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Que tus miedos no atrapen tus sueños

Se trata de hacer realidad los sueños posibles de una vida digna, de desarrollo personal y colectivo decente, libre de cargas insoportables.

Angelino Garzón
29 de febrero de 2024

Hace apenas unos días, me llamó la atención, en una cadena de televisión de cobertura nacional, la excelente participación como cantantes de un grupo de niños y niñas, y de manera especial, el mensaje que portaba una niña en la cinta de su sombrero: “Que tus miedos no atrapen tus sueños”.

El significativo mensaje lo es más aún si viene de una niña por el valor agregado que pudiera darle al hecho de que, en su formación, muy probablemente, habrá de sumar dosis de valentía ante las posibles discriminaciones que pueda padecer en la vida real por el hecho de ser mujer y, por tanto, las desigualdades añadidas que un Estado y una sociedad, aún no totalmente conscientes de la igualdad de derechos para todos, incluido el de no discriminación por razones de sexo, le puedan deparar.

Más allá de esto, el mensaje determina, sin duda, uno de los grandes problemas que Colombia padece, y es un llamado al valor social e institucional para enfrentarlo. La pobreza, la discriminación, la intolerancia, la corrupción, la violencia, la ilegalidad, la desigualdad y un largo etcétera, son generadores de miedos, de temores que bloquean nuestros sueños, esas expectativas individuales y colectivas de quienes queremos vivir mejor, en paz y de manera reconciliada.

Sencillamente, se trata de hacer realidad los sueños posibles de una vida digna, de desarrollo personal y colectivo decente, libre de cargas insoportables, donde el bienestar sea consecuencia de una buena educación, de una buena sanidad, de una vivienda y trabajo dignos que nos permitan vivir en paz y ajenos a cualquier tipo de extorsión material, social o espiritual.

Siguiendo el propósito del mensaje de la niña, considero que ya es hora de afrontar con valentía los miedos que atrapan a la población urbana y rural, y le impiden ejercer el derecho democrático a la legalidad, individual y colectiva, así como a demandar que las instituciones que integran el poder nacional, regional y local, ejerzan con determinación y transparencia sus responsabilidades mandatadas por la Constitución nacional para alcanzar el bien común.

Aunque diferentes, el mundo rural y el mundo urbano están llamados a unirse en el propósito de conseguir la paz. Los territorios de Colombia, sus regiones, deben atender a su idiosincrasia y poner en marcha mecanismos inter-regionales con un fin: reducir drásticamente la desigualdad, la discriminación, la corrupción, la violencia, y fomentar la educación y formación para todos y todas, garantizar una salud universal y un sistema pensional que no deje a nadie atrás. Estos pilares, que cada región debe potenciar por el bien de sus ciudadanos, serán un sumatorio de territorios que podrán aportar una indiscutible riqueza para el avance de Colombia.

La claridad, la determinación, la amable contundencia del mensaje que nos envía esa niña, ese anhelo abierto de una vida en paz y digna, sin sobresaltos que la violenten, es un mensaje para Colombia y una llamada para que, unidos, a pesar de nuestras diferencias, seamos capaces de enfrentarlas y tengamos el coraje de derribar los muros que nos coartan la vida y que nos impiden avanzar. Muros que, en no pocas ocasiones, nos levantamos nosotros mismos en nuestro interior, calladamente, acuciados por el temor o el miedo. Prestar atención a esa niña y responder a sus anhelos, posiblemente, la liberará de sus miedos y a nosotros de los nuestros.

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