaron a sumar 400.000 millones de pesos. Sus empresas recibieron numerosos y millonarios subsidios de Agro Ingreso Seguro.

Los señores Nannetti, que no han cumplido las obligaciones con sus trabajadores, pudieron en cambio donar una plata y prestarle otra a la campaña de Andrés Felipe Arias, de cuyo Ministerio derivaron tantos beneficios.

Y es que los favores no pararon en los dineros que les regalaron en forma de AIS, además les prestaron cerca de 80.000 millones de pesos a través del Banco Agrario, sin que tuvieran que respaldar la deuda con garantías reales.

Los Nannetti ofrecieron, como respaldo de la obligación, prendas sobre cultivos que hoy no existen y contratos de comercialización con etéreas sociedades de Panamá y Estados Unidos.

La determinación de crear estas curiosas líneas de crédito blando y sin garantías ciertas fue de la Comisión Nacional de Crédito Agropecuario, presidida por el señor ministro de Agricultura y cuya secretaría técnica corresponde a Finagro. Ese fondo de financiamiento público tiene puesto en la comisión con voz pero sin voto. Esta es quizás la única junta en el mundo donde el que pone la plata no tiene capacidad de decisión.

El dinero salió del Banco Agrario y el cumplimiento lo garantizó Finagro. La insólita operación tuvo como resultado que el Estado (BanAgrario) terminó entregándoles millonarias sumas a particulares (como las empresas de los Nannetti), sin otra garantía que la firma del propio Estado (Finagro) que terminó sirviendo de fiador obligado.

Es decir, con plata de los contribuyentes se respalda la deuda de particulares con el Estado. Con cara o con sello pierden los colombianos.

Aunque el crédito era barato y en condiciones ventajosas, las compañías del Grupo Nannetti no cumplieron. A los trabajadores se les acumularon quincenas sin pagar, a los proveedores nunca les volvió a llegar un cheque y el Estado apenas recibió unos tardíos pagos parciales por intereses.

La platica parece haberse esfumado, pero los señores Nannetti, ni más faltaba, no han pagado la menor consecuencia social por el asunto. Nicolás, conocido equitador y socio del Country Club de Bogotá, sigue haciendo las delicias de sus contertulios, que saltan ese obstáculo con el mismo garbo que construyó su leyenda en los picaderos.

Él y su hermano Andrés acuden con frecuencia a relajarse a la Florida. A nombre de una compañía está el apartamento que disfrutan sobre las bellas playas de Fort Lauderdale.

Sus nombres aparecen en los registros públicos de Estados Unidos asociados a varias empresas, entre otras NAN Capital LLC, Latin World Imports y la elegante floristería Pistils & Petals, que se promueve como la más exclusiva de Miami.

Para que no pasen más angustias, la Superintendencia de Sociedades decidió, de oficio, que el Grupo Nannetti entrara a proceso de reorganización por insolvencia. Claro, las empresas están insolventes, pero los dueños no se ven tan mal.

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