ESCUDRIÑANDO LOS CIELOS

Científicos gringos estudian sofisticados aparatos para la detección futura de armas espaciales

11 de enero de 1988

Aunque el tratado firmado la semana pasada en Washington no contempla la reducción y control de las armas colocadas en el espacio, todo parece indicar que a corto o mediano plazo las superpotencias se pondrán de acuerdo para limitar el uso de la órbita terrestre para fines militares.

Aunque el programa de la "Guerra de las Galaxias" era una de las banderas de la administración Reagan, el mundo de la política internacional ha dado tantas vueltas en tan poco tiempo,que lo impensable hasta hace algunos meses es hoy una posibilidad perfectamente factible.
Pero, aunque parezca paradójico la tarea de vigilar el espacio en forma precisa y detallada es tan difícil y costosa como las armas que la motivan.
No sólo se deberá controlar la colocación de armas en órbita, sino estar en condiciones de certificar su ausencia del techo del mundo. Además, la tarea se verá aún más complicada por cuanto un tratado de desarme espacial podría permitir el ensayo y colocación de ciertas armas y prohibir totalmente otras.

El espacio es vigilado hoy por los Estados Unidos en forma más bien rudimentaria. El control está centralizado en el Comando de Defensa Aeroespacial Norteamericano, situado muchos metros bajo tierra en una montaña cercana a Colorado Springs. Los datos recibidos por el Comando provienen de sensores localizados en tierra que producen una información demasiado indeterminada.

Por ello, los científicos espaciales norteamericanos están probando toda una nueva gama de aparatos de detección que deberán estar "a la altura" de los artefactos de alta sofisticación que deberán vigilar.

El trabajo preliminar comenzó hace más de un año, cuando los expertos espaciales norteamericanos comprendieron que de llegarse a al gún acuerdo en materia de reducción de armas en el espacio, los Estados Unidos no podrían verificarlo. La tarea no resulta nada fácil si se tiene en cuenta que deberán vigilarse más de 100 billones de kilómetros cúbicos de espacio alrededor del planeta. Los científicos creen en que será necesaria toda una nueva generación de satélites sensores, equipados con rayos infrarrojos y radares muchos de los cuales ya están en las mesas de dibujo aunque con otros propósitos. Por su parte, los soviéticos tienen programas semejantes en desarrollo.

En el presente el trabajo de vigilancia espacial de Estados Unidos se haee a través de 30 radares y 6 telecospios con los que diariamente se hacen 45 mil observaciones de objetos orbitales, de las cuales el 20% corresponden a desechos que no púeden ser detallados con suficiente precisión.
Aunque el sistema existente es capaz de vigilar el lanzamiento de cohetes y la colocación de satélites sobre la órbita terrestre, resulta demasiado precario para determinar si el aparato en cuestión es un inocente satélite meteorológico o un tiburón espacial dispuesto a todo.

Semejante miopía será corregida en alto grado cuando se introduzcan dentro de un plazo no muy largo, una o dos años, nuevas técnicas ópticas desarrolladas en el programa de la "Guerra de las Galaxias" por media de las cuales se podrán remover las distorsiones causadas por las turbulencias atmosféricas. El cambio de aires en la política internacional le varió el destino a esta nueva tecnología, diseñada originalmente para pode disparar con mayor eficiencia rayos láser hacia el espacio con fines militares.

Aparte de los anteriores, que son aparatos situados en tierra, los norteamericanos estudian una serie de artefactos de vigilancia que deberán se colocados en órbita alrededor del planeta. Los más importantes son los siguientes:

-Satélites de gran tamaño equipado con sensores infrarrojos similares otra vez, a los que se están desarrollando para el programa de la "Guerra de las Galaxias". Esos aparatos harán su trabajo por medio de la parte infrarroja del espectro electromagnético y detectarán el calor emanado de una nave espacial a miles de kilómetros de distancia. Serán especialmente importantes para monitorear las pruebas de los cohetes interceptores diseñados para destruir sus objetivos por la fuerza del impacto.

-Otro tipo de sensor de alto vuelo es el radar espacial que, colocado e un satélite, será capaz de "barrer enormes sectores del espacio con un; precisión tal, que podrá distinguir hasta los desechos provenientes d pruebas bélicas en el espacio.

-Un tipo existente y ya probado de satélite que podría ayudar sería e "Navstar", que se usa hoy en día para transmitir ayudas de navegación.
Hacia mediados de la década de 1990 estará equipado con un sofisticado equipo de rayos X, sensores ópticos y electromagnéticos que detectarán explosiones nucleares en el espacio.
Sin embargo, la aplicación de este satélite para fines que no son estrictamente los proyectados es objeto de estudios adicionales.

-Por último lo más avanzado en observación espacial vendrá con el cambio de siglo, cuando estarán disponibles satélites de vigilancia fotográfica colocados en órbita geosincrónica a 36 mil kilómetros sobre la tierra. La ventaja de esa altitud es que los satélites podrán permanecer sobre un punto fijo de la Unión Soviética con la posibilidad de fotografiar "de cerca" objetos y actividades sospechosas. La desventaja es que requerirán enormes telescopios y espejos mucho más grandes que los usados por los satélites actuales, que se encuentran a altitudes mucho menores.

La factibilidad de usar esos nuevos sensores para vigilar los posibles límites a la actividad espacial con fines bélicos es un interés evidente del gobierno de los Estados Unidos. A pesar de que todavía hay dudas en la administración de Reagan, la CIA, la Academia Nacional de Ciencias y el Laboratorio Nacional Lawrence Livermore están trabajando en el asunto, lo que demuestra que se le ha dado una prioridad importante.

Aunque los escépticos creen que la tarea es demasiado costosa y difícil, los defensores del control de armas orbitales son estusiastas. Su tesis central es que establecer límites y controlar su cumplimiento, si bien es difícil y costoso, es de todas maneras más barato en todo sentido que el programa bélico para el espacio.

Un método sencillo que se sugiere es el de establecer sitios y fechas específicos para las pruebas de armas en el espacio. Otra medida podría ser que las potencias se comprometieran a anunciar los lanzamientos con anticipación, de tal manera que las otras pudieran vigilar de cerca el propósito del vuelo y, por último, que se permitieran inspecciones in situ a los laboratorios y bases espaciales para vigilar, en tierra, el cumplimiento de los tratados.

Pero en lo que parece estar de acuerdo todo el mundo es que si las superpotencias no actúan de buena fé para cumplir lo que pudieren pacta en materia de limitación a las armas en el espacio exterior, por más sistemas que se inventen para vigilarse, no habrá posibilidad de evitar que se engañen entre sí. --