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Un incendio y lo que viene

El cambio climático además tiene como gran característica los eventos extremos, en nuestro caso sequía y lluvias.

Francisco Santos
27 de enero de 2024

No es por minimizar lo sucedido esta semana en los cerros de Bogotá, pero los incendios son menores comparados con los de Canadá o Estados Unidos, producto del cambio climático. Afortunadamente, hay que decirlo, pues lo que estos incendios demostraron es, primero, lo poco preparados que estamos para algo mayor que seguramente se va a dar; segundo, cómo llevamos como país década y media sin hacer nada verdaderamente relevante de adaptación a este fenómeno y, tercero, al llegar a las narices de Bogotá, ojalá por fin pasemos de la carreta y los “proyecticos” a una verdadera política de adaptación al cambio climático.

En los últimos 20 años es poco o nada lo que se ha hecho. Recuerdo cuando era vicepresidente, como presidente de la Comisión Colombiana del Océano, con el Invemar hicimos un estudio de escenarios del impacto del cambio climático en las costas e islas colombianas. Algunos datos: San Andrés perdía el 30 por ciento de su territorio y quedaba sin agua potable en un escenario medio. El Laguito, parte de Bocagrande y la ciudad vieja quedaban bajo el agua en Cartagena. En Santa Marta, en pleno boom de la construcción en la zona de Pozos Colorados, el estudio daba que esta se inunda hasta la carretera. El desastre es igual en Coveñas, Buenaventura y Tumaco. En fin, grave. Lleno de responsabilidad, presenté el estudio y propuse frenar todas las construcciones en Pozos Colorados, empezando por Sierra Laguna, un gran proyecto. ¡Quién dijo miedo!, la reacción de los gremios, empresarios y operadores fue tan contundente que hasta ahí llegó la iniciativa. Claro, era otro momento político y económico, y el tema del cambio climático no tenía el auge de hoy. Era pelea de tigre con burro amarrado, pero los hechos son ineludibles y en el corto futuro algo habrá que hacer.

¿La pregunta es qué hacer? ¿Quién lo paga? ¿Prioridades? En los ocho años de Santos, los cuatro de Duque y en lo que llevamos del Capitán Planeta, así le dicen a Petro, poco se hizo. Sí, mucho anuncio, mucha conferencia, pero política pública real de largo plazo, con metas medibles, nada. Salvemos entre todos el Amazonas: síííííí, we are the woooorld. Hoy destruyen más Amazonía que nunca. Y el Capitán Planeta quiere de socio en esa lucha a Maduro, uno de los grandes depredadores de ese ecosistema. Santos comenzó bien. Creó el fondo de adaptación con muy buen presupuesto después de las inundaciones de 2010 en Atlántico. Sin embargo, la política se impuso y se convirtió en caja menor de la mermelada. Acabaron haciendo cosas y algunos estudios, valga la pena decir, pero cómo proteger las costas, cómo acumular agua durante las lluvias para manejar las sequías, cómo crear verdaderos cuerpos de bomberos para atacar estos incendios o cómo manejar la transición energética, nada. Duque tuvo mucho cuento en ese tema. Salvemos la Amazonía entre todos los países. Se dieron reuniones de presidentes, pero ¿cambió en algo la adaptación a lo que viene? Ni bomberos especializados tenemos y el Amazonas sigue en un terrible deterioro. Nuevamente, podemos encontrar proyectos, pero ¿cambio real? Nada. Y llega el Capitán Planeta, héroe de la humanidad, que lo primero que hace es decir en Naciones Unidas que el petróleo es peor que la coca, pero olvida varias cosas, que la coca es un gran depredador de la selva virgen y que la mejor manera de ganar aliados es con sensatez. Esa platica se perdió. Segundo, el Capitán Planeta propone como socio para salvar la Amazonía al primer depredador amazónico del mundo, Nicolás Maduro. ¡Ratones a cuidar el queso! Y como tercera gran política, el Capitán Planeta plantea que en vez de utilizar las empresas colombianas de gas y petróleo que pagan impuestos, que dan empleo y cuyos recursos pueden utilizarse para esa gestión ambiental, le compremos el gas y el petróleo a Venezuela. Afirmativo, Capitán Planeta, ese gas y ese petróleo no contaminan, proceda con la operación.

Triste decirlo, pero con el Capitán Planeta tampoco es mucho lo que va a cambiar y es muy posible que, como todo lo que está haciendo, volvamos al pasado y deje las cosas mucho peor de como estaban. Pero eso sí, el Capitán Planeta saca pecho. Pero a ese gato hay que ponerle cascabel.

A mediados de la próxima década o unos años más, las lluvias en las zonas donde está la fuente de nuestra energía –las hidroeléctricas– va a descender 30 por ciento. ¿Cómo vamos a enfrentar ese reto energético? Ya hay que armar un plan para salvar a San Andrés y a Providencia. Lo mismo las costas del Caribe y del Pacífico.

El cambio climático además tiene como gran característica los eventos extremos, en nuestro caso sequía y lluvias. ¿Están Cali, Medellín o Bogotá preparadas para enfrentar una inundación masiva por cuenta de sus respectivos ríos, algo que se va a dar con un evento extremo? ¿Cómo se van a expandir los desagües en las ciudades para esos eventos? ¿Cómo protegemos los páramos de las sequías extremas, pues estos son fuente fundamental del agua del país? Ojalá estos incendios, provocados o no, sacudan a la ciudadanía a fin de que despierte a los políticos para que dejen la carreta y de verdad armen una iniciativa realista de adaptación a lo que viene. Sin los excesos de los ambientalistas, que muchas veces son los peores enemigos de una solución al problema, como pasa con la energía atómica, para solo mencionar un tema, pero con ciencia, con metas, con seguimiento y con educación. Mientras tanto, ánimo, Capitán Planeta, que con carreta salvamos la humanidad.

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