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REACTIVACION Y JORNADA DE TRABAJO

Semana
9 de mayo de 1983

Por esta columna voy a ser optimista y constructivo. Plantearé una propuesta para reactivar la economía colombiana que es perfectamente viable económicamente, aunque no hago cábalas expresamente sobre sus posibilidades políticas. Se trata, en síntesis estrecha, de acortar la jornada laboral de 48 horas a 40 horas a la semana, lo cual, de hacerse, redistribuirá el ingreso, aumentará el empleo y el consumo y comenzará a sacar a la economía de la recesión.
La crisis que vive la economía nacional hoy es en buena medida resultado de 8 años de neo-liberalismo. La recesión internacional ha mostrado abrumadoramente sus limitantes como estrategia de acumulación. Concebido en base a una redistribución regresiva de los ingresos y una reducción, por tanto, del consumo de los trabajadores y las capas medias, tal estrategia era viable en tanto las exportaciones sustituyeran la demanda interna de estos sectores y las importaciones no las superaran para atender parte del mercado interior. Sin embargo, con las exportaciones en franca contracción y las importaciones tan elevadas, como sucede en la actualidad, el desequilibrio entre ahorro (básicamente ganancias) y consumo se vuelve acumulativamente creciente.
Mientras las ventas de las empresas se mantuvieran dinámicas, el ahorro podía circular locamente en los circuitos ficticios de la acumulación financiera: préstamos con intereses astronómicos, adquisición de propiedad accionaria y bienes raíces a precios muy lejanos de su verdadero valor. Pero una vez que las ventas de las empresas cayeran (pérdida de mercados externos, penetración importadora y bajas de la demanda agregada), la carrera especulativa chocaría con la fría realidad de que la base del interés y del valor de las empresas, que consiste en las ganancias realizadas en ventas, se desmorona. La única forma de equilibrio posible, por fuera de una redistribución del ingreso en favor del consumo, es entonces una reducción drástica de la producción y el lngreso, que es algo que esta viviendo la economía en todos sus frentes, lo cual toca de nuevo al todavía muy liberal sistema financiero nacional.
Hay que recordar en estos negros tiempos que el respetable crecimiento de la economía colombiana de los años 60, a pesar de una capacidad para importar muy limitada, se basó en una ligera redistribución del ingreso a favor del trabajo y el consumo. Algo similar ocurrió en la espectacular recuperación de 1978. Hoy día, las cifras de desempleo industrial son lamentables y crecientes. FEDESARROLLO nos dice que el empleo en 1983 es igual al de hace 10 años y el efecto multiplicador de este hecho primario repercute también en el resto de la economía.
En estas circunstancias, políticas que induzcan una redistribución del ingreso y de la jornada total de trabajo entre más trabajadores harían más por reactivar la economía que un aumento artificioso de la demanda, aunque tampoco hay que descartarlo en el corto plazo. De hecho, la jornada laboral en Colombia es anormal frente a la de los países avanzados que es de 40 horas semanales, lo cual es una característica importante de lo que he llamado "capitalismo salvaje" en otro lugar. Con tanto desempleo como el existente, es aún más injustificable mantener una jornada tan larga de trabajo.
Si se rebajara la jornada en un 16.7%, se eliminaran las horas extras (que ya fue propuesto por la UTC), sin bajar los salarios vigentes, los costos laborales aumentarían menos que proporcionalmente. Por un lado, los trabajadores más descansados y salarios normales para las otrora horas extras aumentarían la productividad y disminuirían algunos costos laborales, incluyendo los prestacionales. Si además se transa con las centrales la eliminación de los festivos, que son 10 al año, se compensaría a los patronos con el 3.5% de la jornada anual. La continuidad del trabajo en las semanas donde recae el festivo aumentaría la productividad nacional en más de un 4% al año. Sumando y restando aumentos de productividad, festivos, horas extras y prestaciones, el aumento de costos laborales sería de menos del 6% .
El efecto sobre la demanda de consumo de esta política sería inmediato: aumento del empleo del 20%, fortalecimiento de la demanda por bienes industriales, aumento de la capacidad utilizada, nueva reducción de los costos unitarios de producción que neutralizarían los aumentos de costos salariales, sin tener que afectarse el nivel de precios. Problema grave sigue siendo el de los alimentos que el gobierno deberá atender mediante importaciones y subsidios, frente a la crisis de la agricultura.
Los trabajadores empleados disfrutarían de una jornada de trabajo más humana. Se verían afectados los que laboran horas extras pero beneficiaría a un gran contingente de hoy desempleados. El impacto sobre la balanza de pagos sería bajo hasta que se inicie una nueva fase de inversión. Sobre todo, se reduciría el desequilibrio tan protuberante entre ahorro y consumo conduciendo a la economía hacia la reactivación.
Quizás siendo ilusos podamos esperar que el sábado libre no sirva a los trabajadores para el guayabo, la TV, ver fútbol y jugar tejo sino para pescar y leer literatura por la mañana, escribir poesía y pintar por la tarde y hacer el amor por la noche.

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