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ARQUEOLOGÍA

Los indicios del arca de Noé

Siempre se había creído que era solo un mito de la Biblia. Ahora, según nuevas investigaciones, resulta que no solo pudo haber existido sino que sería redonda.

1 de febrero de 2014

La historia es conocida por millones de personas. Dios le ordenó a Noé construir una embarcación gigantesca para salvar a su familia y a los animales de un diluvio que azotaría al planeta durante más de 100 días y destruiría todo a su paso. De esa forma aseguraría la supervivencia de la humanidad y las especies que poblaban la Tierra. Este relato milenario, que aparece en textos sagrados de varias religiones, podría ser distinto a la versión tradicional de numerosas ilustraciones, pinturas y películas. Según Irving Finkel, curador de la sala de la antigua Mesopotamia en el Museo Británico que acaba de publicar el libro El arca antes de Noé, si la nave existió tuvo que ser redonda y no rectangular como un buque convencional.

Finkel sacó esta conclusión luego de traducir un texto inscrito en una tablilla de barro del tamaño de un celular que data aproximadamente del año 1750 a.C., que se exhibe en la actualidad en el Museo Británico. El manuscrito, en escritura cuneiforme, la más antigua del mundo, es una versión de la mitología sumeria. Describe las recomendaciones que Enki, el dios de la Tierra, le hizo a Atrahasis, un personaje con las mismas características de Noé, para que construyera una embarcación circular gigantesca donde podrían estar sanos y salvos él, su familia y muchos animales salvajes durante el diluvio.

Aunque el británico George Smith también había descubierto en 1872 una tablilla similar que puso en duda la originalidad del texto de la Biblia, la traducida por Finkel incluye instrucciones precisas sobre cómo construir el arca y un detalle clave desconocido hasta ahora: tenía que ser circular. Según el texto, la embarcación debía construirse con sogas de fibra de palma, enrolladas y tejidas para reforzar la estructura de 3.600 metros cuadrados de superficie, casi dos tercios del área de un campo de fútbol, 70,1 metros de diámetro y paredes de 6 metros de altura. Además, debía estar recubierta con un compuesto elaborado a partir de materiales fósiles para protegerla del agua.

Estas dimensiones son muy distintas a las que narra el libro del Génesis del Antiguo Testamento, donde se describe el arca como una embarcación de madera con compartimientos pegados con resina. Según el texto bíblico, la construcción tenía 150 metros de largo, 30 metros de ancho y 15 metros de alto, una estructura suficientemente grande para salvaguardar a buena parte de la fauna del planeta. También contaba con tres cubiertas, una claraboya y una rampa de desembarco. Con estas medidas, el arca debió ser rectangular, similar a un buque convencional, como se ve en las ilustraciones realizadas durante siglos. Para Finkel tiene sentido que la embarcación tenga forma circular, parecida a un coracle, un bote con forma de canasta (ver recuadro).

La reliquia llegó a las manos de Finkel por primera vez en 1985, cuando ya ocupaba el cargo de curador de la sala de Mesopotamia en el Museo Británico. Douglas Simmonds le mostró la tablilla de arcilla que hacía parte de la colección personal de su padre, un coleccionista que la trajo de Medio Oriente después de prestar servicio en la Fuerza Área durante la Segunda Guerra Mundial. “Aunque quedé estupefacto porque supe que era muy valiosa, no la volví a ver sino en 2009 cuando me encontré nuevamente con Simmonds y lo convencí de que la donara al museo”, cuenta el autor.

A partir de entonces empezó la difícil tarea de traducir los 600 caracteres de escritura cuneiforme que aparecen en 60 líneas. Lo que más sorprendió a Finkel fue encontrar una palabra poco usual en dicho lenguaje, sa-na que significa ‘de dos en dos’, una coincidencia más entre la versión babilonia del diluvio con la del Génesis y el profeta Noé. “Esto demuestra la cercanía literaria entre la cultura sumeria y la hebrea”, dice el autor en su libro.

Finkel, al igual que otros historiadores, considera que los hebreos eruditos tomaron la leyenda de Atrahasis para crear su propia versión mientras estuvieron exiliados en Babilonia durante el siglo VI a.C., bajo el reinado de Nabucodonosor II. Varios estudios científicos han encontrado muchos puntos en común entre la mitología sumeria y el Génesis, como por ejemplo la historia de la Epopeya de Gilgamesh, muy similar a la del arca de Noé. Por eso es posible que el Pentateuco (que abarca los cinco primeros libros de la Biblia), que supuestamente compiló Moisés, esté influenciado por los relatos de los babilonios y que la tablilla que llegó a las manos de Finkel “confirme que los pueblos de la antigua Mesopotamia conocían esta leyenda un milenio antes de que se escribiera la Biblia”, señaló a esta revista el autor.

