En tecnología solemos escuchar que el futuro está “a la vuelta de la esquina”. Pero en el caso de la computación cuántica, ese futuro ya nos alcanzó. Este 2025, declarado el Año Internacional de la Ciencia y la Tecnología Cuántica, no es solo un hito simbólico: es la confirmación de que estamos entrando a una nueva era en la forma en que procesamos, protegemos y utilizamos la información.

El reto para Colombia y América Latina es enorme, pero también lo es la oportunidad. Mientras el sector privado ya está moviéndose con fuerza —más del 60% de los líderes empresariales exploran o invierten en Quantum AI—, en el sector público aún hay vacíos: inversión limitada, poca legislación y un conocimiento incipiente. Sin embargo, la pregunta no es si los gobiernos deben apostar por la computación cuántica, sino cuándo y cómo lo harán. Y la respuesta debería ser: ahora.

La cuántica no es un lujo futurista para laboratorios sofisticados; es una herramienta real para resolver problemas que nos afectan todos los días. ¿Se imagina optimizar la logística de los programas sociales en cuestión de segundos? ¿O anticipar brotes de salud pública con mayor precisión? ¿O blindar la información ciudadana frente a las amenazas del mañana con cifrado post-cuántico? Todo esto es posible si se articula política, talento y proyectos concretos.

En Colombia ya tenemos semillas importantes como el Centro de Excelencia en Computación Cuántica y AI de la Universidad Nacional, pero necesitamos multiplicar estos esfuerzos, integrarlos en planes de desarrollo y generar hubs donde la academia, la industria y el Estado trabajen de la mano. El objetivo no es solo innovar, sino garantizar servicios públicos más inteligentes, resilientes y centrados en la ciudadanía.

La historia reciente nos demuestra que quienes dudan demasiado pierden el tren de la innovación. En el caso de la computación cuántica, perderlo significaría condenar a nuestros sistemas públicos a la ineficiencia frente a ciudadanos que exigen soluciones ágiles. La región ya está entrando en la curva de adopción; el reloj corre y no espera.

Hoy, la gran decisión no es si la cuántica es relevante para el sector público, sino si nuestros gobiernos serán capaces de liderar este salto histórico o se conformarán con ser espectadores. Yo, por mi parte, prefiero pensar que Colombia puede —y debe— ser protagonista.