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Enrique Gómez Martínez Columna Semana

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Siete años de eufemismos, mentiras y cinismo

Y ahora se nos quiere convencer de que el “fracaso” de la “PAZ”, no es culpa de esas FARC que aún hoy no condenan el secuestro, la violencia terrorista, el reclutamiento o las economías ilícitas.

4 de diciembre de 2023

En el séptimo aniversario de la firma de los acuerdos de paz de la Habana, es indispensable reconocer como la negociación misma y su posterior implementación, en la lógica marxista leninista persistente en los discípulos de Stalin, fueron y son una extensión de la guerra para alcanzar la revolución, cuyo único objetivo es la conquista del poder y la perpetuación en él una vez alcanzado el mismo.

De hecho, un párrafo como el anterior, en la fase evolutiva de la cooptación de instancias de poder por las FARC y sus promotores y soportes políticos, entraría a ser tipificado como un delito sancionable con pena privativa de la libertad, de acuerdo con el proyecto de ley en curso en el senado presentado por Iván Cepeda Castro.

En los escenarios de la combinación de las formas de lucha, reconocida como una doctrina perpetua y válida de las FARC como movimiento guerrillero y político, esta organización sigue siendo la mayor guerrilla del país en términos de hombres en armas, municipios con presencia permanente, secuestros, hostigamientos y reclutamiento forzado de menores.

Tenga en cuenta, estimado lector, que nada de lo que digo en el párrafo anterior se puede hoy decir.

Una parte esencial de los acuerdos y su implementación pasa por la imposición de eufemismos tecnocráticos, algunos derivados de la pseudo academia que soporta el esfuerzo revolucionario y otros derivados de la necesidad política de los promotores de los acuerdos en el gobierno Santos de darle un nuevo ropaje lingüístico a las realidades perdurables de la violencia guerrillera en Colombia, con el fin esencial de matizar, anular y a la postre eliminar las susceptibilidades del gran público frente a una realidad de a puño, cuál es que los acuerdos le abrieron espacios políticos, presupuestales, mediáticos, burocráticos, jurisdiccionales y culturales a las FARC sin que en realidad renunciaran a la lucha armada y a las economías ilícitas que la financian.

Así es que yo no debería referirme a las FARC sino solamente como un partido político. Si quiero referirme a las estructuras de las FARC que hoy en día aplican a raja tabla sus doctrinas de operación, acoso a la población civil, secuestro, reclutamiento y terrorismo selectivo y contra la fuerza pública y la infraestructura del país, con la misma simbología y la misma división funcional en frentes y bloques en los municipios PDET (“municipios de los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial”) que conocimos de las FARC-EP, debería yo hablar exclusivamente de Grupos Armados Organizados -residuales- (GAO-r) y no usar la expresión guerrillas subversivas cuando me refiera a las FARC de hoy, que son las mismas de ayer, pero a las cuales no les puedo decir FARC por cuanto eso me convierte en “guerrerista”, “enemigo de la paz”, “fascista”, “hacedor de trizas” y demás etiquetas aprobadas y de uso común hoy en el foro público la “PAZ”.

La “PAZ”, esa denominación que no implica la reducción de la violencia o el logro de la buena convivencia entre los colombianos al cobijo del estado de derecho, no.

Esta “PAZ” es otra, que llena la boca y las barrigas de los burócratas y activistas a sueldo de cientos ONG’S que financiamos los colombianos para que nos convenzan de que a pesar de que la violencia continúa, el narcotráfico continúa, el secuestro continúa, la minería ilegal continúa, el desplazamiento de poblaciones continúa, el reclutamiento continúa, el terrorismo continúa, las minas antipersona continúan y un largo etcétera continúa, la “PAZ”, esa que los alimenta, les da pantalla constante en los medios, les permite revisar y reescribir su historia de crimen e infamia y difundirla a las nuevas generaciones, les permite revocar fallos judiciales que condenaban con pruebas fehacientes su crueldad terrorista, esa “PAZ”, fue exitosa a pesar de que todo lo que hoy sufrimos y padecemos y nos dice que no.

Así, a los municipios que las FARC destruyó, empobreció y marginó al impedir la presencia del estado y que sometió a “sistemas legales” arbitrarios e inhumanos, los debemos llamar municipios PDET.

Al ELN, por respeto a la “PAZ”, debemos llamarlos Grupo Armado Organizado al Margen de la Ley (GAOML). A los paracos llamémoslos, ¡por favor y respeto! Grupos Armados Organizados (GAO) y a las bandolas de siniestros narcos, ¡respetémoslos!, y denominémoslos Grupo Delictivo Organizado (GDO).

Y por encima de todas las cosas no le digamos secuestro al secuestro. Para ello también los lagartos y lagartas de la “PAZ” nos han construido siniestros eufemismos: retención ilegal permanente con fines no extorsivos, retención ilegal con fines extorsivos, retención ilegal sin fines conocidos y claro, la preciosura del cinismo, la retención ilegal con fines humanitarios del exministro Prada y el excomisionado Rueda.

Un mar de eufemismos para que el pueblo colombiano no se vuelva a unir, como solo lo he visto en mi vida una vez, en ese gran clamor contra el secuestro y las FARC de 2008.

Y ahora se nos quiere convencer de que el “fracaso” de la “PAZ”, no es culpa de esas FARC que aún hoy no condenan el secuestro, la violencia terrorista, el reclutamiento o las economías ilícitas. Hoy en este nuevo aniversario del fracaso, en un mar de impunidades para las FARC y para quienes en el estado violaron la ley y los derechos humanos, nos quieren convencer, válgame Dios, que somos todos los colombianos los culpables de no cumplir los acuerdos en su inmoral premisa fundacional: dame tierra, dame plata, dame legitimidad o sigo matando.

Triste aniversario de eufemismos, mentiras y cinismo.

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