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UN SECUESTRO INUTIL

Semana
27 de mayo de 1996

¿Que piden en realidad los secuestradores de Juan Carlos Gaviria Trujillo acambio de su libertad? Hay distintas interpretaciones al respecto, pues una cosa es lo que se dice en los comunicados y otra muy distinta lo que se huele en el aire. Y, en Colombia, lo segundo suele ser más seguro que lo primero.Fue muy hábil el giro que le dio al asunto Gabriel García Márquez en su respuesta al lanzamiento presidencial que hiciera de su nombre la gente de Dignidad por Colombia. Porque, sin ser agresivo, fue enfático en que no acepta diálogo con rehenes de por medio, pero a la vez abrió el terreno para una contrarréplica de los supuestos captores sobre el tema de la política en Colombia.Si lo que ellos piden es verdad, el secuestro de Juan Carlos Gaviria no tiene sentido. Aparte de que secuestrar es, en sí mismo, condenable, no se necesita un rehén para decir que se quiere al Vicepresidente (o a cualquiera otra persona) en reemplazo de Ernesto Samper; que César Gaviria se haga cargo de la dirección liberal, y que los políticos corruptos no vuelvan a ser elegidos jamás.Esto mismo, con o sin matices, es lo que viene pidiendo mucha gente en Colombia sin necesidad de apuntarle con un revólver en la sien a una persona desarmada. Hay quienes defienden la permanencia del Presidente en su silla; otros quieren que se vaya rápido; algunos dicen que hay que esperar el juicio en el Congreso, y los de más allá no confían en el Parlamento como juez.Hay propuestas de ley de punto final para proscribir para siempre a los políticos corruptos de hoy; el gobierno propone adelantar elecciones o legitimar su mandato a través de un referendo... En realidad, no hay novedad en lo que plantean los de Dignidad. Pero sólo ellos están secuestrando a alguien para imponer sus tesis.Es posible, sin embargo, que eso no sea lo que quieren y que estén disfrazando de político el secuestro. En el aire flota la tesis de que se trata de un seguro de los narcos para impedir que en Colombia se vuelva a la extradición de nacionales a Estados Unidos.Si este fuera el caso, la retención de Gaviria Trujillo también es un secuestro inútil.La extradición fue una de las pruebas de fuego del país durante las épocas del narcoterrorismo de Pablo Escobar, y vamos a pasar muchos años en el debate acerca de si se prohibió por miedo a los narcos o por un asunto de principios. Debe haber algo de ambos.El hecho es que la Constitución Nacional prohíbe la extradición, y que no hay alguien importante dispuesto a revivirla. Uno podría garantizar que cualquiera que sea el gobernante colombiano de los próximos años (Samper, De La Calle u otro), mantendrá la tesis de la no extradición, aun en el evento previsible de una presión intensa del gobierno norteamericano.En síntesis, los secuestradores del hermano de Gaviria no necesitan un rehén para hablar de política o para evitar la extradición.El asunto tiene que solucionarse de la única forma posible (su libertad incondicional) antes de seguir adelante. Sus autores _que con seguridad conocen el pasado inmediato en estas materias_ deben saber que a la hora de la verdad este tipo de presiones hace imposible una negociación por debajo de la mesa. Y que los eventuales negociadores no pueden ir más allá de lo que la normatividad y la opinión pública permiten.

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