Aunque el gran diluvio también ha sido documentado por diversas culturas milenarias como la egipcia, la griega, la maya, la inca y la india, no existen pruebas que demuestren que se trata del mismo fenómeno descrito por la mitología sumeria, la Biblia y el Corán. Arqueólogos y geólogos han revisado los registros de grandes terremotos, maremotos o la fusión de algunos glaciares en esa época que puedan ofrecer pistas sobre este desastre natural. Si bien algunos coinciden en que pudo haber un diluvio catastrófico en el año 5000 a. C., la mayoría no cree que haya ocurrido en todo el planeta, sino en una zona específica. “El territorio mesopotámico ubicado en el golfo Pérsico es esencialmente vulnerable a las inundaciones, por lo cual es muy factible que a causa de algunos desbordamientos muy grandes se creara un mito sobre su poder destructivo”, afirma Finkel en su libro. Tampoco se conoce el paradero del arca (ver recuadro).

Pero Finkel asegura estar “un 107 por ciento convencido de que el arca nunca existió” y que se trata simplemente de un mito popular que ha trascendido las generaciones. El hallazgo, por supuesto, ha hecho saltar a los académicos especializados en la Biblia y a muchos creyentes. Joel Baden, autor y profesor del Antiguo Testamento de la Yale Divinity School señala que la tableta es un recordatorio de que la historia es maleable y, si bien todas estas versiones tienen una trama central básica, cada pueblo la escribió a su manera. “Esto no hace que la Biblia tenga menos autoridad”, dice Baden en su blog. “Nosotros somos los que le damos autoridad a la Biblia no por ser el primer ni el más confiable testimonio histórico, sino porque nos habla de la relación entre la humanidad y Dios”.

Mientras creacionistas y evolucionistas debaten sobre el tema, un grupo de ingenieros planea construir el arca tal y como la describe la tablilla recién traducida. El resultado del experimento podrá verse a finales de 2014 en un documental televisivo que pondrá de nuevo en la mira del mundo esta leyenda milenaria que no pierde vigencia.

EL BOTE CIRCULAR

Al principio Finkel estaba asombrado con la revelación de que el arca pudiera haber sido circular, pero luego admitió que tenía sentido. El coracle es un bote redondo construido con cuero o paja tejida y recubierto con una especie de alquitrán para volverlo resistente al agua. Se encuentra en muchos ríos del mundo donde se usa para pescar. “En la antigua Babilonia la gente los usaba”, dice Finkel. De este modo, el experto señala que el poeta que escribió la historia de la inundación en la tableta de piedra relató cómo debía ser la embarcación que albergaría a los animales de acuerdo con lo que estaba familiarizado. Lo interesante para Finkel es que este tipo de embarcación es muy liviana y podría hacer las veces de bote salvavidas, lo cual es ideal para la misión de salvar a los cientos de especies porque siempre va a flotar. “No tenía que ir de Londres a Nueva York; solo tenía que sobrevivir el diluvio”, dice el experto.

LOS RESTOS DEL ARCA

Finkel, como muchos otros estudiosos, no cree que la historia del arca de Noé descrita en la Biblia realmente haya sucedido. Sin embargo, se han visto casos de exploradores que señalan lo contrario. Aun en 2010, en medio del escepticismo de los académicos, exploradores turcos y chinos –pertenecientes a un grupo evangélico con sede en Hong Kong– anunciaron haber encontrado los restos del arca sepultados en la cima del monte Ararat, ubicado en la frontera entre Turquía e Irán. Luego de hacer las pruebas de carbono 14, el grupo informó que los restos tenían aproximadamente 4.800 años. En su momento hubo controversia no solo por la fecha exacta de la gran inundación sino porque muchos expertos aseguran que la Biblia no es clara en especificar dónde fue a dar el arca tras la tragedia. “La Biblia dice que quedó en Urartu, en Turquía, pero luego se asoció este sitio con el monte Ararat, un macizo de 5.000 metros de altura”, dice Jack Sasson, profesor de estudios bíblicos de la Universidad de Vanderbilt. Otros expertos señalaron que lo más probable es que nunca se encuentren vestigios del arca, pues si Noé llegó a un lugar arrasado por las aguas, sin árboles, es muy posible que haya construido un nuevo hogar con los elementos de la barca.