El sacerdote Jesús Hernán Orjuela, conocido como el padre Chucho, fue entrevistado por Salud Hernández-Mora en la edición de este miércoles de ‘Al Ataque’.

El sacerdote se refirió a la labor del exorcismo. También habló sobre cómo el coronavirus afectó las finanzas de la iglesia. En relación sobre los exorcismos que realiza, afirmó que la autoridad sobre estos procedimientos “la tienen el papa y los obispos. Los exorcismos están reservados. Estamos tocando la interioridad del ser humano y con eso no podemos jugar”. Dijo que por ello “la Iglesia forma con mucho cuidado y disciplina” a los que lo realizan. “Por eso se pide que el exorcista sea prudente, talentoso. Casi que un santo. Yo digo ese no soy yo. No sé cómo recibí esta formación, pero le agradezco a Dios”, indicó.    

Señaló, además, que antes de realizar el exorcismo primero se debe descartar que la persona no padezca una patología. “Nosotros tenemos un proceso muy responsable. De la mano de la ciencia primero se debe descartar. Puede ser un tema de medicina general porque un problema de tiroides puede desencadenar un tema depresivo. Puede ser un tema con el médico neurólogo. También el psicólogo puede descartar y hacer un tratamiento por un trastorno de sueño, ansiedad, de pánico, que es totalmente distinto a una obsesión diabólica”, sostuvo.

Por otra parte, sobre su figura, para algunos controversial, dijo que por ser una persona pública recibe amores y odios. “Por ser un personaje público puedo llevar los amores de quienes aman y creen en Dios, llevo el amor de los que sufren y pasan enfermedades agresivas. Pero siento también el desprecio que puede suscitar mi carácter”, señaló. Pandemia El padre Chucho afirmó que con la pandemia las iglesias están pasando por momentos difíciles. “Hoy estamos enfrentado una dificultad grande en todo el país. A nosotros no nos pagan los impuestos, no nos dan tributo. Sin embargo, las obras que tiene la iglesia son arrolladoras en servicio para los que más lo necesitan”, dijo. “Ha sido muy difícil para los sacerdotes porque todos tenemos que pagar la salud. Hay muchos que no tienen para pagarla. Los obispos han hecho un fondo para ayudarnos los unos con los otros. Las dificultades que tiene la Iglesia son grandes”, agregó. Señaló que “no es igual ver la misa por televisión. No es igual seguirla por redes que estar delante del Señor. Además, que este confinamiento crea una tristeza muy grande en muchas personas. Y un lugar en que nos sentimos amados es la iglesia”.

En la relación con su eventual apertura, manifestó que este es “un proceso de tomar conciencia. Es el cuidado por el bienestar del otro, de manera especial los que tienen una enfermedad de base (…) Si no cumpliéramos, no podríamos abrir las iglesias, seríamos irresponsables en seguir proliferando el virus”. “Si abren las iglesias, la última será la mía. Lo hago por responsabilidad. En las celebraciones que yo hago, la mayoría de los que vienen son enfermos terminales, con enfermedades agresivas”, subrayó.