Cristian Hernández tiene 26 años y es auxiliar de enfermería en el Hospital San José de Bogotá. | Foto: Juan Carlos Sierra

INFORME ESPECIAL

“Si el paciente no puede hablar me pongo en su lugar, imagino que necesitará"

Cristian Hernández, auxiliar de enfermería, dice que lo más impresionante hoy es ver como una sola cama de UCI puede tener 10 pacientes haciendo fila. "No dejan enfriar la cama para ya acostar al siguiente paciente".

1 de agosto de 2020

Aun si el paciente no puede hablar porque está sedado, me pongo en su lugar y me imagino que necesitará. Sé que es incómodo estar en la misma posición por dos horas. Cuando duerme una persona hace 72 cambios de posición y ellos no pueden, entonces uso la empatía para estar en su lugar, para imaginar qué puede necesitar y darle comodidad. Cuando hago ese trabajo pienso que mañana puedo ser yo. Ya me ha pasado que he atendido a conocidos: familiares de amigos, amigos, compañeros de mi área y familiares míos. Por eso digo puedo ser yo. Ahora tenemos un compañero en la UCI en malas condiciones.

Lo más duro ha sido ver la cantidad de gente que se muere. Me desempeño solo en la UCI y me duele ver la cantidad de gente que entra y la poca gente que sale con vida, o ver el reingreso de los pacientes que salieron porque se complicaron fuera de la unidad. No importa la edad, me afectan todos, pero es mucho mas doloroso ver la muerte de un joven. Es mas duro ver que ese a que le faltaba mucho por vivir está en esa situación tan triste. 

Un día le dediqué tres horas a salvar un paciente. El llegó en la noche a la UCI por falla ventilatoria. Tenia entre 33 y 35 años y a las tres de la mañana hizo el primer paro cardiaco. Lo reanimamos durante un buen tiempo, lo sacamos. Luego vino el otro y así fue un paro tras otro, hasta que el paciente falleció a eso de las seis y media. Pasamos tres horas trabajando para salvarlo y no pudimos.  Ese es uno de los tantos casos que uno recuerda por la impotencia de ver cómo a una persona tan joven y saludable se le va la vida. 

Lo más satisfactorio es cuando el paciente sale. A uno se le llenan los ojos de lágrimas cuando el paciente llora agradecido, llora de felicidad por haberle ganado la pelea a la enfermedad. Uno en esos momentos también se siente muy conmovido.

Mi mayor miedo es contagiar a mi familia. Vivo con mi mamá y tres hermanos, pero como ella tienen muchas comorbilidades hace más de un mes casi no voy a la casa. Decidimos eso porque a un compañero le pasó que infectó a su familia. Por fortuna nadie murió, pero no quiero que eso me pase. Tenemos una casa con mis compañeros de trabajo donde nos reunimos todos y comemos, dormimos y convivimos allá. Es un sacrificio que hacemos por nuestras familias.

Ya no hay camas. Es impactante cómo no dejan enfriar la cama para ya acostar al siguiente paciente. Una cama puede tener 10 pacientes haciendo fila. Obvio las desinfectamos y cumplimos con el protocolo de una manera casi instantánea y eso también impresiona. Las camas no tienen descanso como antes.