Título original: Jimmy’s HallPaís: IrlandaDirector: Ken LoachGuion: Paul LavertyActores: Barry Ward, Francis Magee, Aileen HenryDuración: 109 minHay hermosos paisajes en esta película, que tiene lugar en la Irlanda de los años treinta. La fotografía muestra todo con calidez y hace que los caminos empedrados muy grises, rodeados de un verde melancólico, se vean como salidos de un sueño campestre. También hay música folclórica, viva y contagiosa, con violines y vientos que dan ganas de llevar el compás con el pie.Detrás de eso hay una historia biempensante, de heroísmo y solidaridad entre desposeídos, que puede ser lo que más importa para algunos. Y está dirigida por el inglés Ken Loach, un veterano que lleva casi 50 años retratando las vidas agridulces de los marginados y oprimidos.A quienes no estén tan preocupados por las convicciones ideológicas del director, la película no ofrece tanto: es un ejercicio sencillo, pedestre, sin mucha gracia más allá de los paisajes y la música mencionados.En el universo de El hall de Jimmy, los buenos son muy buenos y los malos muy malos. Los buenos, además de buenos, dan discursos sobre su bondad como para que a nadie le quede duda de que ser consciente de su condición, que saberse buenos, hace parte del asunto. Así, explican que son solidarios, vivos, alegres, humanos y amistosos.En cambio los malos no hablan de su comportamiento ni de sus convicciones porque no necesitan hacerlo: son los poderosos de la tierra y del cielo –los sacerdotes y terratenientes– y los poderosos no necesitan explicarse.Entre estos dos polos, entre los buenos y los malos, se podría haber tejido una red interesante, aunque esta película tiene demasiado claro dónde está el bien y el mal, y quizás por eso no lo hace.Ninguno de los buenos sufre de la clase de sombras que los harían interesantes: ni mezquindad, ni duda, ni traición. Entre los malos tampoco hay mayores remordimientos ni cuestionamientos; la homogeneidad general de este grupo solo se rompe una vez y se abandona rápidamente.La figura central de la película es Jimmy Gralton (Barry Ward), un irlandés obligado a exiliarse a Estados Unidos durante una década por chocar con los poderosos y que al comienzo de El hall de Jimmy regresa a su casa materna justo en medio de la Gran Depresión.El salón que da título a la película fue el motivo por el que debió exiliarse, una especie de casa comunal campestre donde la gente baila, aprende a dibujar o a boxear, donde lee y discute poesía. Al regresar lo encuentra cerrado, pero tras oír a sus vecinos, conocidos y amigos, decide reabrirlo. Acá hay momentos conmovedores, porque el espíritu colectivo que el espacio permite e incentiva se puede sentir y las relaciones de los lugareños allí permite ver cómo la comunidad da sentido y valor a las vidas individuales.Pero a nivel dramático, la película se siente estática a pesar de lo dispersa, excesivamente simple a pesar de tantos personajes y de sus saltos entre tiempos. El hecho de que su protagonista sea una especie de santo –leal, alegre, cariñoso y solidario– hace que la película se sienta como poco más que un sermón reconfortante para quienes comparten la fe del director.CARTELERA**** Excelente  ***½ Muy buena   *** Buena   **½ Aceptable  ** Regular  * MalaIndieBo ****El nuevo festival de cine de Bogotá llega a su segunda versión con una programación rica y variada. Julio 14 a 24.Julieta **½Pedro Almodóvar adapta tres cuentos de Alice Munro, en un choque de sensibilidades extraño e insatisfactorio.Los ilusionistas 2 *½Película de acción que mezcla Ocean’s Eleven con Misión imposible en un coctel vistoso pero incoherente.Buscando a Dory **½La segunda parte de Buscando a Nemo intenta repetir la fórmula de su antecesora con un protagonista repetitivo y sin gracia.