EL TABU DE LOS SENOS

Libro de médico francés afirma que en el busto se puede adivinar el pasado, el presente y el futuro de cualquier mujer.

10 de octubre de 1988

Senos, mamas, pechos, tetas, pechugas, inclusive pepetts, con esa cursilería que cree que afrancesando una palabra pierde vulgaridad para volverse delicadamente sensual y cosmopolita. Esa variedad de nombres es un primer indicio de la multiplicidad de funciones que tienen las glándulas mamarias de la hembra del ser humano: las tetas de la mujer.
La glándula pituitaria, que produce muchas clases de hormonas diferentes, sólo recibe un nombre: pituitaria.
Y en cambio estas otras dos glándulas -pues son dos, y en eso estriba uno de sus encantos sólo segregan leche, la misma por los dos lados, pero se llaman de veinte modos diferentes.

Es porque sus funciones, ya se dijo, son muchas. La más inmediata y fisiológica, compartida con las mismas glándulas de todos los mamiferos, es nutritiva: consiste en amamantar al hijo para alimentarlo durante los primeros meses de su vida. Pero los senos femeninos tienen además una función erótica de la que carecen las ubres de la vaca o las tetas de la perra: la de señuelos para atraer al hombre, al macho de la especie, y retenerlo. Es la que expresa brutalmente un viejo refrán castellano: "Dos tetas tiran más que dos carretas", con todo y sus dos parejas de bueyes. Y es a través de esa función erótica que los senos femeninos entran en el terreno de la cultura, en el que juegan múltiples papeles.

El más antiguo de todos sigue siendo alimenticio. Es el de simbolizar a la madre nutricia de las civilizaciones matriarcales, representada por las Venus esteatopigias-sólo vientre y senos-de la era Neolítica. Es un papel que, por supuesto, no desapareció con el fin del Neolítico. Se prolonga en todas las grandes divinidades maternales y femeninas del Mediterráneo, la Isis de los egipcios, la Hera de los griegos y romanos, la Astarté de los fenicios, que se representaba con una hilera de seis u ocho senos en torno al tórax. Y se mantiene incluso en ciertas representaciones de la Virgen María de los cristianos, como esas pinturas de la baja Edad Media y el Alto Renacimiento que la muestran apretándose delicadamente un pezón para alimentar con un chisguete milagroso a algún santo barbudo merecedor del privilegio. Hoy en día se pueden encontrar versiones de la gran madre amamantadora en muchas culturas del Africa Negra, en la Italia de Federico Fellini y, naturalmente, en los Estados Unidos, desde Mae West hasta los desplegables centrales de Playboy, que publican a veces senos del tamaño de globos aerostáticos.

Casi tan antigua como la función simbólica de nutrir es la de tentar. La hembra impúdica, la cortesana pecadora que muestra sus pechos desnudos al santo ermitaño para apartarlo del camino de la virtud. De esto está llena también la iconografia de Occidente, tanto pagana-desde los vasos griegos hasta los frescos pompeyanos-como cristiana, y otro tanto sucede con las culturas orientales, desde la estatuaria erótica de los templos hindúes hasta las famosas "estampas japonesas". La excepción más notable es la de China, donde los senos femeninos han sido tradicionalmente no sólo ocultados, sino desdeñados hasta el punto de ceñirlos para volverlos invisibles, del mismo modo que -todo se repite-se haría en Occidente con las actrices infantiles del cine: Shirley Temple en los Estados Unidos o la española Marisol.

Esto es así porque, en tanto que objeto cultural más aún que fisiológico rector del Servicio de Senología del Hospital de Estrasburgo, en Francia, e hijo del inventor de la ciencia de la senología, autor de un libro exhaustivo sobre el tema, recientemente traducido al español y titulado "El seno al descubierto". Según el doctor Gros, en los senos se puede ver, como en una bola de cristal, el pasado, el presente y el futuro de una mujer.
"Se ven muchas cosas-dice Gros. Si ha sufrido, si es feliz, se advierte el reflejo de su vida genital. Se adivina si ha gozado su maternidad, pariendo un niño o adoptándolo, es igual. Se puede adivinar la vida que ha llevado la mujer. Porque parir, amamantar, engordar, desear un hijo, estar enamorada, son cosas que modifican la estructura de los senos, y eso se ve al microscopio. En los senos se puede apreciar incluso el desarrollo de la civilización a la que pertenece la mujer".

