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¿Qué le pasa a 'El Tiempo'?

No es lo mismo cazar noticias cuando la competencia pisa los talones que cuando el campo está libre para publicar sin afán

Semana
23 de septiembre de 2002

Desde hace varios días nos viene pareciendo a sus lectores como si el periódico cada vez nos durara menos 'Tiempo' en las manos.

Alcanzo a recordar cuando uno terminaba de desayunarse con huevos pericos, tostadas con mantequilla y mermelada, jugo de naranja, y todavía le faltaba por leer la mitad del periódico. Hoy, para que El Tiempo alcance a acompañar mi desayuno, me he pasado a una sencilla toronja.

¿A qué podrá deberse la sensación de que El Tiempo cada vez nos está alcanzando menos?

No hay duda de que la falta de competencia, como los propios Santos lo intuyeron en su momento, ha influido. No es lo mismo cazar noticias cuando la competencia le pisa a uno los talones que cuando el campo está libre para publicar los acontecimientos sin afán. En El Tiempo de hoy es frecuente encontrar noticias trasnochadas, pero también noticias del día trabajadas con un mínimo esfuerzo informativo, a pesar de los evidentes intentos que hace su editor, Rodrigo Pardo, por profundizar, con su siempre brillante capacidad de análisis, en los acontecimientos nacionales.

En los editoriales se nota un afán por cumplir con la actualidad, pero con frecuencia resultan contradictorios y a veces caen en el imperdonable defecto de eludir la toma de posiciones para terminar prendiéndole una vela a Dios y otra al diablo.

Pero quizá los peores 'Tiempos' son los del sábado y domingo, cuando la publicación se transforma de periódico en revista. Todo parece escrito el viernes, y las noticias desaparecen como por arte de magia, para ser reemplazadas por crónicas de burros amaestrados o circos ambulantes. Si no se trata de algo muy grave, hay que esperar a leer que pasó durante sábado y domingo en El Tiempo del lunes. Con las limitaciones arriba registradas.

Y con el agravante de que el sábado desaparecen hasta los columnistas, que por fortuna todavía mantienen un alto grado de calidad y conservan la capacidad de poner a pensar a la opinión pública.

Pero El Tiempo no es el único medio colombiano que anda por estos días decaído. SEMANA, esta querida casa en la que escribo desde hace varios años, nos salió hace ocho días con una carátula que en otras épocas se habría publicado en una separata.

¿Y para qué hablar de los noticieros de televisión? Sin ir muy lejos, la forma como cubrieron el terrible episodio protagonizado por el desplazado Juvencio Grueso, sin el más mínimo respeto por esta tragedia producto de la miseria, pero en cambio con un morbo exacerbado, es una evidente prueba del decaimiento del ejercicio periodístico.

Reconozco que Noticias Uno y CM&, en medio del abandono estatal de los canales públicos, hacen un esfuerzo enorme por sobrevivir con dignidad. Pero exceptuando estos casos, hace rato que no hay algo nuevo bajo el sol en materia de noticieros de televisión, salvo desgano y amarillismo.

La radio parece ser la que se está quedando con el periodismo en Colombia. Sigue al día, informando, innovando, chiviando y analizando.

Es común sintonizar a Caracol y toparse con una interesantísima entrevista de Arizmendi. Gossaín sigue siendo el rey de la crónica periodística, aunque estoy a punto de encabezar un movimiento nacional que podría llamarse Pronogo (Pronovela de Gossaín: ¡le llegó la hora!). Y a Julio Sánchez nadie ha podido superarlo en su olfato periodístico y originalidad. La prueba es que casi todos los demás medios, con El Tiempo a la cabeza, se la pasan refritando a La FM, lo cual tendría poco de malo si a veces no dejaran pasar hasta una semana para hacerlo.

De este decaimiento periodístico general deben rescatarse dos publicaciones que parecen estar pasando por su mejor momento: la revista Cromos, que, conducida por María Elvira Bonilla, cada día parece acomodarse mejor en un nicho que había perdido porque bajo sus últimas administraciones esta publicación siempre trató de ser lo que no era.

Y el periódico El Siglo, que aunque circula poco, bajo la dirección de Juan Gabriel Uribe ha tenido la valentía de levantar el ánimo con el mejor periodismo de análisis que se está haciendo en el momento.

Mención especial merece la revista Cambio, que hace evidentes esfuerzos por ser original y atrevida con sus temas de carátula, cuidadosamente trabajados.

Volviendo al motivo principal de esta columna, recuerdo que hace un mes un frustrado amigo tiempófilo, como yo, me llamó a decirme con alegría: "¡Hoy sí está bueno El Tiempo!". Y era cierto. Pero sus lectores no nos resignamos a que eso pase sólo de vez en cuando.

Queremos volver a las épocas en que el desayuno se acababa antes que el periódico y luego daban ganas de llamar a alguien por teléfono para comentar todas las cosas... que se acababan de leer.

ENTRETANTO? Además de encerrarlos con seguro en un estudio de televisión, ¿usted no les apagaría la luz a los Protagonistas de novela y botaría la llave al mar?

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