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A propósito del Foro de Biarritz

En mi país -le dije- los que comienzan en la izquierda terminan en la derecha, como Petro, y al revés, como Santos.

María Jimena Duzán
6 de noviembre de 2010

¿Por qué cuando uno oye hablar a un político chileno, mexicano, nicaragüense o argentino es fácil saber si proviene de un partido de derecha o de izquierda y en cambio cuando uno oye a un político colombiano es tan difícil ubicarlo ideológicamente?

Con ese interrogante queda uno luego de dos días de un intenso foro de Biarritz en el que políticos de todas las ideologías expusieron franca y honestamente sus discrepancias. En todas las discusiones que escuché, los políticos que representaban un partido, ya fuera de derecha o de izquierda, hacían un discurso apropiado a su ideología. Yo no cabía del asombro.

-¿De qué te asombras? - me preguntó un político chileno socialista que no entendió mi desconcierto-. ¡Así funciona la política en todo el mundo! -me dijo con la intención de que volviera a la cordura.

-Funcionará así en todo el mundo, menos en Colombia -le dije para que entendiera mi inexplicable añoranza por algo tan fatuo como la coherencia ideológica.

-¿Es que acaso en tu país no hay partidos políticos de derecha, de centro y de izquierda? -me preguntó.

-Pues, a ver. El candidato de la izquierda Gustavo Petro votó a favor de la elección de Alejandro Ordóñez como procurador, que es un digno representante de la extrema derecha religiosa. Él está en contra de las minorías, del derecho de la mujer y de la despenalización del aborto, entre otras perlas.

-¿Pero y acaso ustedes no tienen un Partido Liberal que se dice es el partido de las grandes transformaciones sociales del país?

-Pues, a ver. El Partido Liberal reglamentó las Convivir, que son unos grupos de justicia privada acusados de cometer toda suerte de atropellos en mi país. Y el ex presidente Álvaro Uribe, un liberal de toda la vida, se quiso quedar en el poder; reformó una vez la Constitución para reelegirse e intentó de manera infructuosa hacerlo por segunda vez, al tiempo que trató de acabar con la Corte Suprema de Justicia porque los magistrados empezaron a investigar a su primo Mario Uribe por sus relaciones con los narcoparamilitares. En su gobierno, los subsidios agrícolas, en su gran mayoría, terminaron en manos de poderosos terratenientes. Y nos impuso un nuevo lenguaje: a los desplazados les puso el nombre de migrantes.

-Está bien, puede que el liberalismo esté un tanto desdibujado. Pero ¿y el Partido Conservador? ¿No está funcionando de manera coherente?

-Pues, a ver. Un ministro conservador, Juan Camilo Restrepo, quiere hacer una reforma agraria a la que el ex presidente Uribe, que es liberal de La U, se opone. El entonces presidente Andrés Pastrana, conservador, propuso un proceso de paz con las Farc. Para un liberal como el ex presidente Álvaro Uribe esa posibilidad sería inconcebible e inaudita.

-¿O sea que el liberalismo de Uribe está a la derecha del Partido Conservador? -me dijo con cierta euforia al ver que sí podía ubicar a alguien en el mapa político.

-Pues, a ver. Eso tampoco lo sé a ciencia cierta. Porque desde que en mi país se acuñó la frase de que "la política es dinámica", uno ya no sabe si Roy Barreras es de La U, de Cambio Radical o del liberalismo, porque en realidad ha pertenecido a todos esos partidos en menos de seis años. Tampoco sé a qué partido pertenecen Rodrigo Rivera ni Ángela Benedetti. Uno ya no sabe nada de nada. Por más que llevo la cuenta, ya la perdí.
-No te creo -me dijo el político chileno-. En mi país los que comenzamos en la izquierda seguimos en la izquierda y los que comenzaron en la derecha siguen allí mismo. ¡Son un fenómeno los políticos colombianos! -me dijo, tratando de ponerle humor a mis reflexiones.

-En cambio en mi país los que comienzan en la izquierda terminan en la derecha, como le puede estar pasando ya a Gustavo Petro, y los que se inician en la derecha terminan en la izquierda, como le puede estar pasando a Juan Manuel Santos. Es que ya te dije que la política en mi país es muy dinámica.

-Y la oposición, entonces, ¿quién la hace en tu país? -me dijo algo preocupado.

-La oposición la ejercen los que ganaron. Es decir, el uribismo de Uribe al que hasta hace poco pertenecía el presidente Juan Manuel Santos. Ellos se oponen ahora a todo lo que Santos está planteando. Pero no te afanes: Uribe y Santos siguen siendo cachas.

-¡Vaya incoherencia! -me dijo ya un tanto confundido con mi alegato.

-No, pero la incoherencia no es de Uribe -le aclaré-. Es de Santos, porque cuando llegó al poder decidió cambiar la agenda y adoptó todas las propuestas de los candidatos que perdieron.

-¿Y los que perdieron por qué no se quedaron haciendo oposición? -me preguntó un tanto desesperado.

-Pues, a ver. Los liberales que perdieron forman parte de la Unidad Nacional que lidera el nuevo presidente Santos.

-¿Y el Polo también está con Santos?

-Pues, a ver. Ese partido terminó aliándose con Uribe, que es medio aliado de Santos, pero en Bogotá.

El político chileno me miró con cierta compasión. Yo se lo agradecí de todo corazón. Miré por la ventana y divisé el Faro de Biarritz y suspiré.

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