La comunidad de 11 barrios de la localidad de Suba que lo rodean han blindado de las obras en concreto las 40,5 hectáreas que conforman el humedal Córdoba. | Foto: Grupo interdisciplinario del humedal

CONSERVACIÓN

El humedal que seis vecinos cuidan desde hace 20 años

Una acción popular comunitaria, instaurada hace 20 años por los vecinos, evitó que el humedal de Córdoba padeciera los estragos del cemento. Hoy es uno de los mejor conservados y con mayor cantidad de aves en la capital.

7 de agosto de 2020

Los muiscas dominaban el agua de la sabana cundiboyacense. Cuenta la leyenda que allí realizaban pagamentos a dioses como Bachué, Bochica y Chiminigagua como símbolo de agradecimiento y por permitirles vivir de la naturaleza.

En esa época, el territorio que hoy es Bogotá contaba con un vasto complejo de humedales protegido por los muiscas, como Huzhe Tibacuy o gran criadero de cuyes, en el norte; Tibanica, el portal de los altares, en el sur; y Tibabuyes y Jaboque, tierras de labradores y abundancia, en el occidente.

Itza, la princesa muisca del agua, gobernaba el hoy llamado humedal Córdoba, ubicado en la localidad de Suba. Se llamaba Itzatá y estaba lleno de animales sagrados para los indígenas, como ranas, serpientes, pisingos y peces.

La relación armónica con el agua empezó a deteriorarse con el asentamiento de los españoles cerca de los cuerpos hídricos. Tuvo su punto de quiebre con el incremento poblacional del siglo XX, con avenidas y urbanizaciones que acabaron con 98 por ciento de humedales bogotanos, al pasar de 50.000 hectáreas a no más de 726.

Itzatá o Córdoba quedó dividido en tres sectores por las avenidas Suba, Boyacá, Córdoba y la calle 127, esponjas hídricas que suman 40,5 hectáreas rodeadas por 11 barrios como Niza, Pontevedra y San Nicolás.

Mauricio Castaño siempre ha vivido en una de las casas del barrio Niza, que colinda con el sector tres de Córdoba, entre las avenidas Suba y Boyacá. Recuerda que cuando era pequeño jugaba con sus amigos a sacar ranas sabaneras del cuerpo de agua.

Pero nadie lo llamaba humedal. Castaño afirma que muchos vecinos lo veían como un caño maloliente por las aguas residuales y basuras. Hasta que, a mediados de los años noventa, unos vecinos conformaron la junta de acción comunal de Niza y corrieron el rumor de que era un sitio lleno de patos y aves acuáticas.

Este diseñador gráfico decidió participar en el comité ambiental de la junta, conformado por 15 vecinos que recorrieron el humedal e identificaron más de 90 especies de aves. Comprendieron lo que era un ecosistema y evidenciaron que necesitaba ayuda para no desaparecer.

En 1998, la administración distrital propuso construir ciclorrutas dentro de los humedales Juan Amarillo, Córdoba y Jaboque. Esto alertó a la comunidad. “El proyecto era urbanístico y no ambiental. El Distrito dijo que no había marcha atrás. En 2000 ganamos una acción popular en su contra, un fallo ratificado por el Consejo de Estado”, recuerda Castaño.

La acción popular les prohibió a la Alcaldía y a la Empresa de Acueducto hacer obras sin el aval de la comunidad y abrió paso para crear un plan de manejo ambiental.

Seis habitantes de Córdoba resolvieron hacerle veeduría a la acción popular. Además de Castaño, Luz María Gómez, Jorge Larrota, Luis Jorge Vargas, Luz Helena Vélez y Liborio Sánchez. En esa época, Luz María acababa de pensionarse y vivía en el barrio Pontevedra. Afirma que decidió participar en el grupo al ver que iban a talar un pino que abrazaba en sus jornadas de meditación en el humedal. “Me enteré de que iban a talar 1.500 árboles, por lo que le prometí al pino que nadie lo iba a cortar. Ahí tomé la decisión de dedicarme de lleno a defender el humedal con la comunidad de la zona”.

