| Foto: Semana

Psicología

Sufrimiento mental en los tiempos del miedo

Para el médico psiquiatra José A. Posada Villa la violencia y el terror tienen un efecto catastrófico en la salud y el bienestar de los colombianos. En este texto hace recomendaciones básicas para disminuir la angustia y sus consecuencias en estos momentos convulsos.

2 de enero de 2019

La violencia y el terror tienen un efecto catastrófico en la salud y el bienestar de los colombianos y lamentablemente ahora reclaman visibilidad en los titulares de las noticias.

Los estudios han demostrado que causan más mortalidad y discapacidad que cualquier otra enfermedad importante. Destruyen comunidades y familias e interrumpen el desarrollo del tejido social y económico del país. 

De hecho, la violencia y el terror como formas violentas de lucha política, son actividades hostiles que se dirigen generalmente a los civiles, pero también afecta, como a cualquier ciudadano, a los policías, los soldados y sus familias, como se ha reflejado en los medios con expresiones claramente sintomáticas del sufrimiento y sus implicaciones emocionales y comportamentales. 

Lo grave es que muchos creen que están peleando una batalla justa y que los fines justifican los medios, y esta justificación moral parece más convincente, con cada incremento de la violencia.

Los investigadores han explorado los múltiples efectos del terror y el miedo en la salud de las personas y comunidades. Sin embargo, aquí es importante resaltar el sufrimiento humano, sin etiquetas de trastorno mental. 

Los heridos y muertos como resultado de la violencia son la punta del iceberg. Otras consecuencias, incluyen discapacidad, deterioro económico y social y, por supuesto una gran carga de sufrimiento. A través de una mayor comprensión de este y sus causas, se podrían desarrollar estrategias coherentes y efectivas para tratar su efecto deletéreo.

Un puñado de científicos colombianos han estado estudiando a civiles, policías y militares y sus familias involucrados por décadas en el conflicto y han descubierto que años de vulnerabilidad y exposición a la violencia y al miedo han alterado su psique de manera sutil. En los test aplicados, se observa que muchos tienen dificultades para empatizar con los demás y emiten con mucha frecuencia juicios éticos erróneos.

Se están buscando métodos para el manejo del sufrimiento producidos por la situación social imperante, incluidas las formas de enfrentar los prejuicios y las muchas preguntas que surgen en la coyuntura actual y que parecen imposibles de responder en un país aturdido por la reciente escalada de violencia y terrorismo que se suman a la pérdida de los derechos fundamentales en una inmensa mayoría del pueblo colombiano.

La investigación disponible documenta la aparición de una amplia variedad de expresiones del sufrimiento y, afortunadamente, proporciona evidencia sobre la capacidad de recuperación de la mayor parte de la población ante el trauma en este tipo de situaciones si se dan los cambios psicosociales adecuados.

No hay duda que las personas en situaciones de conflicto deben recibir atención como parte de los procesos integrales de ayuda, pues las consecuencias del sufrimiento en la salud de la población, tanto civil como de las fuerzas armadas y sus familias, son muy significativas y su frecuencia está asociada con el grado de trauma y la disponibilidad de apoyo psicosocial, y en este sentido el uso de estrategias de afrontamiento cultural, político y religioso es de capital importancia.

Si bien no se puede concluir de manera apresurada que se descarte la acción directa o indirecta de los profesionales en salud mental o la atención del individuo, es aconsejable un enfoque psicosocial y comunitario.

Por otra parte, el hecho que una persona experimente o sea testigo de un acto de violencia o terrorismo no significa que inevitablemente desarrollará patología mental. Después de los eventos acaecidos durante el paro, se observa que, a raíz del terrorismo y el miedo, muchos colombianos han sufrido de una gran carga de angustia como una reacción normal (son reacciones humanas normales ante una situación anormal), y los ciudadanos han mostrado una rápida superación de la ola de estrés agudo secundario al terrorismo de la aciaga noche del paro. 

Lo que sugiere la evidencia disponible, es que se necesita más que las amenazas a la vida y bienes para provocar trastornos mentales y que el papel del medio ambiente (físico, mental y social) es de gran importancia, y este componente ha sido descuidado. 

Se han identificado un grupo de factores protectores que incluyen creencias religiosas, compromiso ideológico y capital social, los cuales protegen a personas y comunidades que están expuestas a ataques violentos y terroristas que generalmente causan lesiones físicas, daños a la propiedad y altos niveles de angustia. 

Por otra parte, no sobra anotar que la ideología y el compromiso político también tienen un lado oscuro... Cuanto más centrada esta la persona en su grupo, menos abierta está a otras ideas políticas. Por lo tanto, la ideología política puede usarse como un agente curativo, pero también como un arma, y esto es especialmente cierto en la situación actual del país.

Es válido preguntarse qué se está haciendo en este sentido y exigirle al Estado y al gobierno y a los otros poderes públicos, a las iglesias y por supuesto a los medios de comunicación que hagan lo que corresponde. Los profesionales de la salud mental de este país en conflicto, pueden colaborar en una serie de esfuerzos de atención integral, buscando el apoyo del Ministerio de Salud y Protección Social, las asociaciones de profesionales y los gremios relacionados con el tema. 

Es importante destacar que estos esfuerzos pueden contribuir a que la sociedad colombiana sea aún más consciente de que en con los actos de terror y violencia nadie es el ganador; todos son víctimas. La salud mental es un puente hacia la reconciliación en el marco de los compromisos de paz y un campo concreto de lo que podría lograrse cuando se parte de un elemento común y necesario a todos los colombianos, civiles, policías o soldados, cuando un esfuerzo de ese tipo se ve reforzado por apoyo comprometido de todos.

Propiciar una cultura en la que se les dice a los ciudadanos que entierren sus sentimientos no es saludable para nadie, como tampoco lo es propiciar un ambiente de miedo. 

He aquí algunas recomendaciones básicas para disminuir la angustia y sus consecuencias en esos momentos de sufrimiento. 

  • Piense que lo que siente es una reacción normal a una situación anormal
  • Infórmese en fuentes confiables
  • Hable sobre sus miedos con familiares y personas cercanas
  • Recurra a lo que le ha sido útil en otros momentos de crisis similares
  • Mantenga sus rutinas diarias en lo posible
  • Limite en lo posible la exposición innecesaria a mensajes de trauma y violencia
  • Haga su aporte como ciudadano consciente y políticamente activo

*Grupo de Investigación Nuevas Perspectivas en Salud Mental, UCMC