Escándalo

¿Quién es el papá? El escabroso caso de los médicos que dieron su semen para concebir los bebes de sus pacientes

Aumentan los casos de médicos expertos en fertilización in vitro que recurrieron a técnicas poco éticas para garantizar su tratamiento. Uno logró tener al menos 61 hijos de esta forma.

23 de agosto de 2019

Una de las consecuencias inusitadas del auge de sitios web que ofrecen exámenes para conocer las enfermedades genéticas, es que a través de ellos se ha podido conocer uno de los escándalos éticos más grandes en el campo de la fertilización in vitro (FIV) y que involucra a los médicos expertos en estas técnicas que usaron su propio semen para concebir los bebés de sus pacientes. Por ahora se habla de un caso en Canadá, otro en Holanda, pero ya van 10 en Estados Unidos.

Los primeros que se conocen ocurrieron en Indiana y Texas donde los propios médicos usaron su esperma en el proceso de FIV. Luego aparecieron otros en los estados de Vermont, Utah, Nevada, Idaho y Connecticut. El caso de Indianápolis es tal vez el más bizarro.  La protagonista es Liz White quien en 1981 acudió donde el experto Donald Cline, que promocionaba un tratamiento que consistía en usar esperma fresca, donada en el momento. El proceso requería de una alta coordinación con el donante en cuestión para que pudiera dar la muestra en los tres días de ovulación de la paciente. White aceptó pues el tratamiento convencional con esperma congelada había fallado.

En entrevista con la revista The Atlantic, White reveló que había ido al consultorio en tres oportunidades en 1981, sitio que llamaba la atención porque estaba decorado con las fotos de los niños que habían nacido gracias a su tratamiento. También fue en enero y febrero de 1982. Estas citas, curiosamente,  siempre eran agendadas cuando la clínica estaba desocupada. Así mismo debía esperar ratos mientras el médico iba a la oficina contigua a tomar la muestra. “Sentí que me violaban 15 veces”, contó White a la revista.

61 personas confirmadas genéticamente

Cline se retiró en 2009 y se declaró culpable el año pasado luego de haberle admitido a un paciente que había usado su semen para el proceso de fertilización in vitro. Dicen que citó un pasaje del viejo testamento en el que se habla de la divina concepción. Los bebés que el doctor Cline asistió ya son adultos y se han ido encontrado unos a otros. Hasta el momento hay al menos 61 personas que han sido confirmadas genéticamente como hijos suyos.

El caso de Idaho no es menos inquietante. Los padres de una bebé que nació gracias a esta técnica comenzaron a sospechar cuando su médico empezó a llorar desconsoladamente cuando ellos le contaron que se mudarían a otra ciudad. Solo unas décadas después se supo que, en efecto, la bebé que habían tenido gracias a la FIV era en realidad hija biológica del médico.

Para Jody Madeira, una profesora de leyes de la Universidad de Indiana que se interesó en los casos, el de Cline es el de un médico raro, por decir lo menos, pero ahora investiga las razones que llevaron a los otros especialistas a tomar ese tipo de decisión. Por ahora ha establecido que los expertos implicados no actuaron de manera coordinada. “Cada uno lo decidió por su cuenta”, dice.

Algunos de los doctores que ha investigado fueron donantes de esperma cuando eran estudiantes de medicina. El semen donando por estudiantes de medicina anónimos era usado comunmente en tratamientos de fertilidad. Pero, dice la investigadora “estos prometieron donantes anónimos y dieron en cambio su propio material genético”.

Parte del obstáculo para la investigación es que el registro de todos los procedimientos no era muy acertado en aquella época y los médicos advertían a los padres que no les dijeran a sus hijos que habían sido concebidos gracias a un donante.

Eso hace difícil  establecer cómo lo hicieron. En los casos de Texas y en el de Idaho, los médicos aclararon que ellos no produjeron muestras en su clínica. “Eso solo aumenta aún más el nivel de asquerosidad del caso”, dice Madeira. Y añadió que: “en últimas usaron su esperma porque era más fácil y más barato”. Y porque no creyeron que los descubrirían.