La línea férrea que cruza Risaralda siempre ha sido más que un corredor industrial. Fue un camino luminoso en el paisaje cafetero, un trazo que marcó el movimiento de mercancías, la rutina de los pueblos y una época en la que el silbato del tren era parte del sonido del territorio.
Desde hace más de cuatro décadas, ese silbato dejó de sonar. Sin embargo, un proyecto que parecía archivado en la memoria del país vuelve a abrirse paso: el Tren del Café, una apuesta que articula a Risaralda, Caldas y Antioquia en torno a la reactivación del corredor férreo.
La Gobernación de Risaralda realizó un recorrido técnico por cada punto de ese trazado: Puerto Caldas, Caimalito, La Carbonera, Garrapatas, la Estación Pereira, La Garrucha, La Nevera y Beltrán. Ingenieros y expertos ferroviarios revisaron rieles, balastros y traviesas, evaluaron invasiones y midieron lo que aún puede recuperarse. Hoy parece cercana la posibilidad de que un sistema férreo vuelva a integrarse a la movilidad y la economía del occidente colombiano.
Delio Chala, habitante de la zona, lo resume de forma honesta: “Hace 43 años que dejó de funcionar el tren, nunca se volvió a ver nada por acá”. Su frase encarna la espera colectiva y la expectativa de que los rieles vuelvan a usarse, devolviendo a las comunidades una conexión que perdieron con el tiempo.
El gobernador de Risaralda, Juan Diego Patiño, vincula el proyecto a una meta expresa en su plan de desarrollo: recuperar el sistema férreo como motor económico. El mandatario recuerda que el Ministerio de Transporte recibió un estudio preliminar del tren de occidente, con línea de Buenaventura al interior, sin incluir el tramo Zarzal–Cartago–Caimalito–Pereira. Ese fue el primer obstáculo. “Logramos colocar sobre la mesa esa necesidad de tener ese ramal hasta Caimalito”, afirma.
De ahí surge la articulación con Caldas y Antioquia. Patiño describe un entramado de gestiones: conectar Caimalito con el kilómetro 41, integrarse a las plataformas logísticas que se proyectan y empalmar con la red férrea de Antioquia hasta Puerto Berrío. Desde allí, enlazar con los puertos del Urabá antioqueño.
El gobernador lo sintetiza en una frase que marca el alcance del proyecto: “Estaríamos hablando de un tren interoceánico”. Ese vínculo, más que un trazo sobre un mapa, busca darle al occidente una capacidad logística que hoy depende casi por completo de la red vial.
Patiño reconoce que las concesiones han fortalecido el transporte por carretera, pero insiste en que el país debe recuperar las líneas férreas “para el transporte de carga y pasajeros en algunos sectores”. La idea, entonces, no es reemplazar un sistema por otro, sino ampliar el movimiento de mercancías.
Expertos que acompañaron la inspección en Risaralda coinciden en que la reactivación es técnicamente posible. El matiz está en los estudios de mercado y demanda, además de la necesidad de evaluar la transición de la trocha angosta hacia la trocha estándar, acorde con los procesos de modernización ferroviaria del país. La vía existe, pero necesita ser reinterpretada para un sistema que ya no puede operar con los estándares del siglo pasado.
Voluntad política y una carrera a contrarreloj
Patiño detalla el componente financiero con la precisión de quien sabe que es el primer punto crítico. La inversión inicial, de 22.000 millones de pesos, corresponde únicamente a los estudios y diseños fase tres, antesala técnica que permitirá definir si la obra podrá ejecutarse como infraestructura pública o bajo un esquema de iniciativa privada.
Antioquia, con la Promotora de Ferrocarriles, podría liderar esa fase. Risaralda y Caldas aportarían insumos para equiparar sus tramos a los que ya avanzan en otros departamentos. La clave, dice Patiño, está en la articulación territorial. Lo repite como un principio de gestión: “Los tres gobernadores hoy estamos al unísono pensando en el dinamismo económico que esto puede traer para la región”.
La expectativa inmediata es gestionar cerca de 2 millones de dólares ante la CAF para reducir el aporte de los departamentos y acelerar el cierre técnico de los estudios, un paso pequeño dentro de la magnitud del proyecto, pero decisivo para mantenerlo en movimiento.
El mandatario anunció que su objetivo, antes del año 2027, es dejar los estudios en fase tres, avance que sería suficiente para que los departamentos definan, con base en factibilidad real, si el proyecto puede pasar a ejecución.
El trasfondo es que las regiones buscan no depender del ritmo del Gobierno nacional. La promesa de un corredor interoceánico figura en el plan de desarrollo, pero aún no cruza los terrenos risaraldenses. El esfuerzo conjunto de tres departamentos podría ofrecer una ruta alterna, con mayor solidez técnica y una visión menos centralizada.