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¡Láncese a la Alcaldía, Doctor Uribe!

¿Cuántas cabalgatas armaría por la séptima? ¿Cuántos consejos comunales celebraría en La Media Torta?.

Daniel Samper Ospina
9 de octubre de 2010

Creía que Samuel Moreno era el alcalde más inepto de la historia, hasta el viernes pasado, cuando organizó un simulacro de terremoto en toda la ciudad. De un momento a otro, todo adquirió sentido: con razón la 26 es una ruina, las calles parecen escombros, la gente se agolpa en las esquinas a pedir limosna y hay rapiñas en todos los andenes. Samuel ha hecho un gran trabajo.
 
Tardó dos años en perfeccionar el simulacro, pero valió la pena: la ciudad, efectivamente, parece arrasada. Gracias a su gobierno ya sabemos cómo quedará Bogotá tras un terremoto. Y por eso merece todos mis respetos.
 
Sé que está de moda criticarlo, pero no seré yo quien se sume a esas voces injustas. Al revés: ojalá otros líderes sigan su ejemplo y organicen simulacros para todo tipo de catástrofes. Una de mis pesadillas es que en Bogotá suceda un derrumbe como el de las minas de Chile. Imagínenselo. Primero: dentro de los mineros estaría Víctor Carranza. Segundo: les darían un contrato a los Nule para que construyeran el túnel de rescate. Tercero: la obra quedaría a medio hacer. Cuarto: el presidente Santos viajaría hasta el lugar de los hechos y mandaría por una grieta, amarrado a una pita, a Edward Niño, el colombiano más chiquito del mundo, con el fin de que les llevara a los mineros un portacomidas lleno y un ejemplar rediseñado de El Tiempo. Cuarto: el gobierno nombraría un jurado conformado por Luis Eduardo Arango, Isabella Santo Domingo y Alejandra Borrero, para que decidieran quiénes van saliendo. Quinto: los mineros, sensatos, se rehusarían a ser rescatados y taparían cualquier boquete para que nadie de afuera pudieran entrar.
 
Bien, después de ese simulacro tan realista y bien logrado que organizó el viernes, Samuel me parece un hombre responsable. Pero en Colombia gozamos atacando al único político precavido que tenemos. Ah, país miserable e indolente, acá pasa de todo y nadie se queja: crecen las cifras de pobreza, hay derrumbes por el invierno, a Laura Acuña se le estalla una prótesis mamaria. Y nadie dice nada.
 
Solo levantan la voz para criticar al pobre Samuel por su ineptitud y por los escándalos de corrupción que revientan en el Distrito. ¿No ven que se trata de una persecución? Todavía hay gente que comenta el famoso desayuno del ex congresista Germán Olano, los Nule y el Contralor Distrital en la casa de Ángela Benedetti. ¿Por qué tantas sospechas? ¿No pueden reunirse políticos y contratistas a hacer país, a tejer sociedad? Era un desayuno. ¿De qué querían que hablaran sino de tajadas, de chanchullos y demás asuntos culinarios?
 
Pero Colombia es un país mezquino que persigue a sus mejores hombres. Yo mismo he cometido el error de criticar al hermano de Ángela, Armandito, que ha hecho una gran gestión como presidente del Congreso. Hace unos días, por ejemplo, organizó una jornada lúdica para que los congresistas se integraran.
 
Se vivieron escenas memorables. En lugar de trabajar, los senadores se pusieron a hacer aeróbicos, a simular peleas de sumo embutidos en trajes de espuma. El único que no necesitó disfraz de luchador fue José David Name, a quien simplemente le pasaron un hilo dental que lució con gran dignidad y que causó sensación entre la doctora Dilian Francisca y demás compañeras.
 
No vuelvo a criticar a Armandito, que gestionó esos juegos. No vuelvo a criticar a ningún político en general. Y los conmino a que respeten a Samuel. Ha hecho una gran alcaldía. Y me atrevo a decir que, ahora que regresa al país, la única persona capaz de continuar con su legado es el ex presidente Álvaro Uribe.
 
Los analistas dicen que si se lanza a la Alcaldía de Bogotá, Uribe barre. Dios quiera que se lance. Quiero verlo barriendo, el poncho colgado en el hombro, el carriel cruzado, las carnitas acomodadas de tal forma que los tres huevos no le estorben con la escoba. Ah, Uribe de escobita: ese es uno de mis sueños. Así lo quería ver. Le voy dando órdenes: recoja estos pañales que ensució Pachito, recoja esta Constitución que mire cómo la dejó. Y nada de entregarle la basura al negocio de sus hijos: no, señor, nada de eso. Se la da a los recicladores, así le duela. Y siga limpiando. De algo tiene que servir la derecha y su obsesión por la limpieza. Sobre todo, por la limpieza social. El mismo ex presidente dio lecciones de aseo esta semana, cuando se lavó las manos en el caso de Bernardo Moreno y dijo que él asumía todas las consecuencias, siempre y cuando no hubiera consecuencias: qué frentero, qué valiente.
 
¿Cómo sería una alcaldía de Uribe? ¿Cuántas cabalgatas armaría por la séptima? ¿Cuántos consejos comunales celebraría en La Media Torta? ¿Quién se lo aguantaría en la ventana del despacho con los binóculos apuntando todo el día hacia el Palacio de Nariño? ¿Cómo sería ver al 'Pincher' Arias parcelando el Jardín Botánico para repartirlo entre los ricos?
 
Soy el primero en votar por Uribe si ese el precio para que deje de dar conferencias en inglés en el exterior. Es mi contribución para que la imagen de Colombia mejore. Lo único que pido a cambio es que, si gana la Alcaldía, ordene hacerle trabajos de inteligencia a Samuel Moreno: trabajos sencillos, como que una puntos, como que reconozca los colores. Todo lo que sirva para trabajarle la inteligencia a Samuel Moreno es un gesto que cuenta con mi apoyo.

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