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Regresa el odio

El odio que se siembra para sacar votos, solo se combate con la razón. Yo todavía creo en las bondades de la condición humana. No vamos a desfallecer

María Jimena Duzán, María Jimena Duzán
16 de marzo de 2019

A los pocos días de que el No ganó el plebiscito por 50.000 votos, el secretario general de la presidencia de Juan Manuel Santos mandó a hacer unas encuestas para determinar las causas de la derrota del Sí. El resultado demostró que un 40 por ciento de los partidarios del No había votado contra el acuerdo de paz pensando que  imponía el homosexualismo en los colegios y en las universidades y que acababa con la familia tradicional de padre y madre.

El acuerdo de paz no dice eso en ninguna de sus 297 páginas pero la campaña del No, ayudada por la Iglesia católica y los grupos evangélicos, logró sembrar esa mentira entre los colombianos de estratos uno y dos para que votaran en contra del acuerdo.

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Otra mentira que les dio muchos réditos porque exacerbó el hígado de las clases trabajadoras que se matan todo el día para recibir un salario mínimo, fue la que propagaron por las redes días antes del plebiscito en torno a los beneficios económicos que se le iban a dar a las Farc. La campaña del No difundió la versión falaz de que se le iba a dar a los guerrilleros de las Farc un  sueldo de 2 millones de pesos durante cuatro años. De nuevo: esas cifras no eran ciertas, pero poco importó. (En realidad, los 2 millones de pesos era un pago que se les hacía una sola vez y luego se les daba un sueldo mensual por dos años de 800.000 pesos, que es menos que un salario mínimo).

El jefe de la campaña del No confesó a La República a los pocos días del triunfo cuál había sido el éxito de su estrategia: “Nuestra campaña fue hecha con base en la indignación”, confesó Juan Carlos Vélez. “Queríamos que la gente saliera verraca a votar”. La campaña del No, –y me remito a lo que Vélez dijo en su entrevista– nunca se refirió a lo que decían los acuerdos sino que se dedicó a exacerbar los ánimos y las pasiones con mentiras para lograr despertar el odio y la indignación. Es decir, mientras los negociadores explicaban los puntos del acuerdo con términos que nadie entendía, los del No se dedicaban a crear mentiras con el propósito de que los votantes salieran a las urnas impulsados por la rabia. A los habitantes cercanos a la frontera con Venezuela les sembraron el temor de que Colombia se iba a volver como ese país si el Sí ganaba, mientras que a los empresarios los conquistaron recordándoles que Santos los había traicionado con el aumento en los impuestos. Así envenenaron a Colombia y desde entonces estamos indigestados.

¿Por qué traigo a colación esta historia reciente? Porque salta a la vista que la  estrategia del No se está volviendo a armar con miras a ganar las  elecciones de alcaldes y gobernadores.

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Lo que pasa es que esta vez la estrategia es más sofisticada ya que están en el poder. Duque dice que tiene un objetivo altruista al objetar la ley estatutaria de la JEP y buscar reformar el acto legislativo que le dio base constitucional al acuerdo de paz: quiere unir al país de una vez por todas. Pero lo que ha ocurrido es todo lo contrario. Uno no puede unir al país, desafiando la institucionalidad ni los fallos de la Corte Constitucional. Tampoco puede unir al país cuando su partido intimida a los magistrados y desconoce en el Congreso de manera abierta el estatus de excombatientes de las Farc.

En realidad lo que está sucediendo es que estamos cada vez mas divididos. Su movida contra la JEP y contra los fallos de la corte, ha puesto de nuevo el foco sobre la indignación. Los del No quieren que la “gente salga verraca a votar” de nuevo en las elecciones de alcaldes y gobernadores, como lo hizo en el plebiscito. Quieren que salgamos a votar con ira y rabia sin saber en realidad por qué lo hacemos.

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Lo dice muy bien Roger Stone, el artífice del éxito político de Donald Trump cuando incluye como una de sus reglas para ser exitoso en la política la de que “nada es verdad”. Para Stone la mentira no es ni una falta ética ni es reprochable; es tan solo un método lícito para ganar las elecciones. Stone también afirma que el odio es un motivador más importante que el amor.

El odio que se siembra para sacar votos, solo se combate con la razón. Yo a diferencia de Stone todavía creo en las bondades de la condición humana. No vamos a desfallecer. No soy uribista pero no tengo por què odiar a los uribistas. Votaré con la razón.

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