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LOS VICE

Semana
27 de abril de 1998

Dentro de todas las alternativas posibles, no hay duda de que Horacio Serpa escogió la mejor. Porque la canciller María Emma Mejía demostró tener una cantidad de 'teflón', como el que tienen las ollas que no se pegan, para evitar que se le pegara la mala imagen del gobierno, a pesar de todas las formas posibles en las que colaboró con él. Y aunque no es de esperarse que su escogencia le ponga a la candidatura liberal muchos más votos de los que ya tenía asegurados, María Emma le aporta algo que también es invaluable: imagen y colorido.
Quizá la crítica que puede hacérsele a su escogencia es que María Emma 'samperiza' todavía más la ya muy samperizada campaña serpista, porque como por entre un túnel pasó de la Cancillería a la candidatura a la vicepresidencia, sin hacer ninguna estación intermedia. Pero hay que aceptar que María Emma logra, al mismo tiempo que 'samperiza' la candidatura, 'deserpizar' a Serpa, porque le pone piel de oveja al lobo feroz.
Que Serpa gana con la adquisición de María Emma, no hay duda. Pero que María Emma pierde, tampoco. El vicepresidente en Colombia es una figura secundona que le presta un gran servicio al principal, pero con resultados mínimos para sí mismo. El vicepresidente está obligado a ser un sacamicas del presidente. Es el lagarto de mayor rango en el régimen. Porque no sólo tiene que hacer lo que le ordena la ley, sino lo que le ordena el propio presidente. Tiene que vivir imaginándose, para evitarlas, todas las cosas que pudieran molestarle al presidente e incluso a su señora, para no quedar de conspirador. Pero además está más preso que cualquiera de los funcionarios del propio gobierno, que al fin y al cabo pueden renunciar cuando quieran. No sucede así con el vicepresidente, porque si renuncia queda catalogado de traidor. O si no, remember De la Calle...
Y precisamente por el recuerdo del caso de De la Calle, un hombre digno, correcto e inteligente al que le pasaron por encima la aplanadora del régimen, es por lo cual me preocupa el caso de Alfonso Valdivieso. Porque ante la eventualidad de no encontrar ningún nombre mejor que el de él para la candidatura vicepresidencial de Andrés Pastrana, podrían llegar a convencerlo de que su deber es prestarle este servicio al país, pero a costa del hundimiento de Valdivieso.
Lo primero que hay que recordar es que la renuncia a su candidatura presidencial y el apoyo posterior a la de Pastrana fue un acto de generosidad y de altruismo, que no dependió de ninguna condición o negociación previas. Valdivieso encontró que su candidatura ya no prestaba un servicio útil, y que muy probablemente había dejado de ser viable, y consideró que prestaba un mejor servicio renunciando a ella para colaborar con Andrés Pastrana.
En todo momento quedó claro que Alfonso Valdivieso no estaba interesado en la vicepresidencia, pero supongo que dejó por lo menos a salvo su derecho a opinar sobre los nombres que estuvieran sobre el tapete.
El paso del tiempo demostró que las fórmulas vicepresidenciales no se consiguen mediante el proceso de describirlas primero en un papel, con todas sus características ideales, para luego salir a buscar ese prototipo en el mercado.
Serpa finalmente lo comprendió así, pues supongo que antes de decidirse por María Emma, a quien en todo momento tuvo al frente de sus narices como la opción vicepresidencial más obvia, estuvo considerando afanosamente una opción que fuera menos samperista, preferiblemente costeña, liberal, ojalá con reconocimiento público y preferiblemente con votos.
Ese mismo retrato del vicepresidente le caería como anillo al dedo a Pastrana. Pero las fórmulas vicepresidenciales ideales en el papel casi no existen en la práctica, y por eso me preocupa que Alfonso Valdivieso termine obligado a llenar ese vacío por la presión de las circunstancias.No hay duda de que Valdivieso es un hombre más que vicepresidencial: es presidenciable, y eso lo coloca por encima de los requerimientos de dicho cargo. Y como liberal, origen partidista que no le puede quitar ni el más furioso samperista, se convertiría en la puerta de entrada de la campaña de Pastrana para todos aquellos liberales disidentes que por lo pronto se han declarado neutrales frente a las elecciones presidenciales.
Pero resolviéndole el problema de la vicepresidencia a Andrés, Alfonso Valdivieso podría estarse haciendo el harakiri. Primero, porque empañaría con este sacrificio el altruismo que tuvo al apoyar a Andrés, ya que no faltaría quien piense que al hacerlo iba concretamente tras el trofeo de la vicepresidencia. Pero segundo, porque Valdivieso ha terminado estando en muchos sitios donde ha dicho que no iba a estar. Primero dijo que no iba a ser candidato, y dejó la Fiscalía para serlo. Después dijo que era candidato, pero renunció a la candidatura para ingresar a la campaña pastranista, donde dijo que no iba a ser vicepresidente, pero hay quienes no tienen descartado que finalmente lo sea, por los mejores motivos políticos.
Además de estas razones, que podrían empañar su credibilidad ante la opinión, está el hecho ya comentado atrás de que los vicepresidentes colombianos hacen el peor negocio de sus vidas, porque si tienen algún porvenir político propio quedan anulados durante un tiempo considerable.
Es lo irónico del caso Alfonso Valdivieso: que siendo la mejor opción para Andrés, la vicepresidencia constituye la peor opción para sí mismo.

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