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¿QUIEN LE DICE LA VERDAD AL PRESIDENTE?

El ministro Benedetti ha caído en un estado de catatónica vanidad...

Semana
15 de mayo de 1995

LAS CRISIS MINISTERIALES SON BUENAS cuando buenas son las crisis. Y lo son, cuando el país busca desesperadamente un cambio de tema, que le permita construir nuevas expectativas sobre problemas que parecen estancados, o cansonamente instalados en el incierto horizonte nacional.
Anticipémonos entonces a lo que pueda ocurrir, examinando el desempeño de los actuales ministros:
MINISTRO DE GOBIERNO: la eficiencia de Horacio Serpa en el gabinete es inversamente proporcional al grado de popularidad que registra en cualquier encuesta de opinión. Salvo por el mandado de pelear con el ex presidente Pastrana, su cargo no contempla ninguna necesidad confrontacional. Y no lo hace, por la sencilla razón de que tiene poco que hacer. No se mete con el problema de la paz, porque le pertenece al comisionado Trujillo. Va poco al Congreso porque no hay proyectos de ley que apadrine. No maneja gobernadores ni alcaldes. Ya ni siquiera se ocupa del tema indígena. Se pasa el día recibiendo políticos, y eso sí lo hace bien, aunque no es suficiente para justificar la existencia de un Ministerio del Interior que, según algunos, podría ser fusionado con el Ministerio de Justicia, para bien de ambos. Mientras tanto Serpa debería aprovechar para salir del gabinete con todo y su popularidad, y dedicarse a hacer política en un momento en el que pocos la están haciendo. Podría irse perfilando como un buen segundo de abordo, por ejemplo de una Noemí Sanín, que necesitará en su momento conformar su equipo con quien reúna los requisitos de ser hombre, liberal, toreado y reconocido.
MINISTRO DE HACIENDA: Poco a poco ha venido venciendo los terribles problemas de incomunicación que tenía con los medios, donde se le consideraba antipático, ladrilludo y petardo. Pero el ministro Perry se propuso conquistarlos, y ya no se le considera antipático. Las demás impresiones son inherentes al tema que maneja, pero eventualmente las irá matizando, a medida que avance la reforma tributaria y que logre explicársela al país con claridad, puesto que comienza a surgir la impresión de que ella contiene gato encerrado en materia de impuestos, que iría en abierta contradicción con las promesas de campaña de Samper.
Perry tiene a su favor que está en uno de esos ministerios donde, a no ser que el titular sea un desastre, es mejor que exista continuidad durante todo el gobierno. Perry, por el contrario, ha sido un ministro coherente, valiente y conceptualmente lanzado, pero su prestigio dependerá finalmente de la suerte que corra su reforma tributaria.
TRABAJO: María Sol Navia, o Sol Solecito, como se le dice en algunos sectores de la opinión, es una de esas ministras considerada mejor por dentro que por fuera. Es decir, que hace calladamente su labor, con cierto nadadito de perro, que pueden constatar sus colegas de gabinete, pero que es poco verificable por la opinión, como no sea a través de una prueba estilo Santo Tomás: ¿Dónde hay conflictos laborales grandes en la actualidad? Una de dos: o ni siquiera ha habido la posibilidad de que surjan, o ella ha logrado apaciguarlos. Hagan sus apuestas.
COMUNICACIONES: primero logró sacar adelante la misión imposible de redactar una ley de televisión que pasara en el Congreso sin abocar al país a grandes catástrofes -como no sea la de condenar a la televisión privada a lo que algunos consideran la inevitabilidad de los grupos económicos-; más recientemente logró sacar una licitación de televisión que pareció manejada con guantes de seda. Pero quizás por todo ello el ministro Benedetti ha caído en un estado de catatónica vanidad, que lo tiene haciéndose propaganda 24 horas del día en los medios, como si divisara en su inmediato futuro más altos destinos que los del ministerio. Eso hace que sea válida la pregunta: ¿Habrá cumplido ya su ciclo?
MINAS: algunos defienden su inexistencia argumentando que es un ministro técnico y no político. Pero la verdad es que en el tema en el que ha tenido mayor protagonismo, el de las posibilidades de un nuevo racionamiento energético, el ministro Jorge Eduardo Cock ha demostrado comunicar muy poco, hasta el punto de que cada cual ha preferido forjarse su propia idea de lo que nos espera consultando las opiniones de los realmente expertos, que son unánimes en que sobre el problema energético no existe un diagnóstico unánime; o dejandose impresionar por las apocalípticas advertencias de no expertos, y más bien pantalleros, como el Contralor. Eso solo significa que, de presentarse el temido racionamiento, es poco probable que el ministro Cock dé la talla.
TRANSPORTES: su reciente gesto de solidaridad para con el Presidente , desafinando las directrices del pastranismo, su norte político, borró con honores el desgano que había demostrado durante los primeros meses como ministro. Por leal, lo salvó la campana.
DESARROLLO: algo parecido le ocurre a Rodrigo Marín, solo que en este caso se reúne lealtad con sustancia. Se la ha metido toda al bendito Pacto Social, que viene pasando las duras y las maduras para derrotar a los escépticos. Yo, del gobierno, lo ratificaría, pero yo, de Marín, me retiraría a tiempo, con toda esa carga de prestigio sobre los hombros.
COMERCIO EXTERIOR: Le sucede algo parecido que a la ministra de Trabajo, solo que un poquito distinto: la opinión no sabe qué está haciendo, y sus colegas tampoco. Lamentablemente hay que decir que Daniel Mazuera le bajó dramáticamente el perfil a un ministerio que fue de primera línea mientras lo ejerció su antecesor, Juan Manuel Santos. Quizás sea un problema de temperamento reservado, pero por ello mismo, Mazuera está dejando una vacante para alguien que pueda traerle nuevos aires a un gobierno que tanto los necesita.
