Home

Opinión

Artículo

Urabá, una historia no contada

Jorge Giraldo exalta la evolución de Sintrainagro, el sindicato que sobrevivió a la violencia.

Semana
1 de mayo de 2005

De Urabá se habla más de lo que se sabe. Su nombre sonoro y aborigen, como todos los que llenan su geografía, transmite una leyenda impronunciable. Hace 100 años se le entregó a Antioquia en compensación por la desmembración de Caldas. A Urabá se le ha llevado y traído de cuenta del centralismo blanco, y sigue esperando que gentes como don Gonzalo Mejía, el pionero de la carretera paisa al mar, vayan y les ayuden a abrirse el mundo en lugar de mantenerla lejana e intocada. Precisamente, después de la historia eterna y cuasimítica de dicha carretera todos los relatos sobre Urabá son acerca de la misma inmundicia de siempre: explotación, saqueo, desplazamiento, discriminación racial, guerras, gamonalismo. No hay que culpar a los historiadores. Era lo que había. Sin embargo, hace 15 años esa historia ha ido cambiando de manera dramática. Y dado que no puede ni enunciarse en tres mil caracteres, dedicaré las líneas restantes a esbozar la trayectoria de la principal organización civil de la región, es decir, del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Industria Agropecuaria - Sintrainagro. La historia que quiero contar comienza con la paz parcial de principios de los años 1990 que llevó a la desmovilización del Epl, la principal guerrilla de la región, y de la Corriente de Renovación Socialista, la más pequeña. Sintrainagro era ya en esos años la principal organización social rural del país y había establecido, mediando la cordura del empresariado bananero, la única experiencia colombiana de negociación laboral por rama de industria. Como decir, que la modernidad sindical entraba a Colombia por El Darién. Esos primeros años fueron de tragedia. Hasta 1996 las Farc y las autodefensas se dedicaron a hacer su pulso militar matando indefensos trabajadores de las plantaciones. Sólo entre 1994 y 1996 las Farc asesinaron cerca de 300 obreros bajándoles de los buses que los trasladaban a las fincas, amarrándolos y fusilándolos a mansalva. Al final sólo mataban a machete para ahorrar municiones. Este genocidio pretendía recuperar con sangre lo que nunca había ganado con prédicas. El Sindicato sobrevivió a esa marea de sangre. Con el apoyo de la Escuela Nacional Sindical y de los sindicatos finlandeses se dedicó a forjar un nuevo liderazgo que relevara sobre la marcha a los muertos y a pensar en su proyección como alternativa política y social en la región. La primera es sabida. Esperanza, Paz y Libertad, el movimiento político que surgió de la paz del viejo Epl, se afianzó como fuerza regional y obrera, y en 10 años conquistó y mantiene varias alcaldías, escaños en los concejos y su potencia compite eficazmente con el histórico liberalismo de la zona. El poder social es menos conocido. Sintrainagro tiene 20 mil afiliados y es el sindicato más grande del país, exceptuando los magisteriales. Pero lo más importante es que ha construido una nueva forma de hacer sindicalismo. Su presidente, Oswaldo Cuadrado, un negro nacido en la región, lo cuenta despacio, con voz baja y entre sonrisas como si fuera muy fácil. Hicieron su escuela de líderes, otra para formadores y una más para las mujeres, aunque eran apenas el 10% de la fuerza laboral. Crearon una fundación para realizar sus propios proyectos de vivienda y dar un hogar digno a los jornaleros que antes vivían en campamentos miserables de 20 metros cuadrados en medio del olor de la boleja y la aspersión de herbicidas. En el barrio más pobre de Apartadó construyeron un colegio con el apoyo de los sindicatos españoles. Cansados de hacerle paros al Seguro Social mientras la gente se enfermaba más en las colas interminables de los hospitales, se asociaron con una EPS nacional para que fuera a Urabá a atender su gente. Como dependían de los servicios locales crearon su propia institución prestadora de servicios de salud. Ahora quieren prestar directamente el servicio de mercadeo a su gente. Parece magia pero no es. Allí lo que ha sobrado es heroísmo, imaginación, voluntad y emprendimiento. A Oswaldo Cuadrado se le apaga la sonrisa diciendo que en 20 años de trabajo social apenas está descubriendo a los más pobres de los pobres, una infraclase al lado del bananero que hoy es más digno que nunca antes, aunque le falte. Y su organización quiere hacer también por ellos. Falta mucho por hacer y las Farc acechan desde Abibe y el Atrato Medio, pero en 40 años Urabá ha vivido el pasado de toda Colombia y está haciendo ya el futuro que otros esperan pasivamente. *Investigador

Noticias Destacadas