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No se equivoque Duque, escuche la calle

Cómo no escuchar un país que clama por mejores condiciones sociales, reclama reformas, compromisos serios y cambios no cosméticos de nuestra realidad. No es posible que después de quince meses en el poder Duque no hiciera la lectura correcta de los cerca de 12 millones de votos que votaron la consulta anticorrupción, y del mensaje que el país le envió en las últimas elecciones del 27 de octubre eligiendo un nuevo país.

Javier Gómez, Javier Gómez
5 de diciembre de 2019

¿Qué hizo que los colombianos en las últimas cuatro décadas no nos enteráramos de la realidad social de nuestro país? ¿De esa inequidad que nos pone como el cuarto país más desigual del mundo (nos preceden Haití y dos países africanos)? ¿Por qué ese constante crecimiento de la economía en los últimos 19 años no se reflejó en la redistribución del ingreso y sí favoreció al uno por ciento de la población que posee cuatro veces más riqueza que el 40% de la población más pobre?

¿Por qué no sabíamos, entre otros aberrantes indicadores, esa información o por lo menos no estábamos enterados los colombianos? Porque la excusa predilecta que utilizaban las élites gobernantes, en complicidad con los medios de comunicación, era el trillado conflicto armado y la sangrienta acción de las guerrillas para justificar el estado de cosas sin entrar en mayores detalles. La tal guerra, prohijada por ellos, era el centro del discurso mediático y la causante de todos los males de Colombia. 

Claro, los colombianos adormecidos, casi que anestesiados, nos creíamos el cuento de que los grupos insurgentes eran el problema y era todo los contrario: durante cientos de años gobernaron el país en una atmósfera de opacidad perversa, ocultando información o  manipulando estadísticas, y, claro, como mampara predilecta para robarse el país; y más pérfido aún, alimentaron el miedo sistemático en complicidad de su brazo armado – el Ejército, la policía, la armada, la Fuerza Aérea y sus cuerpos de inteligencia- para generar zozobra y miedo tras la aparente invasión del comunismo o el castrochavismo.  

Y hoy esas vetustas élites ancladas en el pasado y en el poder, acorraladas porque el país les develó su mentirosa y perversa estrategia, no saben cómo explicar tamaña mentira y se inventan un nuevo enemigo contra la democracia: los llamados vándalos, para descalificar el derecho a la protesta de los colombianos; según ellos traídos de Venezuela o auspiciados por el Foro de Sao Paulo o el Congreso de los Pueblos. Pero es más, es tal el desconcierto que les  produjo la magnitud de las marchas, que le atribuyeron a Gustavo Petro la responsabilidad de unas movilizaciones auténticas y espontáneas que no obedecen a nadie, salvo a su propia conciencia. 

He ahí el otro problema: estas élites incapaces y mediocres,  no saben cómo explicarse el gran Paro Nacional; tampoco los cacerolazos que espontáneamente emergieron sin patente alguna, entonces decidieron inventarse un enemigo. No han querido entender lo que sucede en la calle.  

Pobre el inexperto Duque. Debe estar pegado del techo. No solo presionado por su tutor, el expresidente Uribe, sino por la voraz intimidación de los cacaos o grupos económicos regidores implacables del futuro de los colombianos. No quieren estos señores asumir la exorbitante deuda social, por eso no le dan al joven Duque margen de maniobra. La prueba fehaciente es la tal reforma tributaria que los congresistas adictos a la mermelada le acaban de aprobar. 

¿Qué lectura de país están haciendo (Duque y los congresistas)? Es la gran pregunta. ¿Chile no les dice nada? Un país que pasó de ser un “oasis”, como decía Piñera, a un polvorín provocado por las élites soberbias y ausentes de humildad para reconocer sus desaciertos. ¿Será que los colombianos seguiremos mamándonos que nos sigan metiendo la mano al bolsillo impunemente? No lo creo, por ello reaccionamos como los chilenos que no se mamaron más el ultraje y reaccionaron. 

Cómo no escuchar un país que clama por mejores condiciones sociales, reclama reformas, compromisos serios y cambios no cosméticos de nuestra realidad. No es posible que después de quince meses en el poder Duque no hiciera la lectura correcta de los cerca de 12 millones de votos que votaron la consulta anticorrupción, y del mensaje que el país le envió en las últimas elecciones del 27 de octubre eligiendo un nuevo país.   

Esto no es “gritocracia” como el badulaque y antipopular alcalde Peñalosa ha querido demeritar la protesta; no se equivoque presidente Duque, no siga retando al hoy emancipado pueblo colombiano inteligente e informado que se manifiesta en las calles autónomamente; el camino es el diálogo y la concertación, o de lo contrario tendrá que acudir a medidas de fuerza y eso, en un hombre joven como usted, no está bien visto; no se deje llevar por la glotonería de ese viejo país corrupto que utilizó la violencia para perpetuar la desigualdad, la pobreza y fortalecer sus privilegios. No se equivoque presidente, escuche la calle.

@jairotevi
  

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