En agosto de 2025 apenas ingresaron USD 584 millones, el nivel mensual más bajo desde 2021, en aquellas épocas de Covid, según el Banco de La República. Y no es un fenómeno aislado, la confianza de ciertos inversionistas parece enfriarse mientras el mapa del comercio mundial cambia de color. Si hace dos décadas el mundo se pintaba de azul —con Estados Unidos como socio comercial predominante— hoy el rojo de China avanza por casi todo el planeta. Los mapas de color lo dicen todo: de los aliados de Washington, ya sólo quedan unos pocos en Latinoamérica, incluyendo Colombia.

Este reacomodo global nos obliga a una reflexión: ¿qué tan sano es depender de uno o pocos aliados comerciales? Así como en finanzas unas de sus reglas básicas es la de “diversificar” la inversión, los países también deben evitar poner todos los “huevos en la misma canasta”. Si mañana cambia el gobierno de turno en Washington o en Pekín, y las decisiones arancelarias o diplomáticas se endurecen, ¿en qué posición quedaríamos como país?

No se trata de escoger bando. Depender únicamente de un país, ya sea EE. UU. o China, nos expone a los vaivenes de su política exterior y al azar de la nuestra. La estrategia está en diversificar riesgos: abrir canales hacia otros mercados, firmar nuevos tratados y mirar hacia regiones que hasta ahora hemos y nos han ignorado.

Chile lo entendió hace años: tiene 33 tratados de libre comercio y acceso preferencial a más del 60 % del PIB mundial[1]. Singapur, con acuerdos con casi todas las grandes economías, es ejemplo de cómo convertir la neutralidad en fortaleza. Y en Asia, países como Japón, Tailandia y Malasia logran comerciar con Estados Unidos, China y Europa sin quedar amarrados a ninguno.

¿Y nosotros? Seguimos mirando al norte, y ahora cada vez más a China. Mientras tanto, el Sudeste Asiático crece más rápido que cualquier otra región del mundo, con un PIB conjunto de US$3,6 billones, de acuerdo con ASEAN. Colombia ya firmó un TLC con Singapur a través de la Alianza del Pacífico y debería seguir ese camino con otros países de ASEAN. Son economías dinámicas, con hambre de alimentos, servicios profesionales y commodities: justo lo que podemos ofrecer.

También vale la pena voltear la mirada hacia el Medio Oriente, donde fondos soberanos de Emiratos Árabes, Catar o Arabia Saudita están buscando destinos de inversión fuera del petróleo. Ya existen casos en donde se demostró que Colombia puede ser atractiva para estos inversionistas si ofrece reglas claras, estabilidad y visión de largo plazo.

Pareciera una lección simple: la política puede dividir, pero el comercio debe unir. Despolitizar los tratados es difícil, así que lo que queda es diversificar el riesgo político. No casarnos con un solo socio, sino abrirnos a varios.

Así como Colombia necesita diversificar sus aliados comerciales, los abogados también debemos estar preparados para estos retos. No podemos limitarnos a un solo lenguaje jurídico o estilo de negociación. El abogado que sólo entiende la visión del derecho americano está tan expuesto como el país que sólo comercia con el norte. Hoy debemos entender varias culturas legales, recordando que muchas veces somos quienes ayudamos a aterrizar —los tratados, las inversiones, las fusiones y adquisiciones— en documentos y contratos que ojalá funcionen bien. Sólo así podremos asesorar a nuestros clientes en un mundo donde los negocios se cierran en distintos husos horarios.

La diversificación no es una moda: es una póliza de seguro. Y como toda buena póliza, vale la pena tenerla antes de que se materialice el riesgo.

[1] KLog.Co. (2025, 12 febrero). Tratados de Libre Comercio más importantes de Chile. KLOG.CO.