De ahí el escepticismo desdeñoso con que habla el doctor Gros no sólo de los tratamientos para "embellecer" los senos ("lo siento, pero no se levanta un seno caido pasándole una pomada"), sino también de la cirugía estética para corregirlos: "En realidad no los levanta, porque habría que sujetarlos luego a alguna parte. Como lo que sostiene el seno es únicamente la piel, habría que cortarla y dejar una costura encima del pecho. Sin embargo las mujeres que se hicieron esta cirugía tienen la cicatriz debajo del busto. Porque lo que se hace en realidad es quitar el pezón del lugar donde se encuentra y colocarlo unos centímetros más arriba.
Con esto se provoca una ilusión óptica, y el pecho parece levantado".

Una simple ilusión óptica. Una cosa mental. Como señala Gros, los senos no están en realidad en el tórax de la mujer, sino en el cerebro del hombre. Por eso hablan. -
Por MARIA JIMENA DUZAN
MI HORA SENO
Eso de haber nacido especialmente generosa en materia de pectorales, tiene un problema: no se han inventado piropos que se puedan publicar.
Vivimos con una topografía inevitablemente sobresaliente, que sólo hoy ameritó la atención de los medios, cosa que aceptamos como piropo. Ya era hora.

En cuanto al asunto que nos ocupa, se podria afirmar que se trata de uno de los regalos más recursivos que la naturaleza nos ha dado. Sin embargo todo lo preciado tiene su precio. Y en esta materia el costo puede llegar a ser alto .

Los escotes, por ejemplo, son una afrenta a la inteligencia. No importa cuánta materia gris pueda uno haberse gastado entre libros, computadoras, documentos, ensayos y demás.
Siempre se corre el riesgo de que la conversación se despersonalice.
Ocurre con frecuencia que después de una charla extensa, el interlocutor termina con serios sintomas de estrabismo por el esfuerzo de mantener un ojo sobre el tema y el otro sobre el escote. Por eso, la experiencia nos dice que en esta materia, es perferible sacar uno mismo el tema y ponerlo sobre la mesa antes de que alguien lo haga por uno. Una vez hecha esta operación se puede continuar hablando sobre la deuda externa.

Tener entre pecho y espalda la medida del cuello de Mike Tyson tiene más pros que contras. No obstante los contras, por más insignificantes que sean, pesan bastante. Socialmente el problema se reduce-como dirían los arquitectos-a la utilización y aprovechamiento máximo del espacio. De no aprender a manejar este arte, corremos el riesgo de convertirnos en desadaptadas sociales.

El mundo en general, no está hecho para mujeres de perfil protuberante.
Hay discriminaciones inaceptables por parte de los diseñadores de la moda que piensan que todas las mujeres son de armadura tipo fajero, y nos obligan a embutirnos en modelitos "para toda ocasión", confeccionados para mujeres sin mayor relieve topográfico.

Hay almacenes para las gordas, para las altas, para las bajitas. Pero no nara nosotras. Preguntar por nn brassier talla 36, es un acto kamikase, como si los sostenes no se hubieran hecho para mujeres que contamos con la materia prima que le da razón a la existencia misma del sostén. ¿Para qué quieren usar brassieres aquellas que no tienen mucho que sostener?
De la mayoria de disciplinas artisticas y deportivas estamos marginadas.
¿Acaso hacen "tutus" talla 42? ¿Cuánto costaría la cirugia plástica facial por cada lanzamiento de jabalina?
En materia de cálculos espaciales, la cuestión se convierte en toda una empresa. Levantarse de la mesa de un sopetón puede resultar un acto terrorista. El ángulo requerido entre la horizontal de la cama y la vertical de la televisión para proporcionarse momentos de reconciliación, rehabilitación y normalización, habría dejado calvo a Pitágoras. Cuando de comer se trata, desafiamos las leyes de la gravedad: no toda manzana que cae llega al piso. No es de extrañarse que Newton sufriera de despechos.

Todo eso sin mencionar que, de sucederle algo al sostén durante un viaje, las posibilidades de encontrar una compañera de gremio son casi nulas y por lo tanto el aporte musical -leáse la percusión-de ahi en adelante correra por cuenta suya. Aun sabiendo que somos objeto de fácil "tropiezo, no deja de sorprendernos la falta de cortesia que exhiben los dueños de aquellas manos que, en una discusión acalorada, ponen los puntos, no exactamente sobre las ies.

Sin duda la visión del mundo de las mujeres pechigonas difiere en grande de las que portan timidas instalaciones. Y sin querer ir en desmedro de las segundas, estoy segura que éstas tienen menos incomodidades, pero no se divierten lo mismo. --