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Cuba y Venezuela en su laberinto

El derrumbe del proceso con el ELN deja al desnudo el ambiguo rol de los gobiernos de La Habana y de Caracas en “la paz” de Colombia y los retos que representa el involucramiento de la guerrilla en múltiples actividades criminales en Venezuela

Germán Manga, Germán Manga
22 de enero de 2019

La decisión del presidente Iván Duque de tomar distancia de lo pactado por el Gobierno Santos con el ELN, después del reciente atentado a la Escuela de Cadetes General Santander, es jurídicamente discutible pero políticamente correcta. Detener y complicar la posible salida de Cuba de los líderes de esa guerrilla no es otra cosa que poner luces y cámaras a múltiples actos indebidos en relación con “la paz” que veían ocurriendo desde hace varios años, en estratégica oscuridad.

Pocas horas después del atentado los dos gobiernos -Cuba y Venezuela- condenaron el hecho y afirmaron enérgicamente no tener ninguna relación con el terrorismo. ¿Quién les cree?  En los ya remotos años setenta Fabio Vásquez Castaño y otros de sus compañeros de la primera generación del ELN, encontraron refugio y santuario en Cuba, una hospitalidad que se extendió hasta hoy, de generación en generación -para refugio, para logística, para “negocios”-. Hay también abundantes y documentados testimonios de la presencia de esa guerrilla en Venezuela, así como de su participación en actividades criminales en épocas de Chávez, fortalecida a niveles aterradores en los actuales tiempos de Maduro.

No son las culpas, ni la captura, ni los procesos judiciales de los máximos dirigentes del ELN el objetivo principal de la original ofensiva internacional del gobierno. Apunta más a envolver a Cuba y Venezuela en sus propias redes y en la urdimbre de ambigüedades y truculencias que tejieron en torno de nuestros procesos de paz. Como el amante sorprendido sin ropas en un closet, Cuba y Venezuela tienen pocas probabilidades de superar, sin lastimarse, el reto que les representa definir si cumplirán sus obligaciones con sus protegidos o con la comunidad internacional

Tiene mucha razón el jefe del partido de la Farc Rodrigo Londoño, Timochenko, cuando dice que el ELN tiene una miopía política inmensa. Con la bomba de la semana pasada estalló la mampara que protegía las debilidades y los contenidos espurios del proceso.  El gobierno tiene ahora todos los caminos despejados para combatir, duro y fuerte al ELN, en sus imperios de crimen -Chocó, Antioquia, Bolívar, Nariño-, pero sobre todo a lo largo de los 2.219 kilómetros de la frontera con Venezuela, que es en la actualidad una de las zonas con mayor actividad criminal en el mundo.   

Ahí reaparecen Cuba y Venezuela. El primero como estratega y gestor de la economía, la política y la seguridad en la “hermana república”. El segundo como refugio e importante sede de actividades del crimen organizado de nuestro país. Con la población otra vez en rebelión ante el derrumbe económico y moral del régimen, es comprometedora y extremadamente compleja para los gobiernos de La Habana y de Caracas la incontenible exposición en medios y redes sociales de revelaciones y testimonios de los negocios del ELN en la frontera: narcotráfico, contrabando de ganado, de combustibles, de alimentos y medicinas, secuestro, extorsión, tráfico de armas, divisas y personas, entre otros delitos. El derrumbe de los diálogos reduce al mínimo los espacios de Maduro y de su colega cubano Miguel Díaz-Canel para guardar las apariencias, mientras los aumenta a ciudadanos, medios y dirigentes de Colombia y Venezuela, para amplificar y documentar sus denuncias sobre esas alianzas del gobierno chavista con grupos armados ilegales de nuestro país.   

Según una investigación de la organización InSight Crime, el ELN, que concentraba sus actividades criminales en Apure, Táchira y Zulia, estaría ahora en 12 de los 24 estados de Venezuela, como una fuerza paramilitar al servicio del gobierno y de apoyo en actividades internas de minería, contrabando y narcotráfico. Dicen también que, en los territorios ricos en oro, -Amazonas, Bolívar, Apure- “imponen el orden e “impuestos” a la minería informal”. Gustavo Aníbal Giraldo Quinchía, alias “Pablito”, el comandante más beligerante y radical, asociado con acciones violentas y sangrientas allá y acá, y a la resistencia a la paz negociada, vive en Apure.

Pero las denuncias más espinosas apuntan a que el ELN estaría desarrollando sus empresas criminales en Venezuela en alianza con las disidencias de las Farc. Lo reveló hace pocos días, en una extensa investigación, el portal La Silla Vacía. Y lo precisa la Fundación Redes, de Venezuela: “…El ELN y los disidentes de las FARC controlan las economías criminales ilegales en la frontera entre Colombia y Venezuela”. Cuba y Venezuela arquitectos de la paz en las mesas de negociación, socios del crimen en los turbios caminos que unen a los dos países.    

Desconocer los protocolos, obstaculizar y retrasar la repatriación de los líderes del ELN es la oportunidad de oro del gobierno para visibilizar esta problemática ante la comunidad internacional. Pero sobre todo para promover, dentro y fuera del país, el análisis y el escrutinio detallado del acuerdo con las Farc en especial en lo que se relaciona con las “disidencias”, lo cual reconfirmaría algo que ya es más que evidente: son los intereses económicos, las enormes rentas derivadas de actividades criminales en especial narcotráfico, minería y contrabando, las que determinaron la para muchos sospechosa división de las Farc y el fracaso del proceso de paz con el ELN.

Atacarlos militarmente con intensidad y persistencia, cerrarles espacios, corredores y caminos, asfixiar sus rentas, destruir sus herramientas ocasionará graves daños económicos a ellos y a sus benefactores. Pero ahí aparece la cara más inquietante del problema: como están las cosas, una ofensiva de gran escala contra la nueva alianza Farc ELN tendría implicaciones importantes en la muy tensa relación con Venezuela y con Cuba, su titiritero. Es posible que ni Caracas ni La Habana estén dispuestos a “perder la cara” por temas de política internacional, pero en épocas de vacas flacas, si el daño es económico -y grande- las cosas pueden ser a otro precio.  

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