
OpiNión
No importa si el gato es blanco o negro
Para sacar a China de la pobreza solamente existía un modelo económico, el capitalista. Triunfó el pragmatismo de Deng Xiaoping.
En 1978 se inició la más extraordinaria revolución económica de nuestros tiempos. Al llegar al poder en China comunista a los 74 años, Deng Xiaoping le abrió las puertas al capitalismo. Lo hizo guiado por un proverbio popular de Sichuan, la provincia donde nació: “No importa que el gato sea blanco o negro, siempre y cuando cace ratones”. Hoy, China es la segunda potencia económica del mundo. Esa transformación se produjo en 44 años. Mao decía que las comunas eran buenas y Deng propuso que los mercados de alimentos eran buenos. Los campesinos empezaron a vender pescado y frutas en las aldeas y se volvieron fabricantes de juguetes, fuegos artificiales y ropa. Fue incipiente el experimento con la propiedad privada, pero el ánimo de lucro hizo que, con las utilidades, los nuevos capitalistas construyeran casas, creando una industria de la construcción.
Deng autorizó zonas económicas especiales cerca a Hong Kong, para atraer a extranjeros que quisieran montar fábricas en China. Estas zonas francas fueron la semilla del boom de exportaciones que continúa hoy. Cuando Deng murió hace 25 años, China era la primera potencia mundial en juguetes, zapatos y textiles, lo cual ahora parece risible frente a los avances de un país que podría desplazar a los Estados Unidos como primera economía del mundo. La dirigencia china, después de hambrunas, de purgas, de la Revolución Cultural, no imitó el modelo de la Unión Soviética, que consistía en invertir el presupuesto en armas nucleares y darle un solo par de zapatos a la gente. ¿De Cuba qué podían aprender? Fidel Castro le había dado al pueblo cubano vivienda, educación y salud, pero le había quitado desayuno, almuerzo y comida, como decía Jaime Garzón. Para sacar a China de la pobreza solamente existía un modelo económico, el capitalista. Triunfó el pragmatismo de Deng Xiaoping.
Estuve en China en 1978. Era un país agrario donde el pueblo sembraba arroz y picaba piedra. Todos vestían igual. China roja estaba cerrada al mundo desde el triunfo de la revolución en 1949 y el turismo estaba prohibido. Un grupo de periodistas y camaradas del Moir fuimos invitados durante un mes. La gente nos miraba como marcianos cuando caminábamos por la calle. En 30 años no habían visto un extranjero. Como colombiano, alcancé a sentirme ciudadano de una superpotencia al comprobar que en las ciudades chinas no había alcantarillado. En las zonas residenciales existían cultivos de vegetales. Eran abonados en crudo con las heces recogidas de las viviendas del barrio en toneles. Después entendimos por qué en los restaurantes solamente servían verduras hervidas. No se ofrecían ensaladas frescas. Eso sí, era un mundo verdaderamente ecológico, con reciclaje total. No había moscas porque el presidente Mao había ordenado a todos los chinos eliminarlas. En un mes conté apenas 32 moscas. Al finalizar el viaje llegamos a Hong Kong. Todos fuimos a comer a McDonald’s, aun los camaradas. El producto interno bruto de China es hoy 133 veces mayor al de 1978.
El PIB de Colombia aumentó 15 veces en 44 años. El mismo año en que llegó al poder Deng Xiaoping fue elegido en Colombia Julio César Turbay Ayala. Prometió la Revolución del Agua Potable. Sobra decir que incumplió. Después se posesionaron diez gobiernos más y todavía hay municipios sin agua potable.
Gustavo Petro llega al poder con un programa único en el mundo. Su objetivo: “Una sociedad movida por el sol, el viento y el agua”. Sus promesas: “Dejar enterradas las reservas de carbón y petróleo”; “Una nueva relación entre la sociedad y la naturaleza, donde prime la defensa de la vida por encima de los intereses del capital económico”; “Se impulsarán los acueductos comunitarios articulando saberes tradicionales”; “Una industria pesquera y turística protectora de la naturaleza y con alta participación de la economía popular”; “Erradicar la deforestación”; “Garantizaremos la función ecológica y cultural de los ríos, para lo cual mantendremos y recuperaremos el espacio del río y sus condiciones naturales, descontaminaremos sus aguas, restableceremos la conectividad hídrica con sus ciénagas o humedales y defenderemos su biodiversidad”; “Impediremos la potrerización del territorio, la desecación de humedales y los monocultivos, para garantizar que las mejores tierras de Colombia produzcan alimentos para la gente”; “Se prohibirá la utilización de sustancias tóxicas de alto impacto”; “Impulsaremos la prohibición de todo tipo de espectáculos que involucren prácticas de maltrato animal, incluidas las corridas de toros”.
El programa de Petro es un frondoso manifiesto ecológico. ¿Admirable? Sin duda. ¿Se ejecutará? Los gatos de Deng Xiaoping siguen cazando ratones.