Castaño cuenta que entre 2005 y 2006 hicieron un documento conjunto con las intervenciones que necesitaba el humedal, ninguna con el cemento como protagonista, que fueron incluidas en el plan de manejo.

Durante tres años, Itzatá recibió aguas limpias de la quebrada Santa Bárbara. También le construyeron hábitats acuáticos, sembraron árboles nativos, recolectaron los residuos y le hicieron cerramientos en algunas zonas.

Córdoba es el único humedal en Bogotá con lo que se entiende como caudal ecológico: inyección de agua limpia. “Sin embargo, el Distrito no ha querido subsanar la eliminación de las conexiones erradas que son viviendas, industrias o edificaciones que conectan las aguas residuales al sistema de aguas lluvias, que es el que alimenta el cuerpo de agua”, denuncia Castaño.

Mauricio Castaño, Luz María Gómez, Jorge Larrota, Luis Jorge Vargas, Luz Helena Vélez y Liborio Sánchez, los defensores del humedal Córdoba.

Según este coordinador ambiental, solo en Niza fueron identificadas 144 conexiones erradas, de las cuales más de 90 aún siguen vigentes. “Eso sin contar con las nuevas que aparecen en el norte, donde al año hay hasta 2.000 conexiones. Esa es la mayor problemática ambiental”.

En 2012, el Acueducto empezó a construir senderos ecológicos. La obra tuvo la veeduría del equipo defensor. “Los senderos en el sector dos, entre las avenidas Córdoba y Suba, no afectaron la biodiversidad. La acción prohíbe el cemento y la construcción de ciclorrutas, plazoletas y alamedas”, recalca Castaño.

Los caminos ecológicos llegarán a los otros dos sectores del humedal, obras que, para Luz María, no son la prioridad. “Lo más neurálgico es mejorar la calidad del agua”, dice.

La unión comunitaria convirtió a Córdoba en uno de los humedales mejor conservados y el de mayor cantidad de especies de aves en la ciudad, 152 en total. Según la Fundación Humedales Bogotá, también hay ardillas, comadrejas, ranas, culebras y hasta murciélagos.

La organización estima que hay 125 especies de árboles, 25 de arbustos y 79 de plantas acuáticas. El sector tres es el más biodiverso. En esta zona la comunidad sembró 3.500 árboles nativos. 

Para Luz María, el trabajo en Córdoba nunca parará. Ahora trabajan con niños y jóvenes de los colegios que hacen parte de la defensa de este cuerpo de agua urbano.

En el humedal Córdoba habitan 152 especies de aves, que lo convierten en el ecosistema bogotano con mayor cantidad. Desde que Luz María Gómez supo que iban a talar más de 150 árboles del humedal, decidió meterse en la lucha por el ecosistema.

El año pasado, los defensores evidenciaron ‘micos’ en los diseños de las nuevas obras del humedal, como miradores, líneas en concreto y rampas con círculos en cemento. “Le advertimos al Acueducto que si hacía esas obras le meteríamos un nuevo desacato. Por fortuna, la nueva secretaria de Ambiente le informó que no daría permiso de ocupación de cauce hasta que las quitara de los diseños”, cuenta Castaño.

Hace unas semanas, el Acueducto inició obras sin el visto bueno de la comunidad en 300 metros del sector tres, por lo que Castaño cree que recibirá sanciones. Dice que aunque logran parar las obras, Córdoba siempre estará a la deriva de los mandatarios de turno. “Por eso nuestro trabajo nunca puede parar”.

Luz María concluye que la unión ciudadana, el enamoramiento y la construcción del tejido social permitirán salvar los 15 humedales de Bogotá. “En estos 20 años de defensa en Córdoba, la ciudadanía ha aprendido a reconocer la esencia de la vida y el privilegio de habitar en un territorio natural. Este es un ejemplo que debería replicarse en los demás ecosistemas”.