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Unificar periodos como suicidio político

Mucho se ha hablado sobre la inconstitucionalidad de la reforma que pretende unificar los períodos de autoridades nacionales y locales, pese a lo cual el Congreso pretende avanzar en esta iniciativa.

Julia Londoño, Julia Londoño
18 de octubre de 2018

Los parlamentarios saben que al final la propuesta no va a sobrevivir pues es imposible asumir el costo político de mantener la incertidumbre sobre las elecciones hasta mayo o junio del año próximo cuando debe terminar de tramitarse el Acto Legislativo.

El 27 de junio se abre el período de inscripción de candidaturas y durante los meses previos a esa fecha la presión de miles y miles de candidatos, al igual que la de las instituciones electorales, generará una tensión tan grande que será imposible mantener vivo un proyecto de esa naturaleza. Esa tensión tendrá un protagonista central, el propio Centro Democrático, que en la última elección local tuvo un desempeño cercano a tan sólo el 10% de la votación y que tiene muy poca representación local. El proyecto de ese partido ha sido avanzar hacia su territorialización porque de esa manera asegura su supervivencia más allá de la vigencia política de Uribe. Ya lo logró en la Cámara donde alcanzaron más del 20% de la representación duplicando su presencia. El CD sabe que es el momento de extender su base territorial y no va a desaprovechar la oportunidad.

El proyecto está destinado a morir y mientras más pronto fallezca mejor, pero la presentación y avance de un proyecto de esta naturaleza revela varios aspectos importantes sobre la naturaleza actual de la política en Colombia y los efectos que ello tiene sobre nuestra democracia.

Lo primero que pone en evidencia es el intento desesperado de varios sectores, especialmente Cambio Radical, de modificar las reglas para facilitar su regreso al poder. Tanto la reforma política que busca unir la primera vuelta a la elección parlamentaria, como la unificación de calendarios son una muestra del desesperado intento de que la maquinaria vuelva a controlar el proceso electoral. Si en la elección pasada se hubiesen aplicado las reglas que ahora pretenden imponer el resultado sería que German Vargas estaría de Presidente y no Iván Duque.

Lo curioso del caso es que los partidos tradicionales, pero especialmente aquel que tiene desde ya candidato para 2022, no han entendido que los que tienen que cambiar son ellos  y no las reglas. Muchos esperábamos que el campanazo de la elección presidencial junto con los resultados de la consulta anti corrupción hicieran entender que el cambio social que ha vivido Colombia es incompatible con la forma tradicional de hacer política…pero no.

Una sociedad cada vez menos pobre (y por tanto menos necesitada del clientelismo) más educada y mejor conectada no puede estar representada por partidos que usan el clientelismo y la corrupción como principales mecanismos de reproducción política. Lo que esa sociedad requiere son partidos más programáticos e institucionalizados, más conectados con las nuevas demandas y con las nuevas agendas emergentes, cada vez más visibles gracias al pos conflicto.

Si los congresistas siguen comportándose de una manera que no solo no corresponde a las demandas ciudadanas sino que buscan represarlas y someterlas a sus propios intereses, lo único que van a lograr es terminar de enajenar las clases medias urbanas  y los nuevos grupos de interés que han aparecido, los cuales van a reaccionar dando una estocada al sistema de partidos.

Si los liberales, conservadores y la U pretenden seguir copiando la agenda regresiva de Cambio Radical lo único que van a conseguir es ir juntos a la tumba. Así se suicidan los partidos.

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