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¿Tiene derecho el “Hombre Marlboro” a ser alcalde?

Encuentro deplorable que en Colombia sigan empeñados en borrar del todo las desdibujadas líneas que separan el bien del mal.

Salud Hernández-Mora
15 de julio de 2023

¿Por qué aplauden que Pastor Alape aspire a la alcaldía de su pueblo y repudian que Santander Lopesierra intente lo mismo en el suyo? Ninguno debería ser candidato a nada, pero ya que se lanzaron o están a punto de hacerlo, veo dos diferencias sustanciales entre ambos.

La primera es que el llamado “Hombre Marlboro” pagó 18 años de cárcel en Estados Unidos por narcotráfico. En teoría cumplió su castigo, puesto que el mal lo causó allá.

Pastor Alape no ha pisado la prisión. Ni siquiera lo han sentenciado a cultivar lechugas. Será candidato sin resarcir a la sociedad el daño causado.

La segunda. El guajiro de Maicao cometió los graves delitos de lavado de activos y tráfico de cocaína. Pero no mató a nadie ni lideró una banda de matones.

El paisa de Puerto Berrío es autor de crímenes de lesa humanidad. Desde el secretariado de las Farc, al que perteneció, obligaron a reclutar menores de edad, obligaron a abortar a las guerrilleras embarazadas. Y a fusilar a desertores y secuestrados que intentaban fugarse. Él mismo, como subversivo, asesinó, extorsionó y desplazó a civiles.

Tiene, por tanto, las manos manchadas de sangre. Seguro que en Puerto Berrío, que padeció la barbarie guerrillera y paramilitar, habrá víctimas que se sientan humilladas por un Estado que permite que un criminal pueda un día gobernarlos.

Encuentro deplorable que en Colombia sigan empeñados en borrar del todo las desdibujadas líneas que separan el bien del mal. Sabemos que no todo es blanco y negro, que hay grises. Pero existen principios irrefutables: no tienen perdón quienes reclutan niños y los convierten en matones; quienes los enlistan y los asesinan porque anhelan volver a sus hogares; quienes secuestran menores de edad para sacar plata a sus papás; quienes aceptan usar niñas como esclavas sexuales; quienes las obligan a abortar, así el bebé tenga 8 meses.

Lo contradictorio, lo desconcertante, lo que provoca una desigualdad injustificable, es que la Constitución cierre el paso a narcos que pasan años tras las rejas, pero deja que autores de atrocidades ocupen curules, sean alcaldes (el de Turbaco) y prediquen de ética y moralidad.

Lo lógico sería que un traficante de cocaína no aspirara a ser alcalde de ninguna población y que la sociedad lo rechazara. Pero en Maicao, donde estuve esta semana para entender el fenómeno de Samuel Santander Lopesierra (“Santa” para sus paisanos y “Hombre Marlboro” para el resto del país), 60.000 firmas lo respaldan.

“Si las elecciones fuesen mañana, Santa ganaría sobrado”, me dijo un maicaero. Lo votará por algo tan simple como agradecer la bicicleta que le regaló el entonces senador, en un diciembre lejano, cuando era un niño.

Otras personas agregaron una cualidad escasa entre los políticos. “Es prudente. No le tira piedras a nadie, no habla mal de nadie. Muestra mucho respeto a los demás”, sentenció uno que lo conoce y corroboraron varias voces más.

Retornó a Colombia en agosto de 2021 y aunque se afincó en Barranquilla, continuó viajando con frecuencia a Maicao. Ese mismo año retomó la entrega de regalos navideños a los niños, una tradición de su etapa de senador. Junto a la vieja casona familiar, ahora deshabitada, repartió obsequios a todos los que llegaron. Igual que en 2022. La diferencia con otros políticos, resaltaban jóvenes y adultos que entrevisté, es que da bicicletas, patinetas y juguetes buenos.   

Otros alegaron que lo apoyan porque fue un patrón generoso, como su papá, en la bodega que regentó. Estudió en Estados Unidos y desarrolló una carrera política, a la sombra de su papá –un gamonal liberal que amasó una gran fortuna vendiendo cigarrillos Marlboro y whisky que traía de Aruba y Panamá. Además de heredar del progenitor el oficio de contrabandista en la época en que esa modalidad de comercio era normal en Maicao. Pero Santa le agregó el narcotráfico.

“Nunca fue matón. Todo el tiempo fue social”. “Puso la luz en San Francisco, que antes era un barrio de invasión”. “Era una familia rica y él, un niño consentido. No tenía por qué meterse en eso (narco)”. “Era muy querido y ayudaba a la gente”. “Compraba las drogas y te daba para el transporte cuando tenías una cita médica”. “Acá el voto es un tema de compadrazgo. Lo votas porque sientes que te va a ayudar después”. “Es el único guajiro que ha tendido la mano en Maicao”. “Era muy generoso. Pagaba a sus empleados más del salario”. Es un guajiro “pura sangre”, “puede atraer a wayúus, árabes, mestizos y blancos”.

Otros señalaron que lo votarán porque sí, porque les da la gana. Ser contrabandista o haber traficado cocaína no son razones de peso para muchos ciudadanos hastiados de gobernantes corruptos. Por eso cuenta más un regalo en Navidad que promesas electorales o un programa de gobierno. Y no nos digamos mentiras. El país corrió la línea ética hace rato. El “Hombre Marlboro” es un producto de la tierra. Esa que ensangrentaron los Alape de turno con dineros del narcotráfico.

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