Hay legados que se heredan y otros que se reinventan. En el caso de María Paz Gaviria, el poder no se convirtió en privilegio, sino en una forma de servicio. Hija del expresidente César Gaviria y de Ana Milena Muñoz, creció entre la sensibilidad de la cultura y el rigor de la política, dos legados que hoy confluyen en una misma meta: llegar al Senado.
“La cultura es, por excelencia, un hecho político”, afirmó con convicción. Desde su liderazgo en ARTBO, el Bogotá Fashion Week, el Bogotá Music Market (BOmm) y el Bogotá Audiovisual Market (BAM), demostró que la cultura puede ser tan poderosa como cualquier reforma.
Su decisión de postularse al Congreso no es un salto repentino, sino la evolución natural de un camino. “El poder nunca fue una herencia que pesara, sino una responsabilidad que debía transformarse en servicio”, aseguró. Para ella, la herencia familiar no es sombra, sino impulso.
Nació en Pereira, creció en Bogotá y se formó entre Washington y Nueva York. En el anonimato de esas ciudades aprendió a caminar sin apellido y a construir su propio nombre con trabajo. “Hay que ser, hacer y ya”, sentenció.
Su historia está marcada por mujeres decisivas. De su abuela Lyda Gómez heredó la templanza; de su madre, la empatía y el amor por las artes, y de su padre, el ejemplo de un reformador. Pero de todos ellos, lo esencial fue la libertad para creer que el servicio público puede tener rostro humano.
Desde 2012, cuando asumió la dirección de ARTBO, convirtió a Bogotá en un punto de referencia regional, creando una plataforma que impulsó artistas, formó públicos y abrió caminos internacionales. Con el tiempo amplió su mirada al diseño, la música y el mundo audiovisual, conectando sectores que rara vez dialogaban. Su gestión fue un ejercicio político en el mejor sentido: unir voluntades y convertir la creatividad en política pública.
María Paz sabe que el Congreso es un terreno difícil, pero no le teme. “Los espacios de transformación rara vez son fáciles”, sostuvo. Su diagnóstico del país es claro: una sociedad creativa y diversa atrapada en desigualdades que se repiten. Por eso propone hacer de la cultura un puente entre regiones, generaciones y sectores. “No se trata de defender la cultura, sino de reconocerla como la base desde la cual repensamos lo social y lo económico”, añadió.
No promete una política de aplausos, sino de gestión. Quiere representar a los artistas, emprendedores y creadores que demuestran que el talento colombiano es una riqueza aún por potenciar. Su propósito es que la creatividad deje de ser un discurso decorativo y se convierta en herramienta de progreso.
Sueña con una Colombia más equitativa, menos polarizada, donde la educación y la innovación sean el centro. “Sueño con un país que recupere la esperanza, donde la creatividad sea la base de un proyecto común”, confesó. Porque para María Paz Gaviria el legado no se hereda, se construye.