Debo confesar que cuando empecé a escribir esta columna, la asumí como un reto. ¿Cómo hacer atractivo un tema que, para muchos pasa inadvertido, no genera entusiasmo y hasta provoca incomodidad? Pero hace unas semanas, durante una charla sobre derecho laboral, el conferencista usó como ejemplo de “trámite que no sirve para nada” la revisión técnico mecánica. En ese momento entendí que no se trataba solo de desinterés: tenemos un problema de reputación serio, construido sobre dos pilares invisibles pero poderosos: la desinformación y la trampa.
Como ya mencioné, la revisión técnico mecánica no es un asunto apasionante. Pero antes de pasar la página, te invito a quedarte. Lo que sigue sí te interesa, aunque aún no lo sepas. Un carro, como una persona, puede verse bien por fuera y estar al borde del colapso por dentro. Un freno desgastado, una llanta vencida o una fuga de combustible no avisan con cortesía: lo hacen con un accidente. Por eso la revisión técnico mecánica no es un requisito impuesto por el Estado, sino un examen preventivo de salud pública. Cada vehículo en mal estado es un riesgo no solo para quien lo conduce, sino también para quienes lo acompañan y todos los que comparten la vía.
El problema es que, con los años, este examen perdió credibilidad. Muchos lo perciben como un trámite inútil, en parte porque existen centros que ofrecen servicios de mala calidad, y por otra parte, porque hay personas que los eligen buscando el camino más fácil. Esa combinación es fatal: un sistema débil y un ciudadano complaciente.
Si ha llegado hasta aquí, probablemente ya capté su atención. Y si es de los que busca el lugar ‘donde lo pasen fácil’, déjeme decirle algo: lo que realmente está comprando no es comodidad ni ahorro, sino riesgo. Usted no iría a un chequeo médico a pedirle al doctor que le mienta para no preocuparse. Nadie quiere escuchar “todo está perfecto” mientras una enfermedad avanza en silencio. Al contrario, uno espera que el médico diga la verdad, aunque duela, porque solo así se puede curar. Lo mismo pasa con tu vehículo. No se trata de salir ‘feliz’ del Centro de Diagnóstico Automotor, CDA, sino de salir seguro.
Pero nadie toma en serio la seguridad vial porque se ha convertido en una cifra, no en una historia. Decimos que más de siete mil personas mueren cada año en las carreteras de Colombia y seguimos corriendo con suerte. Las cifras no duelen, pero las historias sí, y muchos las hemos escuchado o vivido a través de familiares o amigos: el bus intermunicipal que perdió los frenos bajando una pendiente en Boyacá; el camión que estalló una llanta vieja y arrolló a una familia en la vía al mar o el carro que se incendió por una fuga de combustible que nadie revisó a tiempo.
Y, si somos honestos, todos hemos tenido un momento de ‘por poco’: el carro que no frenó, el timón que vibró, la llanta que explotó justo después de estacionar. Decimos “me salvé” sin entender que ese ‘por poco’ es una advertencia. La suerte no puede ser la política pública de seguridad vial.
A eso se suma algo aún más grave: miles de vehículos de transporte público, taxis y buses colectivos circulan cada día con revisiones deficientes para ahorrar dinero. Y lo más preocupante es que sus pasajeros no eligieron subirse a un carro inseguro. Confiaron, sin saberlo, en que alguien había hecho su parte.
Es cierto: la revisión cuesta. Mantener un vehículo cuesta. Repararlo cuesta. Pero si pudiera hablar con su yo del futuro, ese que tuvo un accidente porque los frenos no respondieron y perdió a su familia; o con el conductor que terminó en la cárcel o con la empresa que debió indemnizar a los fallecidos, ¿cree que a ellos les parecería costoso el arreglo que le exigió la revisión? Hay decisiones que solo se entienden cuando ya no hay vuelta atrás. Y la revisión técnico mecánica existe precisamente para evitar aprender desde la tragedia.
Si aún así no le interesa su seguridad ni la de los demás, mírelo al menos como un pacto ético: un compromiso personal con la sociedad de respetar la vida. Revisar una moto o un carro no es solo mirar tornillos, frenos y luces. Es decidir entre la comodidad de la mentira o la seguridad de la verdad.
La próxima vez que vaya a hacer la revisión de su vehículo, busque el lugar donde no tenga que depender de la suerte. Porque la verdadera tranquilidad la da la certeza de haber hecho lo correcto en el lugar indicado.
Juliana del Sol Bastidas CEO de COLCDA, centros de diagnóstico automotriz del suroccidente colombiano