Julio Londoño Paredes

OPINIÓN

La relación con el nuevo Perú

Ante el resultado de las elecciones en el Perú, el pragmatismo en la relación con el país debe prevalecer.

11 de junio de 2021

Ya en el Perú se había dado un ajustado final en un proceso electoral en la segunda ronda de las elecciones de 2016, entre Kuczynski y la misma Keiko Fujimori, que ganó el primero por apenas un 0,24 % del total de los votos.

Sin embargo, las elecciones actuales han sido seguidas con especialísimo interés en todo el continente. La razón no es otra que el virtual ganador es Pedro Castillo, un desconocido hasta hace algunas semanas, que se ha definido como “marxista-leninista”, como lo hizo Fidel Castro al principio de la Revolución cubana.

Se dice por algunos que Castillo es tan solo un títere del presidente del partido que lo postuló, Vladimir Cerrón, médico de tendencia socialista que estudió en Cuba y fue gobernador regional de Junín. Posteriormente fue acusado y condenado por corrupción.

Castillo se fue en contra de la Iglesia peruana, en un país muy católico que en la fiesta del Señor de los Milagros se viste de morado y se siente orgulloso de sus cinco santos, comenzando por Santa Rosa de Lima y San Martín de Porres.

Aunque Castillo despierta suspicacias entre los militares, que han sido siempre los árbitros del país, estos han exhortado a respetar los resultados del balotaje y reafirmaron su “compromiso de respetar la voluntad ciudadana”.

Muchos habitantes de lejanas y casi inaccesibles localidades de la sierra peruana, que durante muchos años se han sentido marginados ante la influencia determinante de Lima y de otras ciudades de la costa, han respaldado firmemente a Castillo.

Además, los peruanos están hastiados de ver cotidianamente a sus presidentes pasar del Palacio de Pizarro a la cárcel, acusados de corrupción, que fue además la razón por la cual Keiko Fujimori estuvo detenida.

Va a enfrentar el nuevo presidente no solamente la mitad de un país que no votó por él, sino también a una sólida oposición en el Congreso, que le hará difícil sacar adelante de buenas a primeras las propuestas que ha formulado.

Castillo va a recibir un país profundamente polarizado, mucho más que Colombia, y con una grave situación económica complicada enormemente por la pandemia. Su gobierno no va a ser fácil. Ojalá termine su periodo, lo que desde hace varios años no es lo normal en el Perú.

Durante la campaña electoral, sus opositores calificaron a Castillo de “chavista”, olvidando que cuando Chávez asumió la Presidencia, Venezuela era un país ricachón, con el precio del petróleo en su apogeo y que esa no es la situación del Perú.

Lo que hizo el mandatario venezolano fue dilapidar los grandes recursos que disponía, cosa que no solo hizo él, sino algunos de sus predecesores. Además, el derroche no solamente se presentó en Venezuela, sino en algunos otros países latinoamericanos, incluyendo a Colombia.

La desagradable lección de la relación con Venezuela, seguramente, nos servirá para ser pragmáticos en el caso del nuevo gobierno peruano. Con el Perú hemos tenido buenas relaciones durante muchas décadas, independientemente del mandatario que se encuentre en el poder.

En las relaciones internacionales, en especial con los países vecinos, el pragmatismo debe prevalecer. Los riesgos que se asumen cuando se personalizan o se llevan siguiendo la línea política del gobierno de turno, son sumamente altos.

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