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Pájaros tirándoles a las escopetas

La semana pasada nuestra nercodemocracia se despertó de su siesta, se desperezó y dio un profundo pero sustancioso bostezo...

Semana
26 de diciembre de 1994

LO QUE HEMOS VIVIDO DURANTE LOS últimos días en Colombia debe tener al señor Joe Toft muerto de la risa en algún lugar del mundo. Nuestra narcodemocracia se despertó de la siesta, se desperezo, dio un breve pero sustancioso bostezo y se puso, nuevamente, manos a la obra.

Con un novedoso y pavoroso ingrediente: que ahora son los pájaros los que les tiran a las escopetas. Trece representantes a la Cámara, pertenecientes a la comisión primera, le hicieron uno de los desplantes más ignominiosos de los últimos años al país, al gobierno, a la opinión, a los medios, a la moral, al negarse a archivar el publicitado narcoproyecto. El presidente de la comisión de marras tuvo que abstenerse de votar por estar actualmente investigado por el delito de enriquecimiento ilícito. Once representantes no estuvieron presentes en la votación, cinco de ellos por el mismo motivo: enfrentan todos investigaciones por enriquecimiento ilícito, las cuales, eliminado el narcoproyecto, se esfumarían en los aires del tiempo. Dicho de otra manera, no podía tener mejor destino un narcoproyecto en manos de una comisión signada por las sospechas sobre enriquecimiento ilícito. ¿Qué le espera al país de un muestreo semejante de los padres de la patria, que sólo deja a salvo a nueve representantes de dicha comisión, que se atrevieron a oponerse a la eliminación de este fundamental instrumento de la lucha contra la corrupción?

Este incidente tendría que haber sonrojado, o puesto pálidos, a los muchos congresistas que categóricamente continúan siendo gente de bien. No se entiende, entonces, cómo apenas tres días después de que el país presenció el anterior espectáculo, sucede que en el debate sobre la ley de televisión comenzaron las escopetas a tirarles a los pájaros. Varios senadores intentaron por todos los medios imponer mecanismos de censura a los medios de comunicación, como castigo a su labor de fiscalización que no sólo en Colombia, sino en el mundo entero, ellos ejercen, en cumplimiento de una moderna definición de sus funciones. Toda esa gente de bien que hay en el Congreso debería levantarse contra esta actitud de algunos de sus colegas. Más aun cuando, no sólo frente a la opinión nacional, sino frente a la opinión mundial, el Congreso colombiano tendría que estar tapándose la cara en virtud de ese principio de que unos pocos pueden enlodar a otros muchos. Y deberían estar iniciando un proceso de recuperación de la moral interna, en lugar de andar ocupados en la faena de inaugurar una cruzada para amordazar a los medios con el objeto de acallarlos.

Pero los pájaros siguieron disparándoles a las escopetas, cuando los llamados Mosqueteros llevaron a los confesos narcoterroristas 'Osito' y 'Popeye', a través de un video, a hacerse presentes en el que debería ser el sagrado recinto de la Cámara, para, nada más ni nada menos, enjuiciar al gobierno Gaviria desde la cárcel de Itaguí.
Como si eso no fuera poco, los Mosqueteros llevaron al conocido abogado estadounidense Frank Rubino, célebre por haberse especializado en la defensa de los más conocidos criminales mundiales, que incluyen narcotraficantes y terroristas de alta monta, a dictarles a nuestros padres de la patria una conferencia sobre sometimiento a la justicia. ¿No merecen nuestros congresistas la oportunidad de ser aleccionados por profesionales de mayor alcurnia moral? ¿Es que ahora, en la nueva era en la que los pájaros les tiran a las escopetas, nuestros profesores deben ser los que cobran miles de dólares la hora por defender indeseables mundiales? ¿No deberían todos esos hombres de bien que quedan en el Congreso haber dejado una constancia masiva de repudio ante la irrupción del conferencista de marras?

Y, por último, otro pájaro tirándole a la escopeta en esta última semana: la valiente dirigente liberal Piedad Córdoba enfrenta ahora un proceso penal por calumnia e injuria, interpuesto por el alcalde electo de Medellín. ¿Por qué? Porque en un país donde ya no es posible exigirles avales morales a nuestros dirigentes, ella aparentemente estaba impedida para cuestionar el del alcalde de Medellín, que según ella, trabajó para un equipo de fútbol de propiedad de, como se dice ahora,"oscuras fuerzas" de la región. En una ciudad donde éste último mandó matar a más de 500 policías, para no hablar de las víctimas de los carros bomba, no sólo es legítimo, sino imperativo, adelantar un debate sobre la posibilidad de que el alcalde electo hubiera podido tener en el pasado vínculos indirectos, o tan tenues como el rozar del pétalo de una rosa, con el autor intelectual de tan abominable magnicidio.

¿Qué pasa en Colombia? La anterior ha sido la semana de Toft. Pero está en nuestras manos que las semanas que vienen le den al ex director de la DEA, en lugar de un ataque de risa, la oportunidad de una valiosa reflexión navideña sobre la cantidad de gente de bien que no quiere ver convertido a su país en una narcodemocracia.-

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