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¿Dónde está el Congreso?

El Congreso debe dar el debate, porque se percibe una Cancillería como rueda suelta al ritmo del candidato canciller siguiendo las decisiones de la política Trump frente a Venezuela.

Álvaro Jiménez M, Álvaro Jiménez M
26 de febrero de 2019

Hay que salir de la confrontación armada a la política, hay que conseguir que se afiance una conducta nacional favorable a la paz interna y a la paz en lo regional. Ese es el liderazgo deseado, el liderazgo responsable. Pero no se hace visible.

Duque no parece querer una guerra con Venezuela, pero algunos de sus aliados internacionales y sectores cercanos dentro del Centro Democrático empujan y con ganas.

Canciller, presidentes, congresistas de gobierno, generadores de opinión, medios de comunicación se desataron la semana anterior a calentar el ambiente, a promover además de la presión diplomática sobre Maduro la violencia. Y más aún desde territorio colombiano, desde Cúcuta, desde hace una semana se lanzan ataques por parte de civiles colombianos y venezolanos a la fuerza armada de Venezuela, ante la mirada complaciente de policía y autoridades civiles de Colombia, como han mostrado imágenes de video.

Eso en términos internacionales es conocido como agresión de una nación a otra.

Ya se ha dicho y se ve cada vez más claro: de humanitario, ni el concierto ni la supuesta caravana tenían nada. Todo se devela: una mala y vergonzosa política de provocación y manipulación sobre los artistas y sobre la opinión pública.

Duele escuchar y leer invocaciones facilistas a la guerra en Venezuela y a la radicalización de los conflictos en el país.

Un exsenador del Centro Democrático Alfredo Rangel junto con María Fernanda Cabal, claman por una intervención militar sin que hayan vivido nunca el fragor de esa experiencia, imagino que son conscientes que su llamado es a la muerte de otros. Así sin ambages a lo troglodita, que se maten, que los maten.

El Gobierno de Colombia y otros tomaron la decisión de reconocer a Guaidó y enfrentarse al Gobierno de Maduro, lo que tiene el respaldo de buena parte de los ciudadanos, esa confrontación es absolutamente legítima. De allí a la agresión, escalar a la promoción de la violencia amerita una mirada más detenida.

Extraña que el Congreso colombiano no dé un debate sobre el tema, y que se defina una postura como país desde los partidos representados en esa rama del poder público.

Ha de ser una discusión durísima, que agitará pasiones, pero al presidente y al canciller no se les puede dejar solos en el caso de Venezuela.

El Congreso debe dar el debate, porque se percibe una Cancillería como rueda suelta al ritmo del candidato canciller siguiendo las decisiones de la política Trump frente a Venezuela, agitando con Guaidó la opción de todas las opciones que el llamado Grupo de Lima, manifiesto desechar en su última reunión.

Es hora de que el Congreso de Colombia diga claramente al presidente Duque si quiere una guerra con Venezuela o no.

No debe permitirse que lo definan el presidente estadounidense Donald Trump y su equipo, quien curiosamente para bien del mundo se sienta en la ciudad de Hanoi, en Vietnam a discutir con Kim Jong Un el presidente de Corea del Norte, al tiempo que atiza la guerra en nuestro vecindario.

Algunos dirán que no entiendo de estrategia internacional, pero no cuadra la ausencia de un discurso coherente frente a las deficiencias o ausencias de democracia en Corea del Norte frente al caso de Venezuela.

Congresistas de los diferentes partidos deben debatir y tomar una posición clara, que guie la política frente a este país, el candidato canciller que tenemos puede en su afán de mostrarse como el mejor aliado de los Estados Unidos, empujarnos a una situación de guerra que buscando relevancia personal nos conduzca a un desastre como país y como región.

ADENDA: La cumbre en el Vaticano sobre pederastia, las acusaciones sobre el cardenal López Trujillo en la publicación sobre el tema que ha rechazado de manera inmediata el cardenal Rubén Darío Salazar, ameritan una reflexión seria de la jerarquía colombiana.

La crisis de la fe en Colombia evidencia que cada vez se cree menos en la religiosidad de los religiosos.  






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