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Los bancos ganan pero no bajan sus precios

Nuestros banqueros se caracterizan por pagar poco por el dinero que recogen y cobrar mucho por los créditos y servicios financieros.

Semana
16 de julio de 2009

El sector financiero es tal vez el único segmento de la economía que no ha sentido la crisis. Por el contrario, este año las utilidades son mayores que las del año pasado, y en marzo de 2009 llegaron a bordear los 2,5 billones de pesos. 

La actividad bancaria es hoy una de las más rentables del país. Desde la crisis del 2000, cuando las entidades del sistema financiero tuvieron una rentabilidad negativa sobre el patrimonio (ROE), dicha rentabilidad viene en ascenso y actualmente se ubica por encima del 25 por ciento.

La línea ascendente de ganancias del sector no se ha visto afectada por la desaceleración en la colocación de cartera, debido al aumento en la valoración de sus inversiones, representadas principalmente en títulos de deuda pública. Estos títulos que han ganado valor por efecto de la disminución de las tasas de interés del Banco de la República.

La colocación de crédito se ha reducido este año más en Colombia que en los países industrializados donde se gestó la crisis. Así lo muestra el último informe del Banco Mundial sobre flujos de financiamiento para el desarrollo y se confirma una encuesta realizada por el Banco de la República y publicada en junio pasado.

En todo caso, la banca colombiana gana cuando otorga créditos y también gana cuando deja de hacerlo.

El índice de solvencia, el indicador de cartera vencida y otras señales financieras, muestran que el sector se mantiene plenamente saludable, lo cual es una buena noticia para todos.

La mala noticia es que ni el acumulado de ganancias del sector, ni la reducción de las tasas de interés por parte del Banco de la República, han movido a los bancos a reducir las tasas de colocación en ninguna de las modalidades de crédito.

Como si fuera poco, las tarifas de los servicios financieros han aumentado en más del 22 por ciento el último año, como se confirma en el informe más reciente de la Superintendencia Financiera.

Hoy en día el retiro de dinero de un cajero automático “de otras redes” puede llegar a valer poco más de 7.500 pesos y la cuota de sostenimiento trimestral de una tarjeta débito cuesta en algunos bancos más de 45.000 pesos.

Nuestros banqueros se caracterizan por pagar poco por el dinero que recogen y cobrar mucho por los créditos y por sus servicios financieros adicionales, lo que se traduce en que el margen de intermediación de la banca colombiana sea uno de los más altos del mundo.

Esa situación es terreno abonado para el surgimiento de las pirámides y todas las modalidades imaginables de banca informal, mientras que la banca formal se mantiene alejada del ciudadano común.

Las cifras de acceso al sistema financiero en Colombia son alarmantes. Según informes de la Asociación Bancaria sólo el 35 por ciento de la población tiene algún tipo de producto financiero y la gran mayoría de dicha porción tiene únicamente una cuenta de ahorros. Menos del 10 por ciento de los colombianos es beneficiario de un crédito bancario formal. La situación se hace más crítica en los sectores de ingresos bajos, como era de suponer: Sólo el 20 por ciento de la cartera total está colocada en PYMES.

Ante este panorama cabe preguntarse ¿Por qué razón los bancos no mejoran sus precios ni hacen un mayor esfuerzo para llegarle a la población?

Considero que influyen dos factores fundamentalmente: Los límites de usura a la tasa de interés tienen un efecto boomerang, que hace que a la postre los banqueros se alejen de los riesgos altos (personas no bancarizadas o con problemas en su historia crediticia), porque no hay ningún incentivo para prestarle a esas personas a tasas que no serían muy diferentes que las tasas a las que se le presta a los menores riesgos (personas o empresas de altos ingresos y buenas historias de crédito).
 
Por otro lado, el número reducido de bancos que opera en Colombia, producto de las normas que exigen autorización previa y el cumplimiento de estrictos requerimientos de capital, ha generado una disparidad sustancial entre la oferta y la demanda de servicios bancarios.

Por ello, más allá de la Banca de Oportunidades y las demás medidas de efecto limitado, es preciso promover cambios de fondo en el sistema financiero, con políticas que apunten a atraer nuevos competidores al sector y a liberar paulatina y selectivamente los topes a las tasas de interés.


 
*José Miguel de la Calle es consultor.

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