Representado por White Cube y David Zwirner, dos de las galerías más influyentes del mundo, Michael Armitage es una figura de enorme importancia en el arte contemporáneo y fundamental en el arte negro. Y en presencia de su obra, todo ese verbo pasa a un segundo plano. Es pintura que desgarra humanidad, olvido y tragedia. A la vez, es vida, una piel, un grito y susurro que impresiona desde su ojo y su contemplación. Armitage expone en Fragmentos, ese espacio-mensaje, donde las armas fundidas dieron piso y voz al arte, y esto no le es indiferente. En este mes en el que el arte manda en Bogotá (con ARTBO, Bienal BOG25 y decenas de exposiciones), sus cuatro óleos de gran formato ya dialogan con los visitantes. En su paso por la ciudad, esto nos dijo.
SEMANA: ¿Ha cambiado su definición del arte?
Michael Armitage: No la tengo, porque creo que el arte puede tomar muchas formas. Lo que realmente obtengo del arte, sea pintura, escultura, instalaciones, cine, sea cual sea la forma, es un espacio en el que puedo reflexionar de alguna manera y ser conmovido por lo que tengo enfrente. No sé si habría articulado esto de la misma manera antes, pero, ciertamente, el tipo de experiencia que disfruto y busco es muy similar. No siento que eso haya cambiado.
SEMANA: ¿Cuándo supo que el arte iba a ser su vehículo de expresión?
M.A.: Empecé a dibujar cuando era muy pequeño, a mis seis años. Y luego tuve un muy buen profesor de arte, probablemente desde los 8 hasta los 10 o 12. Él me dio óleos por primera vez y supe que esto era parte de mí y de quién soy. Así que decidí ser artista… Además, la madre de uno de mis amigos más cercanos es una artista extraordinaria llamada Chelenge Van Rampelberg, y esa fue la primera vez que conocí a un artista o supe que existía esta cosa llamada “artista” y que era una forma de vivir. Lo que yo sabía era que quería seguir pintando. No sé, al crecer todos me decían que no puedes ganarte la vida con eso, que tienes que hacer otra cosa, que es necesario tener una profesión, bla, bla, bla, la misma historia de siempre. Pero yo solo sabía que esto era lo que quería ser y hacer.
SEMANA: Su arte ha resonado con personas, curadores, galerías y museos del mundo. ¿La notoriedad le ha dado más alas? ¿Es una cadena? ¿Influye en cómo aborda su creación?
M.A.: En realidad, no. Lo que sí ha hecho es que puedo vivir de hacer pinturas. Y eso significa que tengo más tiempo para hacerlo y no tengo que pensar en tratar de ganarme la vida en otra cosa. En ese sentido, estoy extremadamente agradecido...
Pero el arte para mí nunca ha sido sobre tratar de ganarme la vida o cumplir con el deseo de otra persona. Me siento increíblemente agradecido de hacer cosas que me interesan, con las que quiero pasar tiempo, en las que quiero pensar y encontrar mi propio camino; y me siento agradecido de que algo de eso haya resonado lo suficiente como para que otras personas estén interesadas en las exposiciones.
SEMANA: Su ego no se interpone, parece, ¿lo tiene controlado?
M.A.: No sé qué tan interesante sea pensar en mi ego, presente o no. Fundamentalmente, tienes que hacer algo que amas y en lo que crees, y estoy segurísimo de que eso involucra al ego.
SEMANA: Sobre estas cuatro piezas que trae, ¿cómo fue el proceso de darles vida?
M.A.: El grupo de pinturas ha evolucionado durante los últimos tres años. Forman parte de un grupo más grande de ocho pinturas realizadas reflexionando sobre la ruta migratoria a través del Sahara, en el norte de África, y cruzando el Mediterráneo hacia Europa. Es algo en lo que he pensado por unos 10 o 12 años. Y solo cuando dejé el Reino Unido y tuve un poco más de tiempo para reflexionar sobre las cosas, y cómo la política allí había ido amplificando una retórica que borra lo que significa ser refugiado, con la idea de que ya no se puede extender gracia, simpatía o un hogar a alguien que ha huido de una violencia extrema o persecución. La política ya no hace sentir a las personas que esta es una obligación del Estado, y eso es bastante perturbador.
A la vez, debido a esa política, al continuo hundimiento de barcos, al número interminable de personas que murieron y mueren tratando de cruzar hacia Europa, que la gente siga emprendiendo este viaje, toca el tema de la esperanza, de tratar de tener una vida mejor y sobrevivir. Todas estas cosas se unieron al abordar el tema.
SEMANA: En cuanto al espacio y dimensiones, háblenos de sus elecciones en estas obras…
M.A.: Por ejemplo, con la pintura Raft II, la más grande del grupo, quería esa sensación de un mar abrumador y quería unas dimensiones que permitieran que un bote existiera dentro de esa superficie y realmente ocupara todo el ancho de la pintura. Así que se volvió importante que fuera bastante grande. Y, en cuanto a la composición, pensando en la composición que quería, la narrativa y el sentimiento de estar sobrecogido por el océano, eso me llevó a esa escala. En el otro extremo, la pintura más pequeña es Europa, y muestra a una mujer durmiendo. Para mí era un momento increíblemente íntimo, así que quería que fuera una pintura más íntima en relación con las demás. Depende del tema, realmente.
SEMANA: ¿Cómo alimenta la obra, noticias y artes?
