convalecencia

Larga espera

Un libro recopila experiencias de los pacientes renales para que médicos y familiares los ayuden a adaptarse a un tratamiento que puede durar muchos años.

1 de agosto de 2004

Los avances tecnológicos han ayudado a salvar muchas vidas. Pero a veces, como sucede con los enfermos renales, esos avances implican un sacrificio que para muchos es difícil de aceptar. Estos enfermos dependen de una máquina para hacer la diálisis, función que el riñón de una persona sana hace silenciosamente para filtrar los líquidos del cuerpo. Los que desecha se convierten en orina y los que no, en sangre. Sobra decir que sin ella morirían.

Esta dependencia crea una serie de emociones muy particulares que no se ven en otros enfermos. Son pacientes que hacen entre 10 y 15 duelos al tiempo. Renuncian a la comida, al trabajo, a su rol en la familia, a la sexualidad y, uno de los más importantes, a su independencia. Deben disponer de tres a cuatro tardes en la semana para conectarse a la máquina durante dos o cuatro horas. "Algunos la odian. Otros la aceptan pero sólo permiten sentarse al lado derecho de ella. Otros no admiten que se las cambien", dice Ariel Alarcón, un siquiatra que ha venido trabajando con pacientes renales.

A partir de esta experiencia notó que aunque a simple vista las anteriores reacciones parecen caprichos del enfermo, este tratamiento tiene repercusiones sicológicas muy grandes que tanto médicos y enfermeras como familiares pasan por alto. "El médico está concentrado en el nivel de sodio, de potasio y cloro y no se detiene a ver si están deprimidos, y en las unidades de diálisis no hay tiempo para sentarse a hablar. Le toca al paciente vivirlo todo solo", dice.

Y vivirlo solo tiene sus riesgos. Aunque algunos terminan aceptando su condición, muchas personas se enredan en el proceso y hacen lo que los expertos denominan "suicidios pasivos", es decir, dejan de cumplir las órdenes del médico sobre la dieta alimentaria y los cuidados que deben guardar. "Prefieren morir poco a poco a cambiar de vida drásticamente".

Consciente de la importancia de la mente en la recuperación de un enfermo, Alarcón recopiló estas experiencias en el libro Aspectos sicosociales del paciente renal, que se lanza el próximo 6 de agosto. El libro busca que quienes manejan a los pacientes renales sepan de todos los cambios que esa persona sufre y lo ayuden en el proceso de aceptación mientras llega un órgano para trasplante, una espera que puede durar años. En Colombia sólo uno de cada 20 logra someterse al trasplante debido a la falta de conciencia para donar. Esto genera una ansiedad enorme. "Imagínese la misma angustia que uno siente cuando quiere que lo llame la novia, así mismo ellos esperan la llamada en que les dicen que encontraron un donante", afirma Alarcón. Luego se adaptan a esta tensión pero surgen otros sentimientos como la culpabilidad porque entre sus rezos piden un órgano y eso implica que alguien joven y sano muera. Se dan toda suerte de contrastes. Unos quieren vivir pero detrás de esta motivación amorosa hay una motivación agresiva. "Una niña leía muchos libros pero todos eran sobre sicarios. Los tenía idealizados porque ellos eran sus potenciales donantes, sus salvadores", cuenta.

Entre ellos se establece una relación muy especial. Todos se van conociendo en las unidades de diálisis y van estrechando unos vínculos que generan emociones muy fuertes. "Sufren cuando llegan y encuentran que alguno murió o sienten celos y envidia cuando uno de ellos recibe su nuevo riñón", dice Alarcón.

Las mujeres asumen los trasplantes mejor que los hombres. Ellas le ponen nombres al nuevo órgano y mandan a decir misas por el donante que falleció para salvarlas. Esto se debe, según Alarcón, a que el sexo femenino está más familiarizado con la experiencia de tener un ser vivo extraño en su cuerpo, explica el médico. Para los hombres el proceso es mucho más duro: viven la experiencia en forma mecánica, como cuando a un carro le instalan una pieza nueva. "Se concentran en las cifras de los resultados del examen y compiten entre ellos por quién tiene los niveles más normales", afirma.

Lo importante, según Alarcón, es que el paciente se sienta motivado pues de esta manera el pronóstico de la situación médica que enfrenta será mejor. Esto se logra mucho más rápido si las personas alrededor del paciente están sensibilizadas frente al tema y la sociedad tiene más conciencia de la importancia de donar órganos.