En una nueva edición de Semana por Colombia, se destacó cómo el Meta impulsa la agroindustria sostenible del país, consolidándose como la principal despensa agropecuaria y motor de abastecimiento de Bogotá.
El foro, realizado el martes 4 de noviembre en Villavicencio, resaltó el potencial agroalimentario de la región, que se proyecta como eje de la seguridad alimentaria nacional gracias a su capacidad de producción, innovación y sostenibilidad.
Durante el encuentro se presentaron cifras y experiencias que reflejan el crecimiento del sector agroindustrial y las oportunidades para fortalecer la integración del Meta con los mercados nacionales e internacionales, impulsando la competitividad del campo llanero. En el panel participaron Marcos Rodríguez Fazzone, economista senior de sistemas agroalimentarios, agricultura familiar y mercados inclusivos de la FAO Colombia; Yini Paola Mejía, lideresa de la Asociación de Mujeres Cacaoteras de Cubarral (ASOMUCAC); y Santiago Lizarralde, vicepresidente de Asuntos Corporativos de Bioenergy. La conversación fue moderada por Carlos Enrique Rodríguez, subdirector general de SEMANA.
El desempeño del Meta como motor agroindustrial se sustenta en una combinación de potencial productivo, innovación y resiliencia campesina. Rodríguez Fazzone planteó el reto global inmediato:“Para el año 2050 se va a requerir un incremento del 70% en la producción mundial de alimentos respecto a lo actual. Ese aumento, en un 80%, debe provenir de mejoras tecnológicas y solo un 20% del aumento de superficie cultivada”.
Según la FAO, el Meta se destaca por su capacidad de crecimiento sin sacrificar bosques y por su fortaleza ganadera. “El Meta tiene de cuatro a cuatro millones y medio de hectáreas dentro de la frontera agrícola y hoy solo se producen 500.000. Eso significa que hay posibilidad de crecer hasta diez veces en producción. El Meta es el segundo hato ganadero del país, con más de dos millones de cabezas”, explicó el economista.
Rodríguez Fazzone también señaló la necesidad de integrar infraestructura, valor agregado y tecnología para fortalecer las cadenas productivas con potencial internacional.
“Si no tenemos en cuenta los factores de competitividad, como mejorar los puntos de producción, centros de acopio y logística, el crecimiento será mucho más lento. La palma, el café y el cacao tienen gran oportunidad de agregación de valor y de aumentar su superficie; deben ir acompañados de proyectos de infraestructura ambiciosos para conectar producción y mercados”.
Desde la ruralidad, Yini Paola Mejía compartió el proceso de transformación que lidera con mujeres productoras de café y cacao. “Nosotros somos Asomucac, una asociación dedicada a la transformación y cultivo de café y cacao. Empezamos hace diez años y decidimos dar valor agregado a las mujeres, que nuestra labor de campo se vuelva bonita y que nuestro producto no sea solo el cultivo tradicional sino un grano con historia”.
La lideresa destacó el valor simbólico del trabajo femenino y la importancia de visibilizar a quienes están impulsando el cambio desde el campo. “El reto más grande es lograr que el campesino sí puede y que la apuesta de valor cuesta, pero se vale. No solo debe beneficiar monetariamente, sino generar historias que lleguen a familias de escasos recursos y salgan a mercados donde se vea el esfuerzo del campesino”.
El esfuerzo de Asomucac ha trascendido fronteras. “Gracias a Dios hemos logrado mejorar mucho la calidad del cacao. Hacemos parte de la cooperativa World Cacao. En 2023 nos llevamos el premio a Cacao de Excelencia en Ámsterdam. Cubarral entró al premio porque estamos haciendo las cosas diferentes”, contó Mejía.
Desde el sector privado, Santiago Lizarralde explicó el papel del Meta en la transición energética y en la producción de biocombustibles. “Bioenergy surge en 2009 con el objetivo de ser el principal productor de etanol anhidro en Colombia. Ese alcohol, que se mezcla con la gasolina, puede hacerse de muchas fuentes. En Colombia lo producimos de caña de azúcar, pero el departamento del Meta tiene el potencial agrícola para diversificarse en otros insumos”.
Uno de los retos señalados por Rodríguez Fazzone es lograr que la riqueza de la tierra se traduzca en bienestar local. “Todavía el departamento avanza en producción agrícola primaria, pero hay que pensar cómo retener valor en los propios territorios. Los productos del Meta como derivados lácteos, cárnicos, frutas tropicales, café y cacao necesitan transformarse localmente para que la agregación de valor se genere aquí”.
También advirtió sobre la brecha tecnológica que limita la competitividad del sector. “El campo moderno, al que pueden acceder medianos y grandes productores, avanza, y el campo en manos de pequeños y la agricultura familiar mira desde atrás. La acentuación de la brecha puede ser de una magnitud difícil de revertir”.
Mejía coincidió en que los desafíos del campo van más allá de la productividad. “Los campesinos enfrentamos la dificultad de cultivar tierras fértiles. Otro reto triste es que los jóvenes prefieren irse a la ciudad buscando lo que está en el campo. Desde FAO y Ecopetrol nos han ayudado a amar el campo. Nos capacitan para hacer procesos de inocuidad y convertir un simple grano de cacao en chocolate con sello propio, para que quien se lo coma sepa que hay una historia y esfuerzo familiar detrás”.
Lizarralde complementó que el departamento tiene potencial no solo en alimentos, sino también en energía y reforestación. “La producción de combustibles renovables como etanol y biodiésel es fundamental para la transición energética. El Meta tiene el mayor potencial nacional para desarrollar estos sectores, no solo en alimentos, sino en energía y reforestación”.
El foro concluyó que el Meta combina recursos naturales, innovación, tecnología y voluntad social para consolidarse como protagonista de la agroindustria y la seguridad alimentaria del país. La articulación público-privada, la resiliencia campesina y la apuesta por el valor agregado definen el presente y el futuro de esta región estratégica para Colombia.