M.A.: Ha habido obras extraordinarias hechas no solo sobre esta ruta migratoria, sino sobre otras también. Para mí, Palimpsest, de Doris Salcedo, fue un referente increíblemente importante porque trataba la misma ruta migratoria, pero de una manera muy distinta. También lo fue la obra de Jacob Lawrence, un artista estadounidense, con una serie extraordinaria de pinturas. Encontré muy poderosa la idea de usar una secuencia o una serie de obras para mostrar diferentes aspectos de un mismo viaje. Y en la literatura hay muchas cosas al respecto.
El nombre de una de mis obras, Europa, surgió cuando investigaba la historia de la palabra Europa, que viene de la mitología griega. Los abuelos de Europa eran Libia y Poseidón. Libia, el punto desde donde parten los migrantes hacia Europa. Y Poseidón, obviamente, el dios del mar, del Mediterráneo. Encontré extraordinariamente profundo que el nacimiento de Europa provenga de ese viaje. Hay tantas cosas alrededor de este tema, porque tristemente es épico en un sentido atemporal. Es épico de una manera que sigue siendo relevante para la gente que intenta encontrar, sobrevivir y hallar un camino. Esa ha sido la historia de la humanidad: una historia de migraciones. La historia de las religiones mayores tiene en su corazón la idea de los extraños, la migración y la caridad. Son grandes temas, fundamentales para la sociedad y la convivencia.
SEMANA: ¿Piensa en llegarle a ese otro lado racista, que considera radicalmente distinto?
M.A.: Como mencioné, el arte es un espacio de reflexión, y la reflexión tiene la capacidad de generar cambio, pero no opera del mismo modo que una política o los medios, que pueden modificar la narrativa. Pero solo tienes que ver lo profundo que es el espacio en el que estamos ahora, Fragmentos, para saber que algo transformador puede ocurrir a través de la expresión. Esto es diferente porque es comunal, es una expresión colectiva relativa a la historia de este país, pero que proporciona un espacio para reflexionar, conmoverse y también experimentar esa cosa extraña que pasa cuando, al leer un libro, lees las palabras de otro y sientes que las vives tú mismo. Creo que esos son lugares muy especiales que habitan en la imaginación de todos nosotros. Y creo que ahí está un terreno muy fértil.
“Crear un espacio en el que la gente pueda sentarse y reflexionar, en este caso sobre la migración, eso espero lograr con este grupo de pinturas”
Como forma de expresión cultural, el espacio del artista es la imaginación de una cultura. Ahí es donde vivimos. Y creo importante que existan el arte y los espacios de arte, y que los artistas también dialoguen con la sociedad en algún sentido. No tienen que hacerlo, pero pienso importante que existan artistas que lo hagan. Ahora bien, decir que una o diez personas cambiarán o no cambiarán, no puedo hacerlo, eso depende de ellas. Pero crear un espacio en el que la gente pueda sentarse y reflexionar, en este caso sobre la migración, eso espero lograr con este grupo de pinturas.
SEMANA: Una textura única marca estas obras...
M.A.: Están hechas sobre un tejido de corteza de Uganda llamado lugo, que, literalmente, se traduce como mortaja funeraria. Se fabrica y usa principalmente para enterrar a los muertos, pero también en muchas otras ceremonias y, antes que el algodón, se usaba como ropa. Fue un material que encontré después de años de búsqueda. Quería hallar un soporte que situara mi obra en un contexto de África Oriental, social, cultural, político e histórico. Y cuando lo encontré, después de experimentar de muchas maneras, empecé a tratarlo como un lienzo normal: lo monté en bastidor, lo preparé, y empezó a funcionar como históricamente lo haría un lienzo. Eso me pareció interesante, esa especie de deslizamiento: que pudiera moverse entre mundos. Y sí, ha sido un soporte muy desafiante pero también muy generoso. Es áspero, irregular. No permite una pincelada fácil porque la superficie interrumpe constantemente la marca. Así que he tenido que aprender diferentes formas de pintar.
SEMANA: Cuéntenos sobre Doris Salcedo y lo que le significa dialogar con ella...
M.A.: Desde la primera vez que vi su trabajo, Doris es la artista viva más profunda que he conocido. Su obra es conmovedora, poética. Tiene tal nivel de integridad e imaginación que le permite transformar problemas sociopolíticos increíblemente difíciles en objetos, espacios que te permiten reflexionar y que te conmueven, que se vuelven profundos y significativos, algo que la mayoría del arte no logra. Es una obra extraordinaria y atemporal. Siempre he tenido a Doris ahí, entre los grandes, porque es lo que ella es.
Conocerla fue increíblemente especial para mí. Trabajamos con la misma galería y nuestros caminos se cruzaron. Y en una conversación, me dijo: “¿Te interesaría hacer una exposición en Fragmentos?”. Y pensé que era un sueño exponer en el que, en mi opinión, es el espacio de arte más profundo en el que he estado. Mostrar un trabajo que aborda un tema difícil en un lugar así, es algo muy profundo para mí. No puedo agradecer lo suficiente a Doris y al equipo de Fragmentos por la oportunidad.
“Es el espacio de arte más profundo en el que he estado. Mostrar un trabajo que aborda un tema difícil en un lugar así, es algo muy profundo para mí”
SEMANA: Nació en Kenia, estudió en el Reino Unido. ¿Cómo lo marca la cuestión de la identidad?
M.A.: Seguro que soy una amalgama de diferentes culturas, de mi tiempo en Kenia, mi tiempo en el Reino Unido, y mi presente, ahora que vivo en Indonesia. Pero no sé cómo articularlo. Creo que dejaría eso para alguien más. En mis pinturas pongo todo.