CAMILO DÍAZ

Las cosas que nos unen

A todos nos une el hecho de ser colombianos y el deseo de construir un futuro mejor.

Camilo Díaz, Camilo Díaz
28 de noviembre de 2020

A los colombianos son más las cosas que nos unen que las que nos dividen, aunque recientemente las principales fuerzas políticas han basado su “éxito” en dividirnos entre buenos y malos o entre comunistas y neoliberales.

Ahora que se avecina el año de preparación electoral, los supuestos líderes ya no hablan de rivales, sino de enemigos, trazando una línea divisoria entre quiénes tienen las mismas ideas y los que no.

Si alguien no está en el mismo grupo, pasa al bando de los enemigos. Es todo un problema para nuestra sociedad, porque eso, en lugar de construirla, la erosiona. La constante ya no son las ideas, sino la pugnacidad del lenguaje.

Esas son las cosas que nos dividen, bobadas de los que de ahí obtienen réditos políticos para mantenerse en el poder o disputarlo. La consecuencia de eso es que nos distrae de lo verdaderamente importante, embobándonos en debates insignificantes, cuando no personales.

En cambio, lo que nos une es mucho más y es el anhelo que buscamos todos los colombianos, de cualquier filiación, de cualquier edad, de cualquier idea política y de cualquier religión.

Todos buscamos progreso, para los que trabajan, para los que tienen empresa, para los que están estudiando y los que disfrutan del retiro. Eso nos une a todos, serán muy poquitos los que puedan decir que no esperan que al país le vaya bien, o que no piensan en el progreso.

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En ese sentido, la que más lucha y es el pilar de sostenimiento del país es la clase media, que está quedando atrapada en un debate estéril de ideas vacías, sustentadas en la pusilanimidad de líderes negativos que buscan objetivos personales y han dejado a un lado las preocupaciones genuinas de la sociedad.

Esa clase media vive atrapada en la lucha por conservar el empleo, en un mercado laboral al que le cuesta generar empleos de calidad adecuadamente remunerados.

Acosada por los constantes intentos de aumentar la carga impositiva sobre las frágiles rentas del trabajo. Fatigada porque las cotizaciones a salud se convirtieron en un impuesto escondido pues cuando llega la hora de usar los servicios la atención es deficiente.

Endeudada pagando la hipoteca y el carro a unas tasas de interés que podrían ser menores.

Preocupada para pagar la educación de los hijos o acceder a los escasos cupos de educación superior en el sistema público de universidades.

Angustiada en la incertidumbre sobre si podrá o no pensionarse con una asignación que sea suficiente para mantener un buen estilo de vida.

Los empresarios –especialmente los pequeños– también viven sus angustias: navegan entre las reformas tributarias anuales (Duque presentará su tercera tributaria en 2021), la competencia desleal de los lavadores de activos y el contrabando, el estrecho acceso al crédito para algunos sectores y el alto costo de los intereses comparados con los costos de financiamiento de nuestros competidores, la evidencia de que los TLC sin preparación debilitaron el aparato productivo, y una economía encajonada en el centro del país con infraestructura insuficiente.

Todo ello dificulta la actividad empresarial.

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No hay nada de malo en que quienes viven de su trabajo se busquen mejores condiciones laborales y salariales, puesto que es con lo queles  proveen bienestar a sus familias, y su consumo mueve la economía.

Tampoco hay nada de malo en tener una finca grande, ni en tener una empresa y generar riqueza.

El problema es que acá nos vienen dividiendo en tildar de comunistas usurpadores a los que buscan que las condiciones laborales no se deterioren porque a la larga eso genera economías de bajo valor y de tildar de pulpos acaparadores a los que tienen una empresa y buscan con su actividad multiplicar el capital.

La causa que nos une a todos es buscar progreso para nuestra sociedad y eso se hace con ideas bien fundamentadas y trabajo para materializar los objetivos, no con fantasías sin ninguna organización para volvernos una economía agrícola y sin ningún orden social; o pensando que, simplemente bajando impuestos, deteriorando las condiciones laborales, vendiendo los activos públicos y tirándoles todo a las fuerzas del mercado los problemas se solucionan.

Por eso, lo que hay que buscar son nuevos líderes alejados de sus rencillas personales, que puedan pensar en los debates importantes y solucionar las preguntas que verdaderamente son importantes.