OPINIÓN

Mujeres, ¡denuncien!

El momento que están viviendo los dioses del Olimpo del 'show business' parece ser un punto de quiebre con el pasado: ya no hay miedo a denunciar.

Ramsés Vargas Lamadrid, Ramsés Vargas Lamadrid
28 de noviembre de 2017

Cuando se haga el balance de este año, el 2017 pasará a ser el año en que las mujeres rompieron el velo del acoso sexual y de otras agresiones, dejando tendidos en el suelo a hombres poderosos endiosados por décadas, amparados por el silencio y el miedo de sus víctimas. Ejercieron el uso y el abuso como si los protegiera una patente de corso, pese a que lo que hacían era un secreto a voces. Echaban el mugre debajo de la alfombra roja para no ensuciar la gala.

Pasó primero en Hollywood y se volvió un efecto dominó que se extendió hasta el Congreso de EE.UU., y a medios de comunicación, saliendo a la luz pública abusos de personalidades en otrora respetables del periodismo como Charlie Rose y Bill O‘Reilly, y se ha vuelto un eco que no cesa en el resto del planeta.

El caso de Harvey Weinstein, el poderoso productor de cine estadounidense, cofundador de Miramax, se convirtió en una imparable bola de nieve que se ha llevado por delante a otras figuras como Kevin Spacey –símbolo del poder sin hígados en House of Cards- el cineasta James Toback, o Roy Price, ejecutivo de Amazon, cuyos abusos impactan tanto como pasó hace dos años cuando se revelaron las denuncias contra Bill Cosby.

El momento que están viviendo los dioses del Olimpo del show business parece ser un punto de quiebre con el pasado: ya no hay miedo a denunciar. Varios factores están contribuyendo. Campañas como #metoo han impulsado a muchas mujeres a denunciar; las redes sociales se han vuelto dinamizadoras de las denuncias y todo esto ha generado un hecho interesante: por primera vez se estaría derrotando el déficit de credibilidad que ha afectado a las víctimas en el pasado.

El debate está candente y cada día hay una nueva razón para no dejarlo enfriar porque las denuncias son incesantes. Una poderosa razón es que se acaba de celebrar el Día Internacional de No a la Violencia contra las Mujeres, instituido para conmemorar el asesinato de las tres hermanas Mirabal, opositoras del dictador Trujillo en República Dominicana. Además, en Colombia se recordará en los próximos días el brutal crimen de la menor Yuliana Samboní, inocente víctima de violencia sexual a manos del cobarde y abominable monstruo Uribe Noguera.

El poder, bien sea político, económico o el de las armas, ha sido la peor herramienta para el acoso, los abusos y la violencia contra mujeres y contra hombres. Un reciente informe publicado por CNN expone la magnitud del problema en el mundo: 35 por ciento de las mujeres han experimentado violencia sexual o física y unos 120 millones de niñas han sido forzadas a tener sexo; mientras en Colombia el Centro Nacional de Memoria Histórica acaba de documentar la violencia sexual en seis décadas de conflicto (‘La guerra inscrita en el cuerpo‘), con más de 15.000 registros, donde los principales responsables fueron paramilitares, guerrilla, desconocidos y agentes del Estado. Y está pendiente que las Farc hablen con sinceridad de lo que hacían comandantes como Raúl Reyes con sus mujeres escoltas a las que sometía a la brava, según relatos de algunas exguerrilleras.

Los conflictos internos son los responsables de la mayoría de los casos, pero eso no quiere decir que sea menos grave si el acto se cometió en un hotel de Beverly Hills, en la oficina de un congresista republicano o demócrata o en una oficina en Colombia.

En nuestro país, las denuncias hasta ahora son pocas. Apenas dos valientes periodistas -Paola Ochoa y Mabel Lara- han hablado de sus dolorosas experiencias de acoso, pero ¿dónde están los otros casos de abusos en el Congreso, el Gobierno, los cuarteles, los colegios, las iglesias, las aulas universitarias y el sector privado donde este tipo de situaciones son pan de cada día? Es el momento para denunciar y no callar más. Pero no solo ellas, porque no hay que dejarlas solas, sino el conjunto de la sociedad.

*Ramsés Vargas Lamadrid, MPA, MSc, rector Universidad Autónoma del Caribe

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