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Enrique Gómez, columnista invitado.
Bogotá, febrero 14 de 2022. Foto: Juan Carlos Sierra-Revista Semana.

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La raíz del mal

El facilísimo y el interés de un sindicalismo politizado y comprometido con transformarse en un partido político han convencido a la opinión de que el problema de la educación nacional es de recursos.

12 de diciembre de 2022

Son muchos, todavía, los docentes de la universidad pública en Colombia que son maestros ejemplares, dedicados y comprometidos con la calidad.

De hecho, los docentes no fueron el origen del problema.

¿Cuál es el problema? El derrumbe crónico de la calidad de la educación pública colombiana en todos sus indicadores, un analfabetismo funcional creciente dentro de la población joven, el odio extendido a las matemáticas y el bajo dominio de las ciencias exactas entre los graduandos de la educación intermedia que sobreviven a crecientes índices de deserción respecto del reclutamiento en básica.

El facilísimo y el interés de un sindicalismo politizado y comprometido con transformarse en un partido político, han convencido a la opinión que el problema de la educación nacional es de recursos.

Con un crecimiento de cerca del 80 % en los últimos 11 años, hasta llegar a ser el mayor rubro de gasto del presupuesto general de la nación (55 billones) se ha demostrado que evidentemente la pérdida de calidad no se debe a la falta de compromiso fiscal.

Pero de manera increíble, tanto sucesivos gobiernos como el Congreso y la clase política regional coinciden, año tras año, que hay que seguir aumentando la espiral de gasto en educación.

Y no es sorprendente ese oloroso consenso en torno a aumentar el gasto en educación.

Una cuota cada vez mayor, ordinaria y extraordinaria, del presupuesto cae en manos de la universidad pública nacional y territorial.

De la mano de esta cuota creciente de recursos y de la manipulada autonomía universitaria, estas instituciones, con contadas excepciones, han caído en una politiquería feroz.

La elección o reelección de rectores es un elaborado proceso de clientela y dinero, emulando en la docencia todas las malas prácticas del sistema político.

Se invierten 4.000 o 5.000 millones en una elección de rector. ¿Cómo funciona la vaina? Con lo que ya se ha sacado de la universidad o lo que provea el “el financiador” y el apoyo de concejales y políticos se financian las elecciones de delegados de estudiantes, egresados y de profesores y se acomoda la designación del representante del sector productivo en el consejo superior o directivo. Con contratos y plazas se controla al representante de directivas académicas y al representante de exrectores. El resto de los representantes del Gobierno nacional y del ente territorial se negocian con la clase política en efectivo, comprando el voto según un tarifario definido de acuerdo con el tamaño y presupuesto de la universidad objetivo o, en el caso de que el jefe político del ente territorial quiera el control, se maneja con la consabida cuota burocrática de órdenes de prestación de servicios.

El Gobierno nacional, en lugar de ser un factor de cambio para el proceso, por lo general se pliega a los deseos del cacique regional que se encuentre en favor de la Casa de Nariño en el ciclo correspondiente.

Como en las asustadurías (las autopistas de la corrupción), todo es objeto de cuota o beneficio para el rector y su cuadrilla.

Los contratos de proveeduría, los contratos de prestación de servicios, las consultorías y sí, ríanse, las plazas. En la universidad pública colombiana, nacional y regional, se empieza a ver la venta de los exámenes de concurso para proveer las plazas.

Y esto conduce al deterioro progresivo de la planta docente y explica los lamentables resultados de los graduandos de muchas de estas universidades en Saber Pro y sus pobres calificaciones en casi todos los rankings.

Por otro lado, para mantener la cobertura, criterio determinante para la financiación de la universidad pública, no se le niega el ingreso a nadie.

Y allí viene la raíz de todos los males del país. Los postulantes que no pasan en las carreras técnicas son dirigidos por los rectores a las facultades de docencia y licenciatura. Estudia, hijo, y cuando mejores tu promedio te pasamos a una ingeniería o a medicina. Como lo demuestran estudios serios como el de Harvard, el nivel en Saber 11 de quienes ingresan a estudiar docencia en todo el país es el más bajo de todos los que acceden a la universidad pública.

Sin vocación, estudiantes de ocasión, ocupando cupos cuando sus capacidades no lo ameritan, los docentes de nuestros niños del futuro representan un pobre material humano y académico.

A lo anterior se agrega el imperio de la mediocridad propiciado por el programa de GeneraciónE de Duque, que si bien resolvió el problema de acceso, representa un riesgo severo por la falta de exigencia de excelencia y compromiso académico para quienes son sus beneficiarios, que hoy -como todo lo regalado- no solo no aprovechan la oportunidad recibida sino que, además, contaminan el delicado ambiente que vive la universidad pública colombiana.

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