DEFENSA: su descenso en las encuestas tiene, para mí, una explicación curiosa, tratándose de un hombre que, como Botero, conoce al dedillo la importancia de los medios: la de que no ha sido afortunado en su manejo. Primero se sobreexpuso, y luego se sobreescondió. Eso le ha producido a la opinión un sentimiento de ajena coexistencia con respecto al titular de la Defensa, cuando la verdad es que Botero viene cumpliendo calladamente su labor, como debe ser, y sin muchas explicaciones, como se requiere cuando lo que se busca es el restablecimiento de la seguridad en el país. En contraste con su antecesor, Rafael Pardo, que siempre tuvo una actitud pareja ante los medios, Botero necesitará en los próximos meses definir su identidad ante ellos, recuperando un poco de exposición, no toda, y saliendo un tanto de su escondite, pero no del todo.
MEDIO AMBIENTE: ha sabido ponerle las dosis adecuadas de política a la ecología, a pesar de las furias que eso despierta en ecólogos que desprecian la política, como son la mayoría de los ecólogos. No sería fácil encontrar alguien de su talla, en un momento como este, para ejercer un ministerio como ese.
AGRICULTURA: este gobierno merece y está obligado a tener un ministro de Agricultura de mayor perfil que el de Antonio Hernández Gamarra: a otro técnico que, por carecer de tono político, se ha mantenido al tanto de la opinión. Eso en el actual gobierno es especialmente malo, porque el tema fue una de las banderas de la candidatura Samper, colocado incluso en un contexto de franca crítica frente al manejo agrícola de la era Gaviria. Se sabe que el ministro Antonio Hernández Gamarra ha impresionado con dos o tres documentos en el Conpes, pero esa cartera no requiere un ministro en la sombra sino un ministro estandarte. Allí se necesita a alguien que vuelva a poner de moda el tema de la agricultura, y que lo saque de ese ambiente de rabiosa resignación que actualmente le produce a la opinión del país.
EDUCACION: a Arturo Sarabia Better le ha sucedido lo 'worst' que le puede pasar a un ministro: que le encontraron termómetro. Y su termómetro fue la incapacidad de controlar la república independiente de los colegios, que dejó a la gente convencida de que los ministros buenas personas no se hicieron para el Ministerio de Educación, donde la caballerosidad debe presentarse vestida de pantalones, o resignarse a que la confundan con bobería.
SALUD: ya está pagada la deuda del Presidente. Ahora sí nombremos ministro de Salud, antes de que situaciones como la macabra herencia de la ley 100 del 94, dejada por el anterior gobierno, y la consiguiente catástrofe del sistema de salud que no demora en manifestarse en Bogotá, nos impidan reírnos del excelente humor del ministro Alonso Gómez.
JUSTICIA: sigue siendo uno de los favoritos del régimen, por todo lo contrario a Serpa: el ministro Martínez maneja a los congresistas, bastante al estilo, en su momento, de Humberto de la Calle. Y es asiduo del Congreso, porque se siente responsable de abonar allí proyectos que sí apadrina, tales como la reforma de la justicia, el estatuto anticorrupción y la reforma del notariado. Ha parado goles cuando le ha tocado, pero también ha demostrado ser capaz de meterlos cuando se ha requerido. Sin embargo, hay que llamarle la atención por lo que algunos consideran una exagerada subida de lote. Quienes lo frecuentan aseguran que se ha vuelto insoportablemente vanidoso, y eso podría acarrearle problemas que no merecería su indiscutible inteligencia.
RELACIONES EXTERIORES: aunque algunos insisten en la antipática sugerencia de que suba de perfil, para mí, Rodrigo Pardo es la estrella del gabinete, y es muy probable que siga siéndolo por el solo hecho de ser como es: discreto, tímido, inteligente y oportuno. A esos consejeros yo les diría que el asunto funciona al revés: Pardo se caracteriza por asumir el perfil que requieren las circunstancias, y hasta el momento no ha demostrado, ni siquiera en la reciente crisis con Estados Unidos, haber estado por debajo de las expectativas.
Pero no encuentro, en todo el espectro de personalidades ministeriales, ni entre los ministros que deben quedarse ni entre los que deberían irse ese único consejero que necesitan los presidentes cuando requieren que se les diga la verdad. ¿Quién le dice la verdad al presidente Samper? ¿Quién le dice lo que quiere oír cuando no quiero oírlo? ¿Cuál de todos ellos desafía el papel del 'yes man', y le canta la tabla cuando las circunstancias lo requieren?
No es Serpa, porque es demasiado amigo. Ni Perry, porque es demasiado especializado. Ni De la Calle porque es demasiado gavirista. Ni Benedetti, porque es demasiado confianzudo. Ni Marín ni Gómez Martínez porque son demasiado leales. Ni Cecilia López porque es demasiado Cecilia. Ni Sol Solecito, por ser tan distante, ni Botero, por estar tan emproblemado. Ni esperanzas de que sean Agricultura o Minas, por estar tan ausentes, ni el de Salud, por ser tan acreedor. Ni Justicia, por andar tan creído, ni Relaciones por ser tan reservado. Ojalá que en una eventual nueva baraja ministerial llegue a Palacio ese consejero capaz de sacar al Presidente de los estrechos círculos de Palacio para ubicarlo en las vastas praderas de la realidad, porque está visto, y hay que ponerle pecho al asunto, que la presidencia de Samper jamás tuvo luna de miel, y es poco probable que ya llegue a tenerla. -

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