Linero toma los mensajes religiosos, los mezcla con el folclor, con la cotidianidad de la gente y los aterriza a sus realidades.

PERFIL

El padre Linero: sentirse solo entre millones de personas

Con una familia grande y cercana, decenas de amigos y seguidores innumerables, el padre no pudo resistir más la soledad. Así es la vida del líder espiritual más popular de Colombia que se retiró del sacerdocio después de 34 años.

7 de septiembre de 2018

Cuando llegó el momento del evangelio en uno de sus tantos sermones en Bogotá, el padre Alberto José Linero Gómez le cantó a una de esas multitudes apretujadas que es capaz de congregar en cualquier parte del país: "Como en la vida todo se acaba yo me preocupo porque no quiero que esto termine en ningún momento. A Dios le pido que nos dé vida por mucho tiempo y que nos libre de todo mal para querernos mucho". No estaba entonando ningún salmo ni las palabras de algún santo, sino unos versos de Diomedes Díaz. "Ahí está pintado el padre", dice Beto Vargas, su amigo desde hace 24 años. Después hiló esas líneas vallenatas y a partir de ahí desarrolló el mensaje del evangelio de ese día.

El padre nació hace 49 años en un hogar samario de clase media baja. Hijo de Carlos Linero y Rosina Gómez, una pareja que a los 82 de él y a los 72 de ella sigue unida. Hermano mayor de 3 hombres y dos mujeres que le dicen "Betoché". Todos ellos han estado casados y tuvieron hijos. Es una familia que permanece cercana, con la que el padre se comunica a diario. Es muy sociable y tiene decenas de amigos de distintos círculos y miles de creyentes que lo buscan y le escriben, además de 2,9 millones de seguidores en Twitter. Rodeado de tantos, este martes, Alberto Linero anunció que se retira del sacerdocio, después de 34 años vistiendo el hábito, para escapar de la soledad.

El padre estuvo a cargo durante años de la eucaristía televisada los fines de semana en Caracol. También tuvo un espacio de varios minutos para hacer sus reflexiones en el programa matutino Día a Día. Ha estado en la radio, en la emisora Minuto de Dios y ahora en Blu, en uno de los espacios de noticias y opinión más escuchados del país. Ha sido columnista de El Informador de Santa Marta y El Heraldo de Barranquilla. Según la editorial Planeta, ha publicado 15 libros en los últimos 5 años. Los más vendidos son las tres entregas de El man está vivo que juntas suman alrededor de un millón de ejemplares, un privilegio que tienen apenas los mejores escritores del país. 

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Podría decirse que el padre Linero es el líder espiritual más popular del país. Cuentan los más cercanos que el don de la palabra le llegó a través de su abuela, una gran contadora de historias. La fórmula de su éxito es precisamente su forma de expresarse. Linero toma los mensajes religiosos, los mezcla con el folclor, con la cotidianidad de la gente y los aterriza a sus realidades. Todo eso mezclado con su carisma caribeño, atravesado por carcajadas estridentes y chistes. Así es como el mensaje cala y la audiencia crece.

"Creo que lo de la soledad no es afectivo sino vocacional. Entiendo que la gente diga que el padre quiere enamorarse", amigo del padre Linero

"Su visión siempre fue muy existencial y poco piadosa, una religión muy enraizada en la vida. Cuando me daba consejos no se la pasaba hablando de religión, sino de mi noviazgo, de ser papá joven como lo fui, del trabajo. No iba a terminar hablándome de cosas sobrenaturales. Como tiene una muy buena formación teológica entiende que esto tiene que servirle a la gente en la vida cotidiana". Así explica Beto Vargas la fórmula de la popularidad de Linero.

Su amigo tiene otra lectura para esa soledad de la que habló Linero cuando anunció su retiro del sacerdocio, y en la que abría la posibilidad a tener pronto una pareja sentimental. "Creo que lo de la soledad no es afectivo sino vocacional. Entiendo que la gente diga que el padre quiere enamorarse. Pero creo que tiene que ver con que se metió en este rollo para dar la vida por servir, y de pronto encuentra que no hay eco de esas pasiones en su contexto más cercano. Ahí hay una soledad".

A los 16 años, el joven Linero decidió vestir el hábito. Hasta entonces la había pasado como cualquier niño, estudiando y jugando fútbol en las calles de su barrio en Santa Marta. Incluso trabajó como ayudante de un bus, cobrando la plata de los pasajes. Pero fue a través de un grupo de oración que descubrió su vocación religiosa. Se ordenó por la Congregación de Jesús y María, luego estudió Teología en la Universidad Javeriana e hizo varios posgrados: comunicación social, resolución de conflictos, alta gerencia. Le acaban de aprobar su tesis de doctorado en educación.

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Durante todo ese tiempo, el padre Linero vivió en las casas de la comunidad. Solo hasta enero pasado se tomó un año sabático y las cosas cambiaron. Al padre le entró la duda sobre su deseo de seguir en la Iglesia, como le pasa a muchos curas y monjas, justo el año en que cumplía 50. Entonces, a principio de año, se fue a vivir solo por primera vez. Salió de la burbuja que era el servicio. Aunque estuvo siempre en contacto con los problemas de la gente, los asuntos más mundanos, como tener que pagar impuestos, lo sorprendieron. Como religioso, la Iglesia siempre se ha encargado de las cuentas y facturas, pero también de todas las ganancias que produce con sus programas en medios y sus exitosos libros.

Al padre le entró la duda sobre su deseo de seguir en la iglesia, como le pasa a muchos curas y monjas, justo el año en que cumplía 50.

Esa vena de escritor, dicen los que lo conocen, le llegó por la condición de ser un gran lector: novelas, filosofía, teología. También devora series y fútbol. Hincha furibundo del Unión Magdalena de su tierra natal y del Barcelona. En los octavos de final de la Champions League de 2017, los catalanes empezaron perdiendo la llave contra el PSG por cuatro goles. La remontada en el partido de vuelta tenía que ser épica. Al padre se le vio en un restaurante de Bogotá, casi que mordiéndose la lengua para no soltar el arsenal de improperios que le inspiraba la hazaña que finalmente su equipo logró. Él mismo ha confesado en entrevistas que le gusta decir malas palabras.

Ese talante desenfadado, tan salido del estereotipo del cura católico, también lo muestra en Twitter. Su cuenta ocupa la casilla 39 entre las más seguidas del país, incluso por encima de varios medios de comunicación nacionales. Allí, además de sus reflexiones espirituales, habla de sus aficiones y hasta genera polémicas. Durante la visita del papa Francisco a Colombia trinó: "Mañana, si Dios lo permite, le entregaré la camiseta del @UnionMagdalena al @Pontifex_es con esa bendición para la A". Algunos usuarios lo cuestionaron por mezclar el fútbol con la religión, y el padre respondió con otro mensaje: "MVM", lo que muchos interpretaron como la abreviación de una expresión bastante costeña: "Me vale mondá".

Su forma de ser y su manera de predicar no solo le han ganado admiradores. El padre también tiene detractores, sobre todo entre algunos grupos laicos radicales del catolicismo que le han dedicado campañas de desprestigio.

Quienes lo conocen dicen que, más allá de su carisma, la clave de su popularidad es la disciplina. Desde comienzos de año, por ejemplo, es panelista de Blu Radio. En el programa de Néstor Morales la jornada comienza muy temprano, en el limbo entre la madrugada y la mañana. Y el padre, que puede tener varias conferencias cada semana en distintas ciudades del país, viaja incluso a medianoche para estar cumplido y a tiempo en la cabina.

"La gente no se va a perder lo mejor de Alberto Linero", amigo.

En ese programa se le ha visto una nueva faceta, por fuera de sus usuales temas espirituales y religiosos, opinando de coyunturas políticas y escándalos judiciales. Y en el debate técnico y la confrontación de ideas a veces muy opuestas que caracterizan el programa, Linero es una especie de mediador, el que es capaz de ver lo bueno en las dos orillas. Aunque, eso sí, dicen los más cercanos, él no es solo paz y amor, también tiene un temperamento férreo. Comparte mesa con un personaje provocador, aparentemente opuesto a él, como Felipe Zuleta, de comentarios ácidos y subidos de tono que a Linero le causan gracia. Su gran humor, al final, lo protege.

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Uno de los momentos más difíciles que vivió Lineros en los últimos años fue su enfermedad. Tuvo problemas de azúcar, tanto que estuvo a punto de volverse dependiente de la insulina. Estuvo hospitalizado y, cuando le dieron de alta, cambió sus hábitos por completo. Implementó largas caminatas matutinas y cortó de tajo las bebidas azucaradas y los dulces, comunes en su alimentación. Perdió más de 30 kilos. Los médicos dijeron que era una recuperación casi imposible, tal vez milagrosa.

Alguna vez el padre Linero desembarcó en Docordó, Chocó, luego de navegar ocho horas por el río San Juan desde Istmina. Cuando la eucaristía llegó al momento del ofertorio, cuando se hace la ofrenda del pan y el vino, un grupo de mujeres cantaoras entonaron su música de raíces africanas. Otro grupo de personas entró bailando al recinto. Lejos de la solemnidad de una ceremonia bogotana, esta era una fiesta. El padre saltó de la alegría y, saliéndose del libreto, les pidió a sus feligreses que repitieran el ritual. Ese es el padre, dice su amigo Beto Vargas, y así va a seguir siendo como laico, añade, "la gente no se va a perder lo mejor de Alberto Linero".