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Las nuevas generaciones son especialmente propensas a sentir que están más solas. Crédito: 123rf

Cultura

¿Por qué se fundó el primer ministerio de la Soledad?

La sociedad avanza hacia una cultura cada vez más individualista, y en algunos países la soledad se está volviendo incluso un problema de salud pública. ¿Qué hay detrás de este fenómeno?

RevistaArcadia.com
1 de febrero de 2018

El mundo se sorprendió hace un par de semanas cuando Theresa May, primera ministra de Reino Unido, anunció el nombramiento de Tracey Crouch como la primera ministra de la Soledad del país británico. Este cargo, bajo la dirección del Ministerio de Cultura, consistirá en hacer políticas para frenar este problema en crecimiento en la sociedad inglesa.

Los medios se lo tomaron con humor. The New Yorker lo comparó con el popular sketch de Monty Python en el que introdujeron al “ministro de Andares Tontos”. “Esto es tan británico”, apuntó Stephen Colbert en su programa televisivo, “identificaron el problema humano más complejo e indescriptible y salieron con la solución más fría y burocrática posible”.

Pero la realidad es que la soledad es de hecho un problema serio en el Reino Unido. Más de nueve millones de personas se sienten siempre o frecuentemente solos, según el reporte de una comisión instaurada por Jo Cox, la parlamentaria asesinada en junio del 2016. Y, en general, en varias partes del mundo han crecido las cifras de personas que se sienten solas.

En Estados Unidos, cerca de la mitad de la población se siente así, según algunos estudios. “Vivimos en la era más conectada de la historia de la civilización, y aún así los índices de soledad se han doblado desde 1980. Hoy, más del 40% de los adultos dicen sentirse solos, y los estudios sugieren que el número real podría ser incluso más alto”, dijo Vivek Murthy, excirujano general de Estados Unidos en un artículo del Harvard Business Review.

En Japón incluso acuñaron una palabra, kozoku, que traduce algo así como “grupo solitario”, para designar al creciente número de personas que viven en estas condiciones. Además, se han inventado un considerable número de soluciones creativas para enfrentarla, desde una cafetería donde los clientes se sientan con peluches para no sentirse solos, hasta citas con novios virtuales que aparecen en una aplicación móvil de realidad aumentada como en Pokemon Go.

Los psicólogos y miembros de la comunidad médica en estos países empiezan a referirse a este tema como una epidemia de soledad, que incluso tiene un fuerte costo monetario para la sociedad por la tendencia de las personas solitarias a enfermarse más: hasta 2’300.000 pesos por persona se gasta el Reino Unido al año, según investigadores del London School of Economics.

De acuerdo con varios estudios la soledad está fuertemente asociada con condiciones psicológicas como la depresión, ansiedad, insomnio, miedo y percepción de inseguridad. Pero además puede impactar en la salud física con síntomas como la hipertensión, fallas cardiacas y menor resistencia inmunológica. Sentirse demasiado solo parece subir el riesgo de una muerte temprana en proporciones similares a las de fumar quince cigarrillos al día, dice un estudio del Centro de Investigación para el Medioambiente, la Sociedad y la Salud (Cresh, por sus siglas en inglés).

¿Qué está pasando?

Para Wilson López, psicólogo de la Universidad Javeriana, esto es el fenómeno de una cultura que prioriza el individualismo. Y eso pasa principalmente en sociedades que reprimen mucho la expresión pública de las emociones, como Japón o Reino Unido, o extremadamente individualistas, como Estados Unidos. “Es un fenómeno propio de una sociedad neoliberal. La competencia hace que en las ciudades la gente no se conozca con el vecino; especialmente en las clases medias la gente trabaja todo el día y llega a casa y ya no habla con el vecino”, opina López.

“La solidaridad se vuelve un lujo muy caro y da paso a las alianzas temporales, con la preocupación principal de extraer más ganancias de la situación que tu contraparte. Los lazos sociales con los colegas se debilitan, así como el compromiso emocional con la empresa o la organización”, opina  Paul Verhaeghe, experto autor de El amor en los tiempos de la soledad en una columna publicada por el diario londinense The Guardian.

No es un accidente que este fenómeno esté relacionado con que el espacio de las viviendas esté disminuyendo en Estados Unidos (donde el tamaño promedio de una vivienda familiar es de 220 metros cuadrados) y en el Reino Unido (donde el promedio está en 74 metros cuadrados), conforme aumenta el precio de los bienes raíces y la demanda de apartaestudios: con más gente viviendo sola, tiene sentido que el sentimiento de aislamiento sea más fuerte.

En cuanto a Colombia, “no sabemos si estamos más o menos aislados que en el pasado porque no tenemos los datos para poder saberlo. Las encuestas de capital social, que es como la sociología llama al conjunto de conexiones que los individuos tienen, lo miden parcialmente y no es claro que haya cambios recientes en el país. Por ejemplo, para la pregunta de confianza en las personas de la comunidad, registrada por el Barómetro de las Américas desde 2004, no hay cambios significativos”, señala María José Álvarez, socióloga de la Universidad de Los Andes.

En todo caso, “ser un país caribeño incide en que no tengamos tantos problemas de individualismo”, opina López. “Lo otro es que nosotros no somos un país rico y la gente en la pobreza tiene que establecer múltiples relaciones de solidaridad para sobrevivir. Por eso en los barrios populares los vecinos tienden a hablarse entre sí”, agrega.

El confort de la tecnología

Por otro lado, la tendencia hacia el aislacionismo también podría ser un problema creciente en el mundo digital, que afectaría, en el mundo entero, a toda una generación de nativos digitales.  

Un estudio de marzo del año pasado realizado por la Universidad de Pittsburgh encontró que el mayor uso de redes sociales está relacionado con una mayor sensación de soledad. Según la investigación, los adultos de entre 19 y 32 años que pasan más de dos horas al día en Facebook, Twitter o Instagram se sienten más solitarios que los que pasan solo media hora o menos en estas redes sociales. Sin embargo, cabe aclarar que los autores de la investigación fueron enfáticos en explicar que no hay cómo determinar si el uso de estas vuelve a los jóvenes más aislados o si es la soledad la que los empuja a usarlas más.

De todas formas, la era de Internet sí parece tener un efecto sobre cómo se relacionan los jóvenes. Simon Sinek, escritor y motivador inglés, conocido por sus charlas sobre cómo manejar a los millenials en el ambiente laboral, lo expresó muy claramente en una entrevista en la serie de televisión Inside Quest: “Estas generaciones crecen en un mundo de gratificación instantánea. ¿Quieres comprar algo? Vas a Amazon y llega al otro día. ¿Quieres ver una película? Está en Internet. ¿Quieres ver una serie? Ni siquiera tienes que esperar a que salga un capítulo por semana. ¿Quieres tener una cita? Desliza su foto a la derecha [en Tinder], ¡y listo! Todo lo puedes tener instantáneamente... excepto la satisfacción laboral y relaciones sociales fuertes. No hay una aplicación para eso”.  

A las nuevas generaciones no les interesa, muchas veces, asumir el costo y el esfuerzo que implica estar en una relación social compleja. Tener que relacionarse con los otros implica desacuerdos y conflictos y, para eso, no muchos jóvenes han desarrollado un mecanismo de tolerancia, opina Sinek. Son más fáciles las relaciones fugaces o por redes sociales que tener una amistad profunda o una relación de pareja duradera.

Lo cierto es que, a pesar de una mayor conectividad, sí hay indicios de que las generaciones contemporáneas son más solitarias que sus antecesoras. Un estudio de 2010 de la Mental Health Foundation encontró que la soledad es una preocupación más grande entre los adultos de 18 a 34 años que los que tienen más de 55. Y, según otra encuesta reciente, 48% de los encuestados tienen un solo confidente, mientras que hace 25 años la mayoría de encuestados tenía cerca de tres personas en las que decía confiar.

Una nueva forma de asociarnos

Sin embargo, “el aislamiento no necesariamente es negativo. Este puede hablar de autonomía, de no estar atado por necesidad a redes personales. Algo que han mostrado los estudios estadounidenses sobre el tema es que, contrariamente al discurso alarmista que escuchamos a veces, vivir solo no necesariamente implica sentirse solo o vivir aislado”, dice María José Álvarez.

Como muestra el libro Going Solo, de Eric Klinenberg, muchas veces los solteros tienen una vida social más activa que las personas casadas: salen al restaurante más, al gimnasio, a eventos públicos, a trabajos voluntarios, y tienen una mejor salud mental.

En ese sentido, no se puede descartar la posibilidad de que la soledad no se convierta en un problema de salud pública. Como dice López, “puede ser que eso nos conduzca a formas nuevas de relacionarnos. Ya estamos viendo que, por ejemplo, a muchos jóvenes no les interesa casarse ni tener hijos. Uno no sabe si esos cambios son para mejor o para peor. Pero, personalmente, yo prefiero una sociedad más solidaria. Ese no es el ideal de sociedad que quisiera ver yo".