
Opinión
Palacio de Justicia, 6 de noviembre de 1985, día de la infamia
Los únicos responsables de aquella tragedia son los terroristas del M-19.
Evocando las palabras de Franklin Delano Roosevelt el 8 de diciembre de 1941 ante el Congreso de Estados Unidos, tras el ataque a la base naval de Pearl Harbor por parte de Japón, para los colombianos el 6 de noviembre de 1985 es una fecha que “vivirá en la infamia”, como consecuencia del violento, irracional e inhumano ataque al Palacio de Justicia perpetrado por terroristas del M-19.
Aquel asalto, que buscaba imponer un juicio revolucionario al jefe del Estado, destruir valiosos expedientes judiciales e impedir la extradición de narcotraficantes, constituyó un grave atentado contra la institucionalidad, la justicia y la democracia colombiana.
La acción decidida y valiente de nuestras Fuerzas Armadas, en cabeza del Ejército Nacional, permitió recuperar la sede del poder judicial, restablecer el orden constitucional y garantizar la continuidad de nuestra democracia.
Al conmemorarse cuatro décadas de este lamentable suceso, corresponde rendir un sincero homenaje a la valentía y sacrificio de los hombres del Ejército Nacional y de la Policía Nacional, quienes, bajo circunstancias extremas y con alto riesgo, refrendaron su compromiso irrenunciable con la defensa de la nación y de sus instituciones.
Los únicos responsables de aquella tragedia son los terroristas del M-19, quienes condujeron al país a una de sus más difíciles pruebas. Las Fuerzas Armadas de Colombia son los verdaderos héroes de la República, que con valor, disciplina y lealtad defendieron la soberanía nacional y el Estado de derecho. Esa es la verdad histórica que debe permanecer en la memoria de todos los colombianos.
Elevamos una oración y un sentido homenaje póstumo a los magistrados, funcionarios judiciales, civiles, soldados y policías —mártires que perdieron su vida durante esos días de dolor—. Su sacrificio constituye un testimonio indeleble de honor, deber y amor por Colombia.
Para cerrar las heridas que aún permanecen abiertas en numerosas víctimas, es indispensable que las instituciones competentes continúen las investigaciones de manera imparcial, sin sesgos de carácter ideológico ni político.
Cuarenta años después, la sociedad colombiana no puede olvidar lo ocurrido aquel fatídico 6 de noviembre de 1985. Los terroristas del M-19 pretendieron subvertir el orden constitucional. Las interpretaciones sesgadas o ideologizadas solo contribuyen a distorsionar la memoria histórica y a dificultar los caminos hacia la verdad y la auténtica reconciliación.
Colombia tiene en sus Fuerzas Armadas un activo estratégico invaluable: jamás han sido inferiores al llamado de la patria. En cada época de nuestra historia han demostrado que su lealtad y servicio son pilares fundamentales de la libertad y la democracia que hoy disfrutamos.
