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CONFLICTO

Las dos guerras

Toda componente militar cuenta con fortalezas y vulnerabilidades y las operaciones de combate están determinadas por la capacidad que tiene una fuerza para acrecentar lo primero y minimizar lo segundo.

Semana
9 de abril de 2012

Finalizó con éxito la impecable operación mediante la cual fueron liberados 10 militares en poder de las FARC y donde cada parte cumplió cabalmente con su misión conforme al protocolo pactado. Sin embargo, la guerra no se detiene y la muerte de varios soldados en los departamentos de Putumayo y Chocó nos vuelve a la cruda realidad. Los combatientes prosiguen en lo suyo: propinar bajas al enemigo.
 

Toda componente militar cuenta con fortalezas y vulnerabilidades y las operaciones de combate están determinadas por la capacidad que tiene una fuerza para acrecentar lo primero y minimizar lo segundo. En el conflicto que enfrenta a las fuerzas armadas con la guerrilla estas dos variables son cada vez más diferenciadas. Las fuerzas gubernamentales han encontrado en el uso táctico de la aviación de ala fija y el asalto helicotransportado la veta más importante para confrontar a los rebeldes, mientras que estos últimos han afinado las tácticas de guerrilla pura en su retaguardia profunda para neutralizar con cierto grado de eficacia a las patrullas de selva y montaña. Dicho esto, la gran incógnita sobre el futuro del conflicto colombiano es determinar qué tipo de guerra fijará el curso de la confrontación armada y su hipotética terminación por la vía de las armas en cinco, diez, quince o más años.

 

La guerrilla colombiana no ha demostrado tener los medios para contrarrestar la llamada “guerra desde los cielos” como lo pudo hacer el FMLN en la guerra civil de El Salvador cuando empleó misiles SAM-7 y SAM-14 procedentes de la extinta Unión Soviética y RedEye requisados a la “contra” nicaragüense y obtenidos todos de manera furtiva de los arsenales del ejército sandinista. Esta clase de armamento le permitió a los rebeldes salvadoreños derribar aviones A-37 y helicópteros de combate pertenecientes a las fuerzas armadas, circunstancia que, a la postre, le dio un giro radical al conflicto centroamericano y forzó la salida negociada. Por su parte, las fuerzas armadas colombianas se han topado en el transcurso de las operaciones de infantería que se desenvuelven en zonas selváticas y en terrenos de topografía enrevesada, con una guerrilla dura de roer y no han podido encontrar el medio para anular el letal efecto que ocasionan las trampas explosivas y los minados sembrados por los rebeldes. Tanto las fuerzas militares como la guerrilla cuentan además con suficientes mandos y tropas curtidas que no han cesado de combatir desde hace más de una década. Así está planteada la guerra colombiana: un perenne toma y dame.

 

En recientes declaraciones a la prensa el general Javier Rey, comandante de la aviación del Ejército, destaca el impacto que las aeronaves tendrán en el plan estratégico de las fuerzas militares y recalcó en la necesidad de adquirir más aviones y helicópteros para encarar “la situación de la guerra” donde “hay muertos y heridos todos los días, según sus palabras. Curiosamente uno de los integrantes del Bloque Oriental que fue capturado herido en el ataque aéreo contra una escuela de instrucción rebelde que cobró la vida a un número significativo de guerrilleros dijo desde el hospital de Villavicencio donde se recupera de sus heridas que las FARC no tiene limitación de comandantes y cuando muere uno llega otro para “tapar el hueco”. Ni las fuerzas militares ni las FARC están dormidas y cada una continua afilando el cuchillo para no ofrecer ventajas al enemigo. Es la lógica de la guerra y otra interpretación resulta ingenua y peregrina.

 

Desde la mirada y el orgullo del guerrero, nada más plausible que enaltecer el sentido homérico del combate, más aún cuando existen viejas gestas que emular y literatura para inspirarse tal como El Ser Guerrero del Libertador, libro escrito por el exgeneral e historiador Álvaro Valencia Tovar y posteriormente editado en mimeógrafo por las FARC con la intención de educar a sus cuadros en el espíritu bolivariano. A pesar del choque de intereses, los combatientes guardan códigos comunes sólo entendibles entre ellos y prueba de esto sucedió en las recientes liberaciones cuando los militares y los guerrilleros se fundieron en un abrazo y el sargento Robinsón Salcedo retornó desde los intestinos de la guerra con dos loros amazónicos que les obsequió una guerrillera. Cuando los gobernantes y el conjunto de la sociedad se quiten el vendaje de los ojos y miren más comprensivamente y sin falsedad a los combatientes, seguramente entenderán mejor la realidad del conflicto colombiano y hallaran la manera de ir quitando leños de la hoguera hasta conseguir apagarla.

 

Tremenda paradoja que mientras Timochenko, el jefe de las FARC, aspira a salir de la guerra con su tropa mediante una negociación con el gobierno del presidente Santos, al mismo tiempo haya esferas sociales que elogian a los guerreros para que sigan cortándose las gargantas.

 

*Excombatiente y exprisionero, analista de conflictos, trabajo por la paz y la reconciliación de Colombia.

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