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¿Por qué Duro de matar es una de las mejores películas de acción de la historia?

En 2018 se cumplen 30 años del filme protagonizado por Bruce Willis y dirigido por John McTiernan. SEMANA le cuenta por qué es una de las películas de acción más recordadas de todos los tiempos.

29 de mayo de 2018

Un policía de Nueva York visita a su esposa en Los Ángeles. Es Navidad y ella celebra con sus compañeros de trabajo en el edificio Nakatomi. De pronto, un grupo de personas armadas entra a la fiesta y toma a los invitados como rehenes. El policía, solo y fuera de servicio, es la salvación.

Muchos recuerdan a John McClaine y su Yippee-ki-yay, motherfucker, la frase que lanza el personaje principal de Duro de matar antes de asesinar a algún terrorista en sus películas. Y es que 30 años después, la producción se mantiene entre el canon de las cintas de acción que marcaron la historia del cine; “un estándar a seguir”, según la crítica. El policía, interpretado por Bruce Willis, ocupa el número doce en la lista de los cien mejores personajes de película de la revista británica Empire.

John McTiernan, el creador, que también dirigió Depredador y La caza del octubre rojo, se basó en  Nada es para siempre, la novela del estadounidense Rhoderick Thop, especialista en relatos policíacos. Pero ese libro ya había sido adaptado al cine en 1968 en una película con el mismo nombre y protagonizada por Frank Sinatra. Por eso, cuando McTiernan le propuso Duro de matar a Fox, la productora le ofreció el papel al cantante y actor, quien lo rechazó. Sylvester Stallone, Clint Eastwood y Arnold Schwarzenegger también se rehusaron a representarlo y al final quedó en las manos de Bruce Willis, hasta entonces reconocido por participar en la comedia Luz de luna.

Al debut de Bruce Willis se sumó el del británico Alan Rickman, Hans Gruber, personaje que la crítica calificó como uno de los malos más célebres de Hollywood y como “el villano definitivo del cine de acción”.

Después de su estreno, el 12 de julio de 1988, Duro de matar fue un éxito en taquilla: registró ganancias de 83 millones de dólares en Norteamérica y más de 140 millones en el mercado de otros países, superando con creces los costos de producción. No en vano tuvo cuatro nominaciones a los premios Óscar. La crítica y el público no sólo alabaron la historia, sino también las actuaciones, los efectos visuales, la edición y la música. Esta última, a cargo del estadounidense Michael Kamen, que abarca desde Novena Sinfonía de Beethoven, hasta sonidos navideños y canciones que hicieron inolvidables algunas de las escenas. (Alerta de spoiler).

Muchos hablan de Duro de Matar como un clásico del cine de acción. Y es difícil discutirlo cuando se ven escenas como en la que McClaine corre por una azotea mientras esquiva los disparos desde un helicóptero, o cuando el villano Hans Gruber cae desde uno de los pisos más altos del edificio Nakatomi. Los comentarios le dan el estatus de una obra maestra y alaban la construcción del guion: “cada elemento, cada personaje de la película cumple una función narrativa precisa… Acción sin barreras para entretener a todos”.

Con una calificación de 8,2 en IMDb y de 7,2 en Filmaffinity, además de cuatro películas derivadas como secuela y un cómic, la cinta se consolidó como el modelo de cine de acción de los ochenta. Incluso filmes posteriores como Mi pobre angelito (1990), Cliffhanger (1993) y Redada Asesina (2011) inspiraron varias de sus escenas en las situaciones que enfrentó McClaine.

Para hablar de un clásico hay que reconocer el valor que éste adquiere con el tiempo. La película de McTiernan no es la excepción. Treinta años después, Duro de matar es el sello de una generación que creció con héroes de carne y hueso en la pantalla.

Cinco datos sobre la película  

  1. Duro de matar iba a ser la secuela de otro clásico de cine de acción. En las primeras versiones del guión no era John McClane quien salvaba a los rehenes, sino John Matrix, el personaje de Arnold Schwarzenegger en Comando.
  2. Los cambios de color en la camiseta que usa el protagonista, a veces beige, a veces verde militar, no se deben sólo a la suciedad, sino a un error de continuidad en la producción. La camiseta blanca y ensangrentada que usó Willis al final, fue donada al museo Smithsoniano en 2007.
  3. Hay una cicatriz en el hombro derecho de John McClane que demuestra la rudeza del personaje. Esta no fue obra del maquillaje, sino una marca que Bruce Willis tenía desde los 17 años, cuando se rompió el brazo mientras practicaba lucha libre. 
  4. Al rodar la escena de la caída de Gruber, Rickman colgaba de una plataforma a siete metros de altura a la espera de que John McTiernan contara hasta tres para soltarlo. Al final, el director no llegó a tres: lo soltó un segundo antes y dejó como resultado una gran escena.
  5. Para el compositor de la música, Michael Kamen, era un sacrilegio usar la Novena sinfonía de Beethoven en una película de acción. Al preguntarle al director por la decisión,  McTiernan le explicó que era un homenaje a La naranja mecánica. Kamen, admirador de Kubrick, aceptó de inmediato.