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¿Un mal necesario?

El Nuevo Liberalismo por fin surge como una fuerza relevante con un caballo potente a mostrar, rodeado por varias orillas políticas.

Martín Peñalosa
1 de noviembre de 2023

Creo que no soy el único que llevaba un año y medio de desasosiego político. Había perdido el apetito de leer noticias nacionales, ya que cada una era más desoladora que la otra. Los escándalos del Presidente y su gobierno se han vuelto rutinarios y, en algunos casos, extrañamente cómicos. Sin embargo, este domingo cambió todo. Lo que en algún momento percibí como una hecatombe inminente, las elecciones regionales me hicieron pensar: ¿será que el gobierno de Petro, pensando en un largo plazo, es realmente el escenario ideal?

La verdad es que la llegada de un presidente de izquierda era inevitable. Colombia, antes de las elecciones del 22, era una olla a presión. Se vinieron encima dos décadas cargadas de tensión política: ocho años de Uribe y las tensiones políticas que trajo, potenciadas por el proceso de paz de Santos y el plebiscito que dividió el país, cerrando con una pandemia global, marchas multitudinarias de dimensiones históricas y un gobierno de Duque que la oposición tropezó y debilitó desde el primer día. De manera que, si no era Petro ahora, era alguno de su combo, o él mismo, en el 2026.

Ahora bien, observando el año y medio de gestión que lleva el presidente, que sin duda ha sido nefasto, no sería una locura asegurar que podría ser mucho peor. Los expertos afirman que lo que un presidente no logra concretar en su primer año de mandato, difícilmente lo puede sacar adelante después, y a este gobierno ya se le acabó su luna de miel.

A los actores y cantantes ya no les parece tan sexi tener un presidente de izquierda, el abrazo ancestral de Francia no es tan llamativo cuando está montada en un chopper y los burdos escándalos de corrupción y despilfarro tienen aterrados al centro bienpensante (Rudy Hommes y Alejandro Gaviria, entre otros) que alguna vez lograron cautivar. Además, su maniobrabilidad política se ve aún más amenazada después de este domingo.

Cuando hay sangre derramada, los congresistas son los primeros en detectarla. Las grandes reformas que quiere pasar Petro (laboral, salud, pensional) todas tienen que ser aprobadas por el Congreso y cada vez se ven más lejanas por la creciente impopularidad del presidente.

En el Senado y la Cámara, el criterio de votación de muchos congresistas es todo menos técnico y, no obstante, lo que les estén dando por sus votos ya se está volviendo evidente para estos congresistas fletados, la inconveniencia de estar muy cercanos al gobierno. Visto de esta manera, en los cuales los cambios estructurales y que mayor riesgo presentan al país pueden llegar a fracasar, ¿será que la presidencia de Petro es un escenario positivo?

Asumiendo la ineludible llegada de la izquierda al poder, por lo menos nos tocó el peor dirigente para representarla. Una realidad más peligrosa hubiera sido un presidente con la misma ideología de Petro, pero que fuera funcional: que mantuviera un gabinete ministerial ejecutando y organizado, sin escándalos de corrupción y familiares, que no fuera la burla de la prensa internacional y que realmente atendiera a sus compromisos. A nosotros, al parecer por suerte, nos tocó un charlatán muy poco ejecutivo, que no ha podido hacer (casi) nada de lo que ha querido.

Ahora bien, sí ha habido daños graves y hay riesgos todavía latentes. La seguridad del país, especialmente en las regiones, está muy deteriorada. La construcción está pasando por su peor crisis en décadas, el sector salud está gravemente amenazado, hay una fuga de capital e inversión, y el crecimiento económico del país está estancado, reportando apenas un crecimiento del PIB el trimestre pasado de apenas el 0,3 %.

Esto y mucho más ha sido terrible, pero mejor combatir esto ahora mismo que haberlo postergado. Una presidencia de Rodolfo probablemente habría sido mediocre o peor y hubiera servido solo para aplazar la llegada inevitable de la izquierda. Ahora, con Petro sin una gobernabilidad aparente, solo falta aguantar y esperar que él mismo continúe su implosión.

Lo que sí es seguro es que el tablero político no es el mismo hoy que el de hace una semana. Las elecciones regionales muestran un deseo nacional contundente por el cambio: gobiernos serios que prioricen la seguridad, desarrollo económico y orden, el opuesto de lo que se ha visto en este gobierno.

Emergen nuevos jugadores relevantes de los cuales la oposición hasta ahora carecía: el Nuevo Liberalismo por fin surge como una fuerza relevante con un caballo potente a mostrar, rodeado por varias orillas políticas. La alcaldesa Claudia López intenta capitalizar la victoria de Galán, cuando en realidad su victoria fue un mensaje tajante de rechazo a su gestión.

Quintero, que se veía como el continuismo de Petro para el 2026, quedó borrado del mapa y Antioquia recobró su rumbo como la región exitosa que es. Y Cali, que surgió como la gran sorpresa del domingo, tiene una gran expectativa del tándem Eder-Dilian, que combina un nuevo aire a la política valluna, pero con un gran bagaje en asuntos públicos en el departamento y mano dura, que hace falta en la región en estos momentos.

Un escenario así, con un gobierno cojo que salga por la puerta de atrás en dos años, sin haber logrado sus nefastas reformas y que haya perdido el apoyo del pueblo, puede considerarse una buena salida de un mal necesario para luego asegurar otras dos décadas de progreso ininterrumpido.

Si ya superamos a Samper, que fue un Petro, pero del Jockey, cómo no vamos a poder hacerlo ahora con Petro y con un panorama mucho más favorable. Ahora tenemos un empresariado más potente y conectado al mundo, dinámicas globales que están propiciando una regionalización de las Américas, con Colombia como un jugador clave en esa fórmula y con una marca de país más mercadeable, que se ha logrado con nuestros artistas, músicos, selección de fútbol, turismo, start-ups y desarrollo económico y social en general. Sigámosle apostando a la ineptitud del gobierno y la suerte está a nuestro favor.

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