
Opinión
Petro y el 2026
No podemos seguir pensando que esta batalla se gana con flechas mientras ellos utilizan misiles.
No nos equivoquemos, Gustavo Petro quiere seguir en el poder o por interpuesta persona. Hasta hoy, y eso puede cambiar, le ha fallado su primera estrategia, que es la de quedarse en persona. La constituyente hasta hoy no va y el proyecto de ley de reelección tiene poca esperanza de ser aprobado.
Lo de mantenerse en el poder por interpuesta persona sí es una opción factible, pues si las elecciones fueran hoy sería exitosa. Petro hoy pone presidente en 2026. Los números dan sin problema y quienes creen que por su impopularidad no tiene posibilidad se equivocan. Veamos.
Hoy Petro tiene un 30 por ciento de favorabilidad y con esos números pone a su candidato en la segunda vuelta. Ya vimos cómo fue la cosa en 2022, ya que entre primera y segunda vuelta se dio un crecimiento inusitado en unas regiones en las que, si se hace un análisis detallado, se ve una manipulación electoral grande.
Esto no es nada nuevo, pues en la elección de Juan Manuel Santos en 2014 se dio lo mismo en la segunda vuelta. El aumento de los votos por Santos en la costa caribe y en el Valle, que le dieron el triunfo, son casi imposibles de justificar si no se dan dos cosas, una compra masiva de votos y una manipulación de mesas. Es más, ambas elecciones tienen incluso un personaje común: Armando Benedetti. Es decir que ya se conoce ese mecanismo que suma y que pone presidentes. La única manera de evitarlo por tercera vez es como lo hizo María Corina en Venezuela.
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A este negro panorama electoral hay que sumarle el poder del Gobierno y su billetera en estos 21 meses que quedan para la segunda vuelta electoral. Ya hemos visto cómo es de descarada la corrupción en esta administración y, además, con fiscal para encubrirla. No les debe quedar la menor duda de que Petro y todo su Gobierno les van a meter mano a las elecciones en todo sentido y sin freno alguno. Hoy esa elección la tenemos perdida.
¿Qué hacer? Lo primero es entender que nos enfrentamos a un poder que trasciende fronteras, donde Venezuela, Cuba, China, Rusia e Irán van a meter la mano. Ya lo hicieron en la elección anterior y ahora que mucho más está en juego van a redoblar esfuerzos. Ya basta, no podemos seguir pensando que esta batalla se gana con flechas mientras ellos utilizan misiles.
Lo segundo es tener presente que el juego cambió. Ya no son las sedes y los líderes los que deciden las elecciones. Hoy las redes sociales, las bodegas, las plataformas de mensajería y la desinformación –que, además, con la inteligencia artificial se va a disparar– juegan un papel fundamental.
Un ejemplo muestra de qué son capaces esos Gobiernos autoritarios que apoyan a Petro. En las elecciones de 2023 en Eslovaquia aparecieron unas grabaciones falsas de unos de los candidatos del partido pro-Otan a 48 horas de las elecciones, cuando había veda informativa. No lograron desmentir las grabaciones, lo que le dio un gran impulso al partido prorruso, que finalmente ganó. El mismo Gobierno eslovaco acusó a Rusia de injerencia, pero nada pasó.
En tres años, la sofisticación de esta desinformación se va a multiplicar, y esa izquierda populista y autoritaria de la que Petro es gran exponente no tiene recabo en utilizarla. ¿Estamos listos para ello? No. Jugamos damas chinas mientras ellos juegan ajedrez y hacen trampa. Hoy las bodegas de Petro amplifican su mensaje y sus mentiras, muchas de las cuales ese 30 por ciento aún cree.
Ahí está la tercera acción. Hay que identificar ese petrismo blando que tiene razones, y de sobra, para estar en contra del establecimiento. Entender ese rencor que tienen y que Petro explota tan bien. Y lograr que esa desilusión, que aún no es completa, los haga entender que ese personaje no es el cambio y que le hace mucho daño al cambio. Hay que hablarle a ese petrismo blando con empatía y no con la rabia de la que Petro es el mejor exponente, pero la oposición no se queda atrás.
Tenemos que dejar de hablarnos entre nosotros, que es lo que hoy hace la oposición. El discurso del guerrillero corrupto ya dio su resultado. Hay que entender a ese petrismo y llegarle con razones, con su mismo lenguaje y quitarle un 15 por ciento a ese 30 por ciento que hoy todavía lo apoya. Es una estrategia de conocimiento, de persistencia y de esperanza de cambio por un país mejor, que es algo en lo que nos identificamos. Hay espacio común con ellos; buscarlo, encontrarlo y potenciarlo es lo que debemos hacer. Petro y sus seguidores duros se nutren del odio, del rencor y de la polarización. Hacerles el juego es el peor error que podemos cometer y que, no nos digamos mentiras, estamos cometiendo.
Estamos a tiempo para cambiar este camino. Se necesita estrategia, orden, inteligencia, recursos, ejecución y seguimiento. Primero, para que Petro no logre el objetivo de poner candidato en la segunda vuelta y, segundo, para que entendamos que Petro es un síntoma y no la enfermedad. Acepto sin ambigüedades mi mea culpa. Como lo debemos hacer todos. Pero no basta: el país y el futuro de nuestros hijos y de nuestros nietos está en juego. Manos a la obra